La CGT, fortalecida tras un exitoso paro general, intensifica su enfrentamiento con el gobierno de Javier Milei. Los líderes sindicales planean nuevas movilizaciones y un paro cercano, alertando sobre posibles limitaciones a la actividad sindical. La interna se polariza, con algunos apostando por el diálogo. El 1º de mayo será crucial.
La CGT acelera la confrontación con Milei y prepara nuevas medidas tras el paro general
Fortalecida por lo que definieron como un “éxito rotundo” del último paro general, la cúpula de la CGT adoptó un tono abiertamente combativo contra el gobierno de Javier Milei. En una reunión cargada de entusiasmo gremial, celebrada en la sede de Azopardo, los principales líderes sindicales comenzaron a delinear la continuidad del plan de lucha, con una agenda de movilizaciones y medidas de fuerza que incluirán una masiva marcha por el Día del Trabajador y, muy probablemente, un nuevo paro en el corto plazo.
“A este gobierno no hay que darle respiro”, sentenció Juan Carlos Schmid, referente de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), sintetizando el sentir mayoritario del encuentro. La reunión fue una antesala de la conferencia de prensa donde se celebró la contundencia de la protesta y, al mismo tiempo, se presentó el escenario de conflicto que se viene. El martes siguiente será clave: el Consejo Directivo se reunirá formalmente para definir la estrategia de confrontación creciente.
La CGT no espera puentes tendidos por parte del Ejecutivo. Por el contrario, se prepara para una ofensiva que, advierten, apunta a erosionar el poder de los gremios. Entre las preocupaciones inmediatas, destaca la posibilidad de que el oficialismo intente acelerar en el Congreso proyectos que limiten la actividad sindical, además de la amenaza latente de intervenciones arbitrarias a las obras sociales, que los gremios entienden como mecanismos de disciplinamiento político.
Colectivos llenos, locales cerrados y postales ciudadanas con movilidad reducida fueron interpretadas por la cúpula cegetista como pruebas del alcance del paro. Sin embargo, en privado, algunos dirigentes admiten que la adhesión no fue homogénea y que el transporte, con la excepción de la UTA, mostró grietas. La participación del sector transporte, con sus particularidades, vuelve a ser el termómetro para evaluar la eficacia de las protestas futuras.
Mientras crece la polarización dentro del sindicalismo, una facción minoritaria aún apuesta al diálogo. Nombres como Gerardo Martínez (UOCRA), Armando Cavalieri (Comercio) y Sergio Sasia (Unión Ferroviaria) encarnan una línea más moderada. A diferencia de otros dirigentes, no participaron de la exposición pública tras el paro, pero podrían volver al ruedo en la próxima mesa cegetista con propuestas alternativas a la dinámica de confrontación permanente. El margen de maniobra es estrecho y la presión política los empuja al silencio cauteloso.
La discusión interna también se interseca con los movimientos del gobierno. El aterrizaje de Milei en un eventual nuevo acuerdo con el FMI despierta alertas en el mundo gremial. Las declaraciones de Héctor Daer reflejan esta preocupación: la CGT teme una nueva devaluación si se modifica el esquema cambiario. “Esa película ya la vimos”, señaló, advirtiendo que un salto del dólar podría aumentar la pobreza estructural, un fenómeno que los sindicatos identifican como respaldo social para sus protestas.
Durante la reunión previa a la conferencia, varios dirigentes evaluaron que los colectivos en circulación no alcanzaron para romper la imagen de una huelga efectiva. Rodolfo Daer, del Sindicato de la Alimentación, remarcó que incluso en plantas donde las empresas facilitaron transporte privado, los buses circularon vacíos. La lógica del conflicto sigue ganando terreno y para muchos gremialistas, la vía de la negociación es hoy un camino cerrado.
Una figura que empieza a sonar con fuerza en la interna sindical es la de Jorge Sola, del Sindicato del Seguro. Se lo menciona como posible reemplazo de Héctor Daer en el triunvirato de conducción cuando llegue la renovación de autoridades en noviembre. Con perfil moderado y un esquema de gestión más conciliador, su hipotética ascensión plantea un interrogante: ¿puede la CGT reconducirse hacia una estrategia menos confrontativa en medio de su mayor tensión con el poder político de los últimos años?
Por ahora, la dirección que ha tomado la central es clara: embestir. La movilización del 1º de mayo será una parada clave no sólo por su potencia simbólica, sino porque delineará el mapa de fuerzas reales dentro de la CGT. La foto de ese día podría definir si el ala dura logró capturar la agenda de los sindicatos o si aún queda espacio para retomar el diálogo. Mientras tanto, Milei y sus operadores parecen decididos a usar la tensión como palanca política, sin intención visible de bajar el tono del conflicto.
El nuevo capítulo de este enfrentamiento sindical comienza a escribirse con líneas gruesas. Ya no se trata solo de disputas salariales o de representación: lo que está en juego es la estructura misma del poder sindical en un escenario de reformas estructurales y ajuste económico. Y en ese terreno, la CGT se prepara para resistir con todo su arsenal.