Jimmy Carter, en su presidencia (1977-1981), priorizó los derechos humanos en América Latina, especialmente en Argentina, donde la dictadura militar perpetró graves violaciones. Su administración investigó y condenó estos abusos, reduciendo la asistencia militar y promoviendo informes sobre las atrocidades, marcando un cambio en la política exterior de EE. UU.[Collection]
Carter y los desaparecidos en Argentina: un episodio olvidado
Contexto político internacional durante la gestión de Jimmy Carter
El periodo presidencial de Jimmy Carter (1977-1981) marcó un giro significativo en la política exterior de Estados Unidos, especialmente en relación con los derechos humanos en América Latina. Al asumir el cargo, Carter introdujo una narrativa centrada en la protección de los derechos fundamentales, lo que redefinió la relación de su país con gobiernos autoritarios en la región. Este enfoque contravenía las políticas previas de Estados Unidos, que habían respaldado a dictaduras en nombre de la contención del comunismo durante la Guerra Fría.
En ese contexto, Argentina vivía bajo el régimen de una dictadura militar que se había instaurado en 1976 tras el golpe de Estado contra Isabel Perón. El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional sumergió al país en una brutal represión. Entre 1976 y 1983, miles de personas fueron víctimas de desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales. Según organismos de derechos humanos, se estima que el número de desaparecidos ronda entre 9,000 y 30,000.
La postura de Carter ante la dictadura militar en Argentina
Desde el inicio de su gestión, Jimmy Carter y su equipo, encabezado por el secretario de Estado Cyrus Vance y el asesor de derechos humanos Patricia Derian, investigaron las atrocidades cometidas en Argentina. Contrario a administraciones anteriores, Carter asumió una posición de condena frente a las violaciones sistemáticas de derechos humanos que el régimen de Jorge Rafael Videla perpetraba.
Uno de los gestos más contundentes fue la decisión de reducir la asistencia militar estadounidense a Argentina en 1978. Esta política se enmarcó dentro de la Ley de Asistencia Exterior de Estados Unidos, que prohibía financiar a gobiernos responsables de graves violaciones de derechos humanos. Patricia Derian, durante su visita a Buenos Aires ese mismo año, sostuvo reuniones con madres de detenidos-desaparecidos, activistas y miembros de la prensa internacional, amplificando la visibilidad de la represión militar argentina.
Derian afirmó en una entrevista de la época: “El gobierno argentino no solo comete actos de barbarie, sino que niega públicamente esos abusos mientras miles de familias desconocen el paradero de sus seres queridos”. Estas palabras retumbaron en los círculos diplomáticos internacionales, despertando críticas directas hacia las autoridades militares argentinas.
El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
Un momento clave de este periodo ocurrió en 1979, cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) envió a Argentina a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Apoyada por el gobierno de Carter, la delegación de la CIDH documentó cientos de testimonios y presentó un informe detallado que describía la magnitud de las desapariciones, asesinatos y torturas en el país.
El informe de la CIDH tuvo un impacto profundo, aunque la dictadura militar intentó minimizar su alcance. Carter impulsó que estos hallazgos fueran remitidos al Congreso de los Estados Unidos y a organismos multilaterales para ejercer presión sobre el régimen argentino. Esto marcó un cambio en cómo la comunidad internacional abordaba las violaciones de derechos humanos cometidas en América Latina durante la década de 1970.
Impacto en la relación bilateral entre Argentina y Estados Unidos
El enfoque de Jimmy Carter hacia temas de derechos humanos afectó directamente la relación bilateral entre Argentina y Estados Unidos. Las autoridades militares interpretaron los actos del entonces presidente como una interferencia en los asuntos internos del país. A pesar de las tensiones, Carter mantuvo su política y abogó por sanciones económicas y diplomáticas específicas.
Paradójicamente, la administración de Carter también enfrentó críticas internas, especialmente de sectores conservadores en Washington que temían que la firme postura del presidente debilitara la posición estratégica de Estados Unidos contra la influencia soviética en la región. Sin embargo, Carter defendió consistentemente su enfoque, afirmando que los principios democráticos y los derechos humanos no podían ser sacrificados en nombre de consideraciones ideológicas.
A mediados de 1980, cuando Carter buscaba su reelección, ciertos sectores dentro de la política estadounidense promovieron un retorno a relaciones más pragmáticas con los regímenes autoritarios de la región. Sin embargo, los efectos de su postura hacia Argentina sentaron precedentes que influirían en futuras administraciones a la hora de evaluar alianzas bilaterales en contextos de violaciones masivas de derechos humanos.
Un legado que resuena
Aunque Jimmy Carter perdió la elección presidencial frente a Ronald Reagan en noviembre de 1980, su legado en materia de derechos humanos dejó una marca profunda. En Argentina, su política fue reconocida por múltiples organismos humanitarios y familiares de víctimas. En años posteriores, sobrevivientes y asociaciones como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo mencionaron la relevancia de la presión internacional que la gestión Carter impulsó para exponer al régimen militar.
A nivel global, la administración Carter demostró la importancia del protagonismo de Estados Unidos al respaldar causas de derechos humanos, sentando las bases de lo que más tarde sería una política internacional más comprometida con principios éticos. Aunque su mandato no logró cambios inmediatos, su enfoque marcó un punto de inflexión en cómo la Casa Blanca encaró su relación con gobiernos autoritarios.
Referencias adicionales
Para conocer más sobre este tema, visita el análisis completo realizado por Madeline Eisner en Infobae.