Cristina Kirchner enfrenta una apresurada condena a seis años de prisión, generando movilizaciones masivas del kirchnerismo, que busca presentarla como víctima del sistema judicial. La estrategia incluye agitación callejera y apoyo internacional, mientras el oficialismo lidia con el desgaste interno y la posibilidad de un renovado protagonismo de Kirchner en la política argentina.
Cristina Kirchner, la calle como escenario y el poder en disputa
Un operativo político sin precedentes se puso en marcha ante la inminente concreción de la sentencia condenatoria contra Cristina Fernández de Kirchner. La Corte Suprema ratificó su condena a seis años de prisión por la Causa Vialidad y, aunque la justicia estudia la posibilidad de otorgarle prisión domiciliaria para evitar una movilización multitudinaria a Comodoro Py, el kirchnerismo decidió no dar un paso atrás. La estrategia se define en dos niveles: agitación callejera y victimización institucional.
Desde el movimiento peronista comenzó a desplegarse una campaña que recuerda a los tiempos de proscripción o incluso a escenarios propios del exilio político. La consigna “Ella estuvo siempre, vos tenés que estar” fue el disparador de una convocatoria nacional impulsada por La Cámpora, intendencias, sectores sindicales y legisladores afines. El objetivo no es únicamente mostrar respaldo, sino recuperar simbólicamente la figura magnánima de Cristina víctima del aparato judicial, léase “Partido Judicial”. Ese es el lenguaje que circula en redes, actos barriales y declaraciones mediáticas.
Mientras tanto, el poder judicial también juega su parte. El Tribunal Oral Federal N°2 solicitó al Ministerio de Seguridad que se garantice un dispositivo especial en Comodoro Py. La verdadera discusión sin embargo se da entre bastidores: ¿puede exponerse al Estado a una manifestación masiva con riesgo de desborde? ¿Es más prudente notificar a la expresidenta en su domicilio para evitar la escena pública? Las internas en el oficialismo, que otrora se mantuvieron soterradas, afloran frente a esta decisión sensible, mientras el Gobierno monitorea el pulso social con más pragmatismo que ideología.
En esta dinámica emergen actores relevantes. La senadora Teresa García anticipó la magnitud del acto previsto como “una de las movilizaciones más grandes de la historia argentina”. Wado de Pedro, Florencia Carignano y Mayra Mendoza replicaron el llamado con flyers desde sus redes. En paralelo, el oficialismo advierte que pudo haberse orquestado un “show político” con posibles actores violentos infiltrados, como lo deslizaron fuentes del entorno presidencial ante el creciente temor a una provocación o intento de represión. La ministra Patricia Bullrich es apuntada como factor de escalada por los referentes kirchneristas.
La estrategia defensiva del kirchnerismo no se limita al ámbito local. El abogado Gregorio Dalbón ya movió fichas a nivel internacional denunciando la supuesta parcialidad del juicio ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Aunque esa instancia no puede anular la sentencia, sí podría sugerir su revisión, lo que abre un nuevo flanco comunicacional: el de una líder perseguida por sus ideales en plena democracia formal. El camino de la judicialización externa puede convertirse en un nuevo escenario para mantener viva la narrativa de Cristina proscripta.
Pero del otro lado, el desgaste en sectores del peronismo tradicional es evidente. Algunos gobernadores estarían barajando una participación moderada o incluso una no asistencia al acto, en una carrera política que busca alejarse de posibles costos electorales. Dentro del mismo oficialismo empiezan a proyectarse posibles herederos, voces que ya asumen que el liderazgo de CFK puede estar ante una etapa terminal en términos operativos aunque no simbólicos. La marcha del miércoles podrá ser masiva, pero también planteará la incómoda pregunta: ¿qué viene después?
En la misma línea, la oposición observa disímil. Algunos certeros, como Mauricio Macri, aprovecharon para reivindicar el “sistema que funcionó”, mientras otros en voz baja temen que esta situación regrese al kirchnerismo al centro de la escena. El show político, si no es controlado con precisión, podría darle oxígeno a un peronismo desarticulado tras las últimas derrotas electorales. El relato de “Cristina presa” es, paradójicamente, una oportunidad para reconstruir la épica, revitalizar a la base militante y reordenar el tablero con ella, una vez más, al centro.
El miércoles hay algo más que una convocatoria. El país se prepara para un nuevo punto de inflexión, donde el Partido Judicial, el Ejecutivo y el aparato político del kirchnerismo se encuentran en una pulsión de poder explícita. Cristina lo sabe mejor que nadie. La calle será su escenario. Lo que está en juego, sin embargo, trasciende su figura: es el ejercicio mismo del poder y el relato que lo legitima.