El cruce entre el diputado Benegas Lynch y el periodista Sietecase revela la ofensiva del oficialismo contra la UBA. Las afirmaciones del legislador sobre la universidad carecen de pruebas y buscan deslegitimar la educación pública. Este conflicto refleja una narrativa agresiva que busca debilitar el Estado en favor del mercado.
Benegas Lynch y Sietecase: un cruce que expone el trasfondo de la embestida contra la UBA
La tensión entre el diputado libertario Alberto Benegas Lynch (h) y el periodista Reynaldo Sietecase alcanzó un nuevo punto álgido tras una desafortunada declaración del legislador sobre la Universidad de Buenos Aires. Durante una entrevista en Radio con Vos, Benegas Lynch lanzó una provocadora afirmación: aseguró que en el subsuelo de la UBA “había prostíbulos por la noche”. La afirmación, de inmediato puesta en duda por el conductor, generó un cruce mediático con amplias repercusiones políticas y sociales, que se insertan en la estrategia discursiva del oficialismo para legitimar los recortes presupuestarios.
Sin pruebas inmediatas y frente al asombro del periodista, el diputado defendió su exposición apelando a una supuesta cobertura periodística previa. El intercambio no concluyó en el aire: Benegas Lynch luego recurrió a la red social X para compartir una nota publicada en 2001, donde se informaba sobre un hecho policial menor ocurrido en la Facultad de Derecho. La historia involucraba a un jefe de cerrajería que facilitaba encuentros sexuales pagos durante la noche, sin vínculo alguno con el cuerpo docente ni con la institución de manera oficial. El caso, juzgado y cerrado hace más de dos décadas, fue recuperado por el legislador en un intento de justificar sus dichos y, más allá, como argumento a favor del desfinanciamiento de las casas de estudio.
Sietecase recogió el guante. En la misma red social, cuestionó la intención del diputado de utilizar un hecho aislado y marginal para atacar una institución de prestigio como la UBA. Además, lo desafió públicamente a presentar evidencias sobre presuntos “ñoquis” en el Hospital Garrahan, otro blanco frecuente del oficialismo en su cruzada contra los supuestos privilegios del sector público. El periodista endureció su postura: “Si los hay, que los echen, pero que paguen bien a los médicos. Hasta ahora, no dieron un solo nombre”.
La controversia no sólo exhibe el estilo confrontativo del diputado, caracterizado por declaraciones explosivas y una narrativa que pivotea sobre la deslegitimación de lo público, sino que también refleja la lógica discursiva del gobierno libertario: instalar generalidades sin mayores fundamentos y luego justificarlas recurriendo a antecedentes difusos o aislados. En este caso, el uso de un hecho policial del año 2001 para desacreditar a la UBA parece más parte de esa táctica de desgaste institucional que un error comunicacional espontáneo.
En el plano político, el episodio sirve de termómetro para medir el avance de una narrativa cada vez más agresiva de parte de ciertos sectores del oficialismo hacia la educación pública. Benegas Lynch, economista liberal formado en la escuela austríaca, es uno de los voceros más vehementes del ala dura que impulsa una transformación radical del Estado, sin margen para matices. La UBA, símbolo de educación gratuita y de prestigio internacional, representa un obstáculo ideológico para esa visión. Demonizarla resulta estratégico en el camino hacia el ajuste estructural que persiguen.
En paralelo, el episodio revela la grieta que se profundiza en el ámbito mediático entre periodistas y funcionarios. La figura de Sietecase, lejos de ceder frente a la provocación, expuso la precariedad del argumento oficialista y denunció públicamente la manipulación de datos. El desgaste de este tipo de debates radica en que empantanan el análisis de los verdaderos problemas estructurales del sistema universitario y desvían el foco hacia polémicas estériles, pero útiles en términos de agenda pública.
La ofensiva del Ejecutivo sobre el gasto público encuentra un campo fértil en este tipo de declaraciones mediáticas, que funcionan como anzuelo para instalar en la opinión pública una imagen de corrupción o inutilidad asociada a ciertas instituciones. En ese sentido, la UBA no es un blanco aleatorio: es un bastión del pensamiento crítico, con fuerte presencia en la producción académica y profesional del país. Ponerla en cuestión permite al gobierno avanzar, simbólicamente, sobre uno de los pilares del Estado moderno argentino.
No se trata, por tanto, de una mera anécdota radial. El cruce entre Benegas Lynch y Sietecase es la manifestación de una disputa más profunda: la que se libra entre quienes conciben al Estado como garante de bienestar y quienes pretenden moldearlo al servicio exclusivo del mercado. En esa tensión, la educación pública aparece hoy en el centro de la escena, no sólo como botín presupuestario, sino como campo simbólico donde se define qué valores prevalecerán en la Argentina que viene.