Javier Milei lanzó su campaña en Buenos Aires con fuertes críticas a Kicillof, destacando su apoyo a Espert. En un acto lleno de emoción, Milei presentó su gabinete y contrastó su gestión con el “fracaso” peronista, buscando movilizar al votante descontento y planteando una elección crucial para el futuro argentino.
Milei lanza su campaña en Buenos Aires con durísimas críticas a Kicillof y respaldo cerrado a Espert
Javier Milei atravesó el Rubicón electoral bonaerense con un acto que combinó épica libertaria, desahogo visceral contra la “vieja política” y oficialismo puro. En el Congreso de La Libertad Avanza realizado en La Plata, el presidente golpeó en todos los frentes: señaló a Axel Kicillof como “pichón de Stalin”, abrochó el apoyo de todo su gabinete y elevó a José Luis Espert como el ariete de la disputa de septiembre. Al margen de las formas estridentes, Milei marcó un gesto inequívoco: Buenos Aires se convierte en el próximo campo de batalla del plan refundacional que propone desde Casa Rosada.
El acto se desarrolló en el salón Vonharv, bajo estricta liturgia mileísta: ministra Patricia Bullrich, Mario Lugones, Luis Caputo, Federico Sturzenegger y Mariano Cúneo Libarona subieron al estrado, alineados en un gabinete que Milei presentó como “el truco detrás del milagro argentino”. Esa frase, además de teoría política, funcionó como estrategia comunicacional: el Presidente buscó contrastar lo que denomina gestión de excelencia con el “fracaso estructural” en la Provincia de Buenos Aires bajo la administración de Kicillof.
La jugada tenemos que leerla no tanto por el contenido, sino por el contexto: Milei eligió reforzar su presencia en el distrito más complicado e históricamente adverso para cualquier espacio liberal, amplificando a Espert como candidato fuerte. El respaldo en primer plano sugiere que el diputado bonaerense dejó de merodear como figura periférica para asumir centralidad electoral. El propio Espert fue quien abrió el evento, dándole el marco de importancia que el libertarismo le asigna a esta campaña.
Milei apeló a su estilo habitual: verbo incendiario, blanco definido, clímax emocional. No improvisó insultos: los lanzó con cálculo retórico. “Zar de la miseria, monarca diminuto, pichón de Stalin”, dijo de Kicillof, mientras que se autoproclamó portador del “modelo de la libertad”. En paralelo, denunció una Provincia capturada por privilegios, burocracia parasitaria y estructuras estatales corruptas. El objetivo es claro: movilizar al votante descontento con el peronismo bonaerense más tradicional.
Uno de los puntos más llamativos fue la referencia al reciente ataque a José Luis Espert. Una militante identificada con el kirchnerismo arrojó excrementos en su domicilio, hecho que Milei atribuyó directamente a “la vieja política que no tolera perder sus privilegios”. Allí aprovechó para enaltecer a Bullrich y su equipo, adjudicándoles la rápida identificación de la agresora. La lógica narrativa fue simple pero eficaz: allá ellos, la violencia; acá nosotros, la ley.
En términos de proyección electoral, el discurso fue explícito. Milei habló de “una elección histórica”, planteó que se está por decidir “el futuro de millones de argentinos” y convocó a los bonaerenses a elegir entre “el Estado como botín de amigos” o “el Estado como garante de la propiedad”. Atrás quedaron los matices ideológicos: la polarización entre libertad y estatismo toma forma plebiscitaria.
El mensaje también apuntó a encuadrar a la oposición. Según el análisis mileísta, el peronismo responde a cada ajuste con duplicación de impuestos, reemplaza despidos con nuevas contrataciones camufladas, y se moviliza con métodos “mafiosos”. No se trata solo de una crítica institucional, sino de un intento de demonización simbólica. Si Buenos Aires representa el bastión del peronismo duro, entonces convertirla en objetivo prioritario implica disputar la legitimidad total del adversario.
La elección del 7 de septiembre, por ahora de medio término, empieza a reformularse como una especie de referéndum territorial sobre el modelo libertario. La presencia contundente de ministros nacionales fue deliberada: salieron del microclima de la Capital para poner el cuerpo en un acto partidario, conscientes de que el oficialismo necesita ganar peso fuera del AMBA si quiere sostener su proyecto más allá de su núcleo duro de seguidores. El mensaje a los suyos fue claro: no hay excusas, la campaña está en marcha, y hay que llevarla hasta el último rincón de la provincia.
El cierre fue netamente proselitista: “La Libertad Avanza es el único vehículo capaz de dar vuelta esta página de la historia argentina”. Una frase genérica desde lo discursivo, pero potente desde el posicionamiento. Porque lo que Milei busca no es solo gobernar, sino ser símbolo de una ruptura. Y para eso, necesita ganar donde más difícil parece ganar: en Buenos Aires.