La justicia argentina confirma que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado, no suicidado, en conexión con su denuncia del Memorándum con Irán y la investigación del atentado a la AMIA en 1994. Su muerte desató un intenso debate político y judicial, dejando dudas sobre los responsables del crimen.
La justicia argentina ha reafirmado que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado en relación directa con su denuncia contra el controversial Memorándum de Entendimiento firmado entre Argentina e Irán, y su investigación sobre el atentado terrorista contra la AMIA en 1994. Este caso, que en 2015 sacudió al país y desató un debate internacional, ha vuelto a cobrar relevancia tras la confirmación de que no se trató de un suicidio, sino de un homicidio conectado con su función como fiscal federal.
Un crimen conectado con un caso que marcó a la nación
Alberto Nisman fue encontrado sin vida el 18 de enero de 2015 en su departamento de Puerto Madero, apenas un día antes de comparecer ante el Congreso para profundizar las acusaciones que involucraban a altos funcionarios del gobierno argentino de entonces. Denunció que el Memorándum con Irán, aprobado en 2013, buscaba encubrir a los sospechosos iraníes del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que dejó 85 muertos y más de 300 heridos. Desde entonces, las circunstancias de su fallecimiento generaron una controversia política y judicial sin precedentes.
El reciente fallo judicial descarta las hipótesis iniciales de que Nisman habría decidido quitarse la vida. En cambio, apunta a que el fiscal fue víctima de un asesinato premeditado, cuya motivación principal habría sido silenciar su investigación.
Investigación judicial sostenida y sus conclusiones
El largo proceso para esclarecer qué ocurrió la noche de su muerte atravesó múltiples instancias judiciales, peritajes e informes técnicos. La más contundente evidencia surgió de una investigación realizada por la Gendarmería Nacional, que concluyó en 2017 que dos personas habrían estado implicadas en el asesinato de Nisman. Según este informe, el fiscal fue golpeado, reducido y finalmente ejecutado con un disparo en la cabeza.
El caso estuvo inicialmente bajo la órbita de la jueza Fabiana Palmaghini, pero debió trasferirse al fuero federal, donde el juez Julián Ercolini retomó las riendas. Ercolini coincidió con la hipótesis de homicidio, sustentándola en declaraciones de testigos y elementos técnicos presentados a lo largo del proceso. Los peritajes determinaron que el disparo que culminó con la vida del fiscal no pudo haber sido autoinfligido.
Un contexto político y judicial trabado
El entorno en el que operaba Nisman fue señalado como crítico para entender su caso. Representaba un eslabón clave en la búsqueda de justicia por el atentado a la AMIA, uno de los peores ataques terroristas ocurridos en Argentina. Su denuncia contra la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner y otros funcionarios, como el excanciller Héctor Timerman, apuntaba a la existencia de un pacto con Irán que habría permitido dar impunidad a los responsables de aquel atentado a cambio de beneficios económicos y comerciales.
La implicancia política encendió tensiones que trascendieron fronteras, con voces a favor y en contra tanto en el ámbito internacional como en el local. Este trasfondo no solo afectó la credibilidad de las instituciones argentinas, sino que también complicó el desarrollo de las investigaciones.
Las aristas de un asesinato que sigue dejando preguntas
Además de la muerte de Nisman, el caso desentrañó una compleja red de intereses políticos, diplomáticos y jurídicos. Incluso casi una década después, surgen dudas sobre los actores directos e intelectuales detrás del crimen. Aunque hay certezas importantes sobre las circunstancias de su muerte, la identidad de los responsables sigue siendo materia de especulación y análisis.
El caso ha avivado críticas sobre la falta de independencia en el Poder Judicial y las amenazas que enfrentan fiscales y jueces que investigan asuntos de alto impacto político. Asimismo, se ha convertido en un símbolo de la crisis de transparencia y confianza institucional en Argentina.
El asesinato de Alberto Nisman no solo silenció una voz clave en la investigación del atentado a la AMIA, sino que también dejó una marca indeleble en la política y la justicia argentinas. En el corazón de este caso permanece la pregunta: ¿habrá justicia alguna vez?
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