El presidente argentino, Milei, busca fortalecer la relación con el Papa, León XIV, ante críticas del Episcopado sobre su gobierno. A pesar de su habitual confrontación, opta por el silencio frente a la Iglesia, temiendo que una disputa afecte su imagen y apoyo social, especialmente en temas sensibles para los católicos.
Milei busca acercarse al Papa mientras calla ante duros cuestionamientos internos de la Iglesia
El presidente argentino intenta construir un vínculo directo con León XIV mientras el Episcopado nacional intensifica sus críticas sobre el rumbo del Gobierno. La estrategia parece clara: sellar una sintonía institucional con el Papa para blindarse de la creciente incomodidad que despierta su estilo confrontativo dentro de la Iglesia local. Lo curioso es que esta búsqueda ocurre en medio de un notable silencio oficial frente a las embestidas verbales del clero argentino, un hecho inusual en una administración acostumbrada a responder con dureza ante cualquier crítica pública.
La jugada comenzó a visibilizarse con la primera reunión entre Milei y León XIV, que duró 45 minutos y fue calificada como cordial. Allí, el presidente extendió una invitación para visitar la Argentina. Pero lo que generó mayor ruido diplomático fue la interpretación posterior: su vocero, Manuel Adorni, aseguró que el Papa “confirmó” su visita, un comentario que descolocó a la diplomacia vaticana por la ligereza con la que se comunicó algo que, en los códigos del Vaticano, siempre debe filtrar por canales protocolarios.
La necesidad del Gobierno por una imagen institucional junto al pontífice contrasta fuertemente con el silencio que mantiene frente a la ofensiva discursiva lanzada por obispos y organismos católicos contra Milei. En especial, llama la atención dado el historial confrontativo que caracteriza al mandatario, quien ha replicado sistemáticamente a dirigentes opositores, economistas, líderes sindicales y hasta artistas. Pero cuando la crítica viene desde los púlpitos, opta por el silencio.
Esa prudencia presidencial parece responder a una visión estratégica. Dentro de Balcarce 50 entienden que enfrentarse públicamente con la Iglesia podría enredar la visita papal y erosionar apoyos en sectores del electorado que tienen sensibilidad social vinculada a valores católicos. Por eso, frente a la ofensiva eclesial lanzada a partir del 19 de mayo, el Gobierno elige callar. Ese día, la Pastoral Social y la Comisión Justicia y Paz emitieron un comunicado condenando la represión frente al Congreso durante protestas por mejoras en jubilaciones. La violencia, dijeron, “nunca es la respuesta”.
Días después, el propio arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, lanzó dardos directos durante el tedeum del 25 de Mayo, con Milei en primera fila. “Se está muriendo la fraternidad, la tolerancia, el respeto… se muere un poco el futuro”, advirtió con dureza, en una alocución que expuso públicamente la distancia entre el pensamiento social eclesiástico y el ideario libertario del presidente. Habló de “terrorismo de las redes” y denunció la práctica sistemática de la descalificación y la difamación. Fue, por donde se lo mire, una homilía con destinatario claro.
La seguidilla de interpelaciones continuó, respaldada por diversas áreas de la Iglesia. Desde reclamos por el destrato a las personas con discapacidad —a quienes no se prioriza presupuestariamente, según denuncian obispos—, hasta cuestionamientos a la falta de obras básicas como cloacas y agua potable en barrios vulnerables. Aumentos en transferencias como la AUH y la Tarjeta Alimentar no alcanzan, advirtió el titular de Cáritas, Gustavo Carrara.
Uno de los golpes más simbólicos llegó desde la Conferencia Episcopal, en una carta dirigida a los médicos del Hospital Garrahan, donde se preguntan “qué tipo de sociedad no valora adecuadamente la misión de quienes cuidan la vida”. Un mensaje cargado de sentido ante el sesgo privatizador que algunos ven en las políticas de salud. Y como corolario, la Pastoral de Migrantes denunció el reciente decreto presidencial sobre migración al acusarlo de estigmatizante y violatorio de principios constitucionales. En todos los casos, las referencias al Ejecutivo son evidentes, aunque cuidadas en la forma. Nada en la Iglesia es casual.
La pregunta que flota en el aire es si Milei podrá construir una relación diplomáticamente funcional con León XIV sin desactivar su conflicto con la Iglesia argentina. Porque, incluso si el Papa acepta la invitación y visita el país en 2025, no podrá —ni querrá— ignorar las preocupaciones que los obispos han expresado con creciente intensidad. Difícil pensar, además, que el pontífice se preste a una postal de unidad sin condiciones, cuando la institución que representa ha hecho pública su inquietud por el modelo de gestión actual. Así, el acercamiento al Papa podría convertirse en un espejo incómodo que refleje, justamente, el divorcio interno.