El enfrentamiento entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof se intensifica en la Tercera Sección Electoral de Buenos Aires, clave para el peronismo. Intendentes eligen bandos que marcan el futuro del liderazgo. En juego están candidaturas y la influencia de Cristina, vital para su legado, frente a Kicillof, que busca mayor protagonismo nacional.
Interna sin tregua: la Tercera Sección como campo de batalla entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof
La decisión de Cristina Kirchner de postularse en la estratégica Tercera Sección Electoral de la provincia de Buenos Aires agudizó el enfrentamiento dentro del peronismo. En ese escenario, intendentes clave ya comenzaron a delinear posiciones que dividen aguas dentro del Partido Justicialista, en un reordenamiento que podría definir el nuevo liderazgo del espacio. La puja con Axel Kicillof dejó de ser subterránea: ahora se dirime en los territorios de mayor peso electoral.
En un análisis transmitido en televisión por internet, se expuso el movimiento de piezas entre ambos polos del peronismo bonaerense. Mientras Fernando Espinoza (La Matanza) y Mario Secco (Ensenada) se encolumnan detrás del gobernador, Mayra Mendoza (Quilmes) y Patricio Mussi (Berazategui) ratifican su alineamiento con la ex mandataria. La lógica territorial, el peso del aparato y las aspiraciones personales modelan una interna en la que la lealtad y la sobrevida política dependen de cuánto mueva cada líder su caudal electoral.
La Tercera Sección no es un distrito más. Concentra cerca del 35% del electorado de la Provincia, y en su historia ha sido consistente como bastión del voto peronista. Sectores internos hoy se disputan no solo el poder territorial, sino el modelo de liderazgo que pretenden para organizar a la fuerza. La jugada de Cristina, además de desafiar la conducción de Kicillof, es una señal nítida hacia adentro del partido: su figura no está dispuesta a ceder centralidad en la definición del rumbo electoral del justicialismo.
Los intendentes oscilan entre la apuesta por una estructura verticalista, encarnada por Kicillof, y la lógica más clásica del “aparato” territorial que Cristina Kirchner busca reactivar. Esa reedición de un justicialismo clásico, con movilización, control territorial y disciplina política, es lo que seduce a varios jefes comunales que hoy enfrentan presión social por resultados y ven en la ex presidenta una figura con músculo para volver a movilizar bases.
Otros, sin embargo, como Espinoza y Secco, entienden que respaldar al gobernador es también asegurarse continuidad, recursos y presencia en el gabinete. El “poroteo”, como denominan en la jerga política la contabilización de quienes están con cada sector, no es definitivo, pero marca un posicionamiento que en los meses que vienen podría volverse irreversible.
Intendentes como Gastón Granados (Ezeiza) o Marisa Fassi (Cañuelas) prefieren mantenerse a resguardo, aunque los guiños hacia el kirchnerismo son evidentes. Saben que esta interna se resuelve antes de exponerse públicamente en una PASO, y que quedarse a mitad de camino es, muchas veces, quedar afuera de ambas órbitas de poder.
Detrás del discurso y las fotos, la disputa real es por el control de la lapicera: quién arma las listas, quién decide las candidaturas, y sobre todo, quién será el garante del nuevo liderazgo del peronismo pos-2025. Cristina Kirchner busca una última oportunidad de imponer su legado en la conducción partidaria. Kicillof, en cambio, pretende ser algo más que gobernador: quiere proyectar una candidatura que lo posicione a nivel nacional con una coalición propia—desmarcada del sello kirchnerista, pero con su base electoral.
Las elecciones de septiembre serán el parteaguas: allí se verá si la apuesta de Cristina resucita su influencia o si los intendentes optan por la gobernabilidad asegurada de Kicillof. En cualquier caso, la fractura ya no es discreta. La tercera sección electoral es ahora el tablero de una partida donde el peronismo se juega más que una candidatura: se juega su reconstrucción.