El Senado bonaerense aprobó la reelección indefinida para legisladores, impulsando un intenso debate. Carlos Kikuchi, ex aliado de Milei, comparó la limitación a Churchill, afirmando que habría llevado al nazismo. La propuesta, vista como un retroceso institucional, avanza hacia Diputados, generando críticas de diversos sectores políticos.
Reelección indefinida y una analogía que desató la polémica: Churchill y el fantasma del nazismo
El Senado bonaerense aprobó un proyecto de ley que habilita la reelección indefinida para legisladores, concejales y consejeros escolares. Y aunque el resultado fue ajustado, el debate político se disparó por una defensa inusual: la de Carlos Kikuchi, ex aliado de Javier Milei, que justificó la medida con una comparación histórica explosiva. Según Kikuchi, limitar la posibilidad de reelección sería como haberle puesto un freno a Winston Churchill. “Si lo hubieran limitado, el mundo hoy sería nazi”, aseguró en su intervención ante la Cámara Alta. Y con ese argumento desplegó una defensa ideológica que dejó a la política local entre atónita y furiosa.
Kikuchi pasó de ser el hombre de confianza de Milei en la provincia de Buenos Aires a sentarse en una banca con iniciativa propia. Distanciado del presidente y con nuevo bloque parlamentario —Unión, Renovación y Fe—, abrazó el proyecto impulsado por el senador peronista Luis Vivona y lo defendió con fervor. “Churchill fue legislador durante más de 60 años y probablemente el político más importante del siglo XX. Si el Parlamento británico le hubiera prohibido reelegirse, el mundo libre habría sido nazi”, lanzó, apelando a una distopía que generó rechazo incluso entre sus antiguos socios libertarios.
La analogía no tardó en encender la polémica. Para algunos, un desliz demagógico. Para otros, una muestra de cinismo político. Lo concreto es que la iniciativa, calificada como un retroceso institucional por voces de todos los sectores, incluidas las del gobierno nacional, logró media sanción con una votación empatada que fue desempatada por la vicegobernadora Verónica Magario. Ahora, el proyecto va camino a Diputados y se espera que se intente aprobar antes del 19 de julio, fecha límite para oficializar listas de candidatos para las elecciones del 7 de septiembre.
La legislación vigente, la Ley 14.836 sancionada en 2016 durante el gobierno de María Eugenia Vidal con respaldo del Frente Renovador, establece un límite de ocho años para los cargos mencionados, lo que implica un máximo de dos mandatos consecutivos, con la obligación de esperar un periodo para ser reelecto. Su derogación supondría un cambio radical en las reglas del juego político provincial y ya movilizó a dirigentes que ven en esta movida una maniobra para blindar estructuras locales y perpetuar poder, en especial en el conurbano.
El golpe institucional tuvo su eco en la Casa Rosada. Fue Guillermo Francos, jefe de Gabinete, quien con dureza apuntó contra Kikuchi. “De ser el armador de un partido que luchaba contra la casta, pasó a ser parte de ella”, sentenció. Su crítica no fue aislada. Desde sectores del PRO, referentes del Frente de Izquierda y hasta peronistas sin alineamiento con el oficialismo bonaerense tacharon la reforma como una maniobra que deja a los ciudadanos sin herramientas para oxigenar la representación política.
Pero para Kikuchi, la libertad política no admite restricciones. En su discurso, agrandó el marco del debate, trasladándolo del reglamento provincial a la filosofía política. “Prohibirle a un ciudadano elegir libremente a los representantes que le parezcan mejores cuantas veces quiera es un disparate desde el punto de vista ideológico”, afirmó. En su lógica, la reelección indefinida es una forma de empoderar al votante, y no una herramienta para asegurar estructuras enquistadas en los poderes legislativos locales.
La historia reciente, sin embargo, ofrece ejemplos contrarios. Desde 2016, la ley 14.836 había sido celebrada —aunque también resistida— como un mecanismo moderado que impulsaba la alternancia sin dejar afuera a dirigentes con proyección. En su momento, fue un gesto hacia la modernización institucional y la profesionalización del ejercicio legislativo. Hoy ese principio parece diluirse en un clima marcado por urgencias electorales y alianzas replanteadas.
La sorprendente intervención de Kikuchi sirvió de catalizador para un debate urgente: ¿es la reelección indefinida una vía para fortalecer la democracia, o un atajo para consolidar privilegios de una dirigencia que no quiere ceder el control del territorio? La respuesta no es sencilla —ni única—, pero el modo en que se dio esta discusión reabre la pregunta sobre cuán permeables son nuestras instituciones a los caprichos del poder. Formalismos aparte, lo que está en juego no es solo una banca más o una cara conocida en la boleta. Lo que está en juego, en definitiva, es la regla que separa representación de perpetuación.
La sesión dejó una sensación incómoda en el aire: mientras algunos apelan a Churchill, otros recuerdan el peso de mirar hacia otro lado cuando los límites empiezan a correrse en nombre de la libertad. Y si algo ha demostrado la política argentina, es que lo excepcional rara vez se queda en eso: es apenas el principio de lo habitual.