Israelíes y palestinos miran con expectativa el desarrollo de una posible tregua que busca poner fin a los enfrentamientos recientes en la Franja de Gaza. Sin embargo, la compleja realidad que atraviesan ambas partes hace que este alto al fuego sea percibido más como un respiro temporal que como una solución definitiva al conflicto.
Una tregua con incertidumbres
Las negociaciones para el cese de hostilidades han sido impulsadas por mediadores internacionales, incluyendo Egipto y Qatar, en cooperación con Naciones Unidas. A pesar de los avances en las mesas de diálogo, el acuerdo sigue siendo precario, con ambas partes planteando demandas difíciles de conciliar. Mientras Israel busca garantías de seguridad frente al lanzamiento de cohetes desde Gaza, los palestinos exigen alivios al bloqueo económico y la suspensión de incursiones militares en el enclave.
Un residente de Gaza, identificado como Ahmed al-Masri, expresó su escepticismo: “Esta tregua puede detener los bombardeos, pero nuestro sufrimiento diario debido al bloqueo no desaparecerá”. La misma preocupación es compartida por numerosas organizaciones humanitarias, que alertan sobre el impacto persistente de las restricciones al movimiento de personas y bienes en la franja.
El impacto de las últimas hostilidades
La última escalada de violencia dejó un saldo devastador en ambos lados. Según el Ministerio de Salud en Gaza, al menos 230 palestinos, incluyendo 65 niños, murieron en los ataques aéreos israelíes durante las recientes semanas. Por su parte, Israel reportó 12 muertos como consecuencia del lanzamiento de cohetes por parte del movimiento islamista Hamás y otros grupos militantes.
Los daños materiales también son significativos. En Gaza, edificios residenciales, escuelas y hospitales han sido gravemente afectados, agravando una crisis humanitaria que, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), ya era insostenible. Mientras tanto, barrios del sur de Israel también han sufrido daños por el impacto de proyectiles.
Presiones internacionales
La comunidad internacional ha intensificado la presión para evitar una repetición de la violencia. Estados Unidos, principal aliado de Israel, ha reiterado su apoyo al “derecho a la defensa” de Israel, aunque ha instado al primer ministro Benjamin Netanyahu a tomar medidas para reducir las tensiones. Por otro lado, países como Turquía e Irán han condenado enérgicamente las acciones israelíes en Gaza.
En Europa, líderes como el presidente francés Emmanuel Macron han abogado por una solución diplomática que incluya la reactivación de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos. Sin embargo, estas iniciativas enfrentan desafíos importantes, como la desconfianza mutua y la falta de un consenso interno entre las facciones palestinas.
Una franja marcada por la desigualdad
El bloqueo israelí impuesto desde 2007 ha llevado a una dependencia casi total de la ayuda internacional por parte de los dos millones de habitantes de Gaza. Según el Banco Mundial, la tasa de desempleo en el enclave supera el 50 %, y más del 80 % de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
En contraste, Israel continúa desarrollándose como una potencia tecnológica y militar en la región, aunque enfrenta desafíos domésticos, como la fragmentación política y el creciente malestar social ligado a grupos ultraderechistas y religiosos.
Frente a esta disparidad, los analistas coinciden en que cualquier tregua será solo un paliativo si no viene acompañada de medidas concretas para abordar las causas estructurales del conflicto.
Fuente de la información: LA NACION