El consumo de bienes de primera necesidad en Buenos Aires ha disminuido significativamente, afectando categorías esenciales como alimentos y bebidas. La inflación y la pérdida de poder adquisitivo han llevado a los consumidores a optar por compras restringidas. Contradictoriamente, el patentamiento de autos ha aumentado, reflejando decisiones de consumo en un contexto de inestabilidad económica.[Collection]
Consumo de bienes de primera necesidad disminuye en la ciudad
Categorías esenciales lideran la caída, revela informe del Indec porteño
En un contexto económico complejo, las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires evidencian una notable disminución en el consumo de bienes de primera necesidad durante los últimos meses. Según el organismo, productos de almacén, frutas, verduras y bebidas encabezan la lista de categorías con mayores retrocesos en las ventas.
El fenómeno preocupa, ya que afecta directamente a sectores esenciales de la canasta básica. Estas categorías mostraron descensos significativos, influyendo en el dinamismo comercial del día a día, mientras otros sectores de la economía parecen comportarse de manera opuesta. El patentamiento de autos, por ejemplo, reportó un incremento en el mismo período, un dato que contrasta de manera clara con la caída del consumo cotidiano.
Alimentos y bebidas: los más afectados
En el segmento de alimentos, se observaron retrocesos particularmente marcados en aquellos productos que suelen liderar las compras diarias del consumidor promedio. Por ejemplo, las frutas y verduras experimentaron una reducción que supera el promedio general, en parte debido a los elevados costos registrados en los meses pasados. Este fenómeno está acompañado de una menor compra de bebidas, tanto alcohólicas como no alcohólicas, lo que profundiza aún más la retracción.
Según un comerciante en el barrio de Balvanera, que prefirió no ser identificado, “la gente ha comenzado a priorizar menos cantidad y más precio. Antes llevaban bolsas cargadas, ahora compran solo lo justo y necesario”. Este tipo de testimonios refuerza la percepción de que los cambios en los hábitos de consumo están íntimamente ligados a las presiones inflacionarias y la pérdida de poder adquisitivo, una problemática que afecta a vastos sectores de la población urbana.
Comportamientos dispares en el mercado
Al mismo tiempo que las categorías esenciales ven su demanda disminuir, el Indec porteño reporta un aumento llamativo en el patentamiento de vehículos. Según datos oficiales, este rubro mostró una suba respecto al período anterior, lo que ha generado interrogantes sobre las decisiones de consumo de los ciudadanos.
Expertos del sector económico apuntan a que esta disparidad puede explicarse por las percepciones de inestabilidad macroeconómica. “En contextos de incertidumbre, muchas personas optan por destinar sus ahorros a bienes durables como los autos, que son vistos como refugios de valor frente a la depreciación del peso”, señala Federico Dellatorre, analista en economía urbana.
Impacto en el comercio minorista
Los pequeños comercios, particularmente aquellos dedicados a la venta de alimentos y productos de almacén, son algunos de los más perjudicados por esta tendencia bajista. En barrios como Almagro y Villa Crespo, varios dueños de almacenes han reportado que las ventas han caído hasta un 20% en comparación con el mismo período del año anterior.
“Es difícil sostener el negocio. La reposición de mercadería es cada vez más costosa y los clientes compran menos, lo que no nos deja margen”, comenta Susana Rodríguez, dueña de un almacén de cercanía. Al igual que ella, otros comerciantes destacan la falta de regularidad en las ventas como uno de los principales desafíos actuales.
Factores estructurales en juego
Entre las razones detrás de esta retracción se destacan la inflación persistente y las fluctuaciones en los precios relativos, que afectan severamente al poder adquisitivo de los hogares. Según estimaciones independientes, mientras la inflación anual supera el 100% en varias categorías básicas, los ingresos familiares no han crecido en igual proporción, limitando la capacidad de gasto de los consumidores.
Asimismo, el ajuste en las tarifas de servicios públicos y el encarecimiento de la canasta escolar en febrero han contribuido a una planificación más restrictiva en los presupuestos familiares. Incluso sectores de clase media, históricamente más estables, han comenzado a limitar sus compras, especialmente en productos de menor rotación.
Perspectivas a futuro
Pese a las cifras preocupantes, algunos economistas conservan una visión moderadamente optimista de cara a 2024. “La estabilización cambiaria y la entrada de ingresos adicionales por aumento de exportaciones podrían traducirse en una mejora del consumo hacia el segundo semestre”, opina Dellatorre. Sin embargo, este posible repunte dependerá en gran medida de la evolución de la macroeconomía y de políticas que impulsen la actividad interna.
A corto plazo, todo indica que los efectos de esta caída seguirán siendo observados en sectores clave del comercio minorista y en las cadenas productivas vinculadas a los alimentos y bebidas. Las perspectivas también demandan ajustes para familias, comercios y empresas, que deberán adaptarse a este escenario de restricción presupuestaria y consumo selectivo.
Fuente: Ismael Bermúdez