Un vuelo directo entre Buenos Aires y Tel Aviv marcará un hito político y geoestratégico. Anunciado por el embajador argentino, esta conexión, que reduce el tiempo de viaje a 15-16 horas, simboliza un realineamiento de la política exterior argentina hacia Occidente, reforzando lazos con Israel y condenando el terrorismo.
Vuelo directo entre Buenos Aires y Tel Aviv: una jugada de alto impacto político y geoestratégico
Se oficializará en junio: por primera vez en la historia, una aerolínea conectará directamente a Buenos Aires con Tel Aviv. El anuncio, confirmado por el embajador argentino en Israel, Axel Wahnish, se enmarca dentro de la visita presidencial de Javier Milei al Estado hebreo, un viaje que no solo recorrerá cuestiones diplomáticas, sino que lo consagrará como una figura política de alto perfil en la escena internacional, donde será galardonado con el Premio Génesis, el llamado “Nobel Judío”. Esta ruta, operada por El Al Israel Airlines, representa un puente directo entre los dos países, pero también un símbolo político cargado de significado y alineamientos estratégicos.
El movimiento del Gobierno argentino va más allá de la conveniencia logística. La conexión aérea, que reducirá a unas 15-16 horas el traslado entre ambas capitales, aparece como el corolario visible de una política exterior realineada. En tiempos de procesos geopolíticos volátiles y ruptura de consensos tradicionales, Argentina se posiciona junto a Israel en un gesto que combina afinidad política, económica y un mensaje ideológico contundente: no más ambigüedades respecto al terrorismo ni neutralidades diplomáticas que incomoden a sus nuevos aliados.
Con la firma del acuerdo con Benjamin Netanyahu, el presidente argentino no solo afianza sus lazos con uno de los principales aliados geoestratégicos de Estados Unidos en Medio Oriente, sino que deja en claro su voluntad de reposicionar la imagen del país ante organismos internacionales y redes de influencia occidentales. El mensaje es claro: la política exterior argentina ya no será equidistante entre las potencias que dividen al mundo, sino decididamente occidental, pro-Israel y con una narrativa moral que condena explícitamente al terrorismo.
Milei aprovechará su estancia en Israel para firmar un memorándum de entendimiento centrado precisamente en la lucha contra el terrorismo y las dictaduras, dos ejes que el jefe de Estado considera fundamentales para su política exterior y que funcionan como antítesis del kirchnerismo. “Mientras los kirchneristas hacían un memorándum con Irán, nosotros hacemos uno con Israel”, declaró en reiteradas ocasiones. Esa comparación, buscada, meditada, le permite operar no solo en el plano exterior sino también en el tablero interno: contrastar sus decisiones con el pasado reciente, acusando a sus adversarios de complicidad con el encubrimiento del atentado a la AMIA y planteando su liderazgo bajo la bandera de la justicia y la libertad global.
El premio que recibirá en el parlamento israelí refuerza esta construcción. Con un millón de dólares en juego —que Milei prometió destinar a programas que fomenten vínculos entre América Latina e Israel— el acto trasciende lo ceremonial. Es una declaración política, un posicionamiento estratégico. Entre los criterios que motivaron su designación como ganador se encuentran sus votos récord de apoyo a Israel en las Naciones Unidas y la clasificación oficial de Hamás y Hezbolá como organizaciones terroristas. Una decisión que tuvo alto impacto diplomático, especialmente en el contexto de la guerra en Gaza, y que desmarca la postura argentina del bloque latinoamericano, donde predominan las posiciones más críticas hacia Tel Aviv.
La figura de Milei ha despertado fervor en Israel. Según Axel Wahnish, en la sociedad israelí el mandatario es percibido como un líder con “claridad moral”, lo que lo eleva a un plano casi simbólico en el electorado de derecha religiosa y en círculos empresariales que ven en Argentina una posible plataforma liberal aún por explotar. Si Buenos Aires se convierte en una capital aliada, el flujo comercial, turístico y tecnológico podría acelerarse en ambas direcciones, algo que la nueva ruta aérea buscará propiciar.
En el fondo, esta decisión también tiene resonancia doméstica. En medio de ajustes económicos severos y un clima social con tensión creciente, el Gobierno necesita victorias políticas que excedan lo económico. La política exterior se convirtió en uno de los pocos escenarios donde Milei puede marcar agenda, ganar protagonismo y fortalecer su base simbólica. A falta de resultados inmediatos en la vida cotidiana, otorga imágenes de liderazgo fuerte, valiente y con convicciones nítidas que se proyectan más allá del corto plazo.
La postergada modernización de la relación bilateral entre Argentina e Israel encuentra en este vuelo directo su punto de inflexión. Una decisión que no solo conecta dos países por aire, sino que realinea a la Argentina con la lógica estratégica de las democracias occidentales. En tiempos de polarización global, el nuevo tramo Buenos Aires-Tel Aviv se convierte en un vector de identidad política y un mensaje dirigido no solo al mundo, sino también al corazón de la política argentina.