La Conferencia Episcopal Argentina entregó una invitación oficial al papa León XIV para visitar el país, simbolizando un gesto político y eclesiástico. Esta podría ser la primera visita papal desde Francisco, abordando un tema sensible en la relación con el poder local. La decisión del pontífice podría tener un impacto significativo.
Primer movimiento hacia una visita papal: León XIV recibió la invitación oficial para venir a la Argentina
La Conferencia Episcopal Argentina le entregó en mano al nuevo papa León XIV una invitación formal para visitar el país, en un gesto que trasciende lo protocolar y se carga de contenido político, simbólico y eclesiástico. El encargado de llevar la carta al Vaticano fue el obispo de Jujuy, Daniel Fernández, en lo que se considera el primer paso concreto para la llegada del pontífice nacido en Estados Unidos y nacionalizado peruano a la tierra de su antecesor, Francisco.
Tras un mes al frente del Vaticano, León XIV recibió el convite en una fecha nada casual. El episcopado eligió el aniversario de su entronización como momento clave para activar lo que se presenta como una reparación simbólica: que el sucesor de Pedro pise suelo argentino, algo que Francisco nunca hizo desde que fue elegido en 2013, y que se convirtió con los años en un tema incómodo para sectores del poder político y eclesiástico local.
La carta oficial fue firmada por el presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Mendoza Marcelo Colombo, y destaca “el deseo largamente esperado del pueblo argentino” de recibir al nuevo pontífice. El documento fue entregado por Fernández, vicepresidente segundo del cuerpo, quien aprovechó su estadía en Roma para concretar el gesto diplomático. Las palabras subrayan además el linaje simbólico que une al país con el papado actual: “Que visite la tierra de su predecesor, el papa Francisco, nuestra tierra argentina”, reza el mensaje, en un tono que busca conmover más que reclamar.
La visita de León XIV no solo sería la primera de su pontificado, sino también la segunda vez que un papa pisa suelo argentino. Solo Juan Pablo II lo hizo antes — en 1982, durante la Guerra de Malvinas, y en 1987. Francisco, pese a su origen porteño, optó durante toda su década en el trono de Pedro por evitar regresar a su país natal, una decisión que dio lugar a múltiples interpretaciones políticas y eclesiales.
La expectativa de una visita papal estaba latente desde el mismo día de la asunción del presidente Javier Milei, cuando el flamante pontífice le comentó a parte de la comitiva argentina su intención de viajar a Sudamérica. Esa voluntad fue revelada luego por el cardenal uruguayo Daniel Sturla, quien aseguró que León XIV ya manifestaba una inclinación por visitar tanto Argentina como Uruguay. En una conversación informal, el papa habría respondido afirmativamente a la sugerencia de que incluya estos destinos en su agenda, mirando a Sturla y al cardenal argentino Mario Poli con una sonrisa cómplice.
La jugada ahora queda en manos de Roma. En términos formales, el Vaticano ya tiene el convite en su poder. En términos políticos, la pelota está del lado de León XIV. ¿Aceptará? ¿Qué tiempos maneja? ¿Y qué mensaje querrá dar con su primera gira por la región? Todo indica que, de concretarse, la gira podría aprovechar el clima de renovación espiritual, pero también servir a los fines de reposicionamiento regional del Vaticano, tras un papado franciscano que priorizó otros territorios. Aunque aún no hay definiciones, la gestualidad es clara: la Argentina comienza a moverse temprano para asegurarse un lugar en el radar del nuevo líder de la Iglesia.
Si León XIV decide venir, el impacto político será inevitable. A diferencia de Francisco, cuya figura dividió aguas en el frente interno por sus posturas sobre la justicia social o su relación distante con los oficialismos, el nuevo pontífice todavía no tiene una impronta definida hacia América Latina. En ese sentido, la visita podría constituir un momento fundacional para marcar su estilo y evaluar su relación con gobiernos de signo liberal, como el de Milei, que mantiene un discurso disruptivo incluso hacia estructuras tradicionales como la Iglesia.
Por ahora, no hay fecha ni hoja de ruta. Pero la movida de la Conferencia Episcopal activa una dinámica de expectativa que obligará al Vaticano a responder. El peso simbólico de la carta no es menor: es una forma de decir que no solo la Iglesia argentina, sino también una parte del país, reclama la presencia visible de su pastor. Una señal que busca conjurar una década de ausencias con un gesto reparador de futuro. Y que, inevitablemente, tendrá consecuencias políticas en el escenario local.