Una denuncia penal en Argentina alerta sobre la supuesta presencia de una célula criminal vinculada al chavismo, que hostiga a opositores venezolanos exiliados. La Fundación Apolo acusa a esta organización de violaciones a derechos humanos, planteando un dilema sobre la capacidad del Estado para proteger su soberanía y garantizar seguridad a los migrantes.
Argentina bajo la lupa: denuncian presencia de célula criminal vinculada al chavismo
Una denuncia penal presentada ante la Justicia argentina encendió las alarmas sobre la presunta presencia de una organización criminal transnacional ligada al régimen venezolano de Nicolás Maduro operando en territorio argentino. La acusación, impulsada por la Fundación Apolo, indica que esta estructura estaría involucrada en acciones de persecución, hostigamiento e intimidación contra opositores venezolanos exiliados en el país sudamericano.
El caso fue impulsado por un equipo integrado por abogados y activistas, que apunta directamente al aparato de inteligencia chavista y su presunta capacidad de operar fuera de fronteras mediante mecanismos clandestinos, ejecutando acciones que podrían estar alineadas con violaciones a los derechos humanos. La denuncia detalla prácticas como seguimientos, amenazas anónimas y un acceso sospechosamente amplio a información sensible sobre migrantes venezolanos, particularmente opositores.
Uno de los ejemplos más contundentes expuestos en la presentación es el de José Zambrano Erazo, ciudadano venezolano incluido en listas negras del régimen chavista, presuntamente víctima de años de acoso sistemático incluso durante su exilio. Zambrano residió en Argentina entre 2018 y 2024, período durante el cual habría sido objeto de amenazas persistentes con características propias de campañas coordinadas más que de casos aislados.
El documento también menciona la existencia de la llamada “Operación Tun Tun”, una iniciativa del régimen venezolano conocida por emplear métodos de inteligencia para la represión transfronteriza. De ser confirmada judicialmente, la acusación no solo comprometería a actores venezolanos, sino que también pondría en entredicho potenciales complicidades o negligencias dentro del aparato estatal argentino. En el centro del señalamiento está el acceso a datos migratorios y de inteligencia que —legalmente— deberían permanecer fuera del alcance de actores extranjeros o no autorizados.
Los delitos contemplados en el escrito corresponden a figuras catalogadas en los artículos 210 ter, 277, 149 bis y 149 ter del Código Penal argentino. Las calificaciones incluyen organización criminal, encubrimiento y amenazas agravadas; incluso se desliza la posibilidad de que estos actos puedan ser considerados crímenes de lesa humanidad dada su sistematicidad, motivación política y conexión directa con un Estado acusado internacionalmente por represión estructural.
El trasfondo de esta movida judicial trasciende el caso puntual. Lo que subyace es la advertencia de un intento por instalar en Argentina células operativas del chavismo para vigilar y silenciar a la diáspora crítica. La denuncia también busca activar los mecanismos de cooperación internacional en derechos humanos, presionando para que el Estado argentino reaccione institucionalmente frente a un riesgo creciente de infiltración y uso político del territorio nacional.
En un año electoral clave para el tablero local, la denuncia plantea un dilema de fondo: la capacidad del Estado argentino para garantizar que su suelo no se convierta en arena de operaciones para regímenes autoritarios. La tensión entre la política migratoria, los compromisos internacionales de protección hacia perseguidos políticos y los riesgos de injerencia extranjera es cada vez más palpable. Esta circunstancia no solo interpela al Poder Judicial, sino también al Ejecutivo, que podría verse obligado a emitir definiciones diplomáticas y de seguridad interna.
Mientras tanto, la Fundación Apolo se comprometió a hacer seguimiento continuo del expediente y continuar con la recolección de evidencia que respalde su denuncia. El mensaje que busca instalar es claro: la impunidad de estructuras represivas internacionales en el país no solo vulnera los derechos de quienes huyeron de dictaduras, sino que también amenaza la soberanía democrática argentina al permitir que operadores de inteligencia extranjeros actúen con libertad.
La denuncia tiene, en ese sentido, un impacto simbólico mayúsculo: no solo se trata de exponer un hecho delictivo, sino de evitar que Argentina sea punto de relocalización para redes que en otros contextos han sido señaladas por represión transnacional, vigilancia encubierta, e incluso tentáculos para lavar activos y captar influencia política. Si los hechos denunciados prosperan en sede judicial, el país podría verse frente a una verdadera prueba de voluntad institucional para blindar sus valores democráticos frente a su creciente rol como refugio de exiliados políticos y migrantes perseguidos por razones ideológicas.