El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, destacó logros fiscales históricos y advirtió sobre la caída en la coparticipación federal durante su discurso inaugural. Con un superávit acumulado y un enfoque en obra pública, busca mantener autonomía política sin agredir al gobierno nacional, mientras enfrenta incertidumbres financieras.
Pullaro advierte sobre caída de la coparticipación en tono austero, mientras destaca logros fiscales y proyecta obra pública
En su discurso de apertura de sesiones legislativas, el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, trazó un mensaje de equilibrio delicado entre la celebración de resultados fiscales históricos y la advertencia velada hacia la Nación por la merma en los giros de coparticipación. “Tenemos las cuentas en orden”, aseguró, con datos que muestran un superávit acumulado de casi un billón de pesos en los últimos 15 meses. Pero el alivio financiero no fue suficiente para opacar la señal más fuerte que envió a Buenos Aires: la preocupación creciente por la caída sostenida de los recursos federales, un dato económico que, en clave política, encierra un reclamo ante la gestión de Javier Milei.
La advertencia no fue menor. Pullaro apeló a la frase “mirar con atención” la dinámica descendente de la coparticipación federal, una definición reveladora en el contexto del ajuste fiscal nacional que afecta directamente a las provincias. Detrás del tono técnico, se esconde la construcción de un discurso diferenciado pero aún no confrontativo con el gobierno nacional. Por ahora, Santa Fe busca marcar autonomía sin romper puentes con la Casa Rosada, al tiempo que se cubre ante un escenario de incertidumbre fiscal. De fondo, se asoma la pulseada por la deuda previsional que la Nación mantiene con la provincia, estimada en 1,3 billones de pesos.
La estrategia de Pullaro se apoya en mostrar ahorro público, ajuste administrativo y eficiencia estatal. Los números que mostró tuvieron una intención política clara: blindarse ante futuras tensiones económicas poniendo en valor la gestión ordenada. Recortó más de 4.700 posiciones entre personal permanente, funcionarios y contratados desde diciembre, y lo usó como prueba de que el ajuste no se le exige solo a otros. En una provincia marcada por fuertes sindicalismos y un aparato estatal robusto, esa reducción no es un dato menor. Sirve tanto para su frente interno como para modular su imagen ante la Nación, como un aliado fiscalmente responsable en un contexto donde sobran los pedidos pero escasean los interlocutores confiables.
El otro factor con el que el mandatario pretende marcar diferencias es una política tributaria que, según su versión, no castiga al aparato productivo. Beneficios fiscales al comercio, transporte, hotelería y reducciones del impuesto inmobiliario para productores chicos y medianos. También se eliminaron cargas indirectas a alrededor de 2.000 pymes, y se lanzó una devolución de saldos fiscales a contribuyentes, un guiño que busca sostener el consumo y atenuar la presión impositiva sin comprometer recursos genuinos. Pullaro sabe que en tiempos de recesión, la política fiscal puede marcar diferencias claves con otras provincias.
El capítulo económico no se limitó a la foto fiscal. Dio detalles de una inversión en obra pública y financiamiento productivo superior a los 59.000 millones de pesos, volcados en distintas líneas de crédito destinadas a sectores como la industria, el agro y el turismo. La apuesta apunta a reforzar la matriz productiva local en un contexto macroeconómico adverso. Ahí también hay una lectura política: el Estado no se retira, como se predica desde Nación, sino que cumple un rol activo en impulsar empleo e inversión. La alusión a maquinaria “nacional” y preferencia por “equipos santafesinos” también tuvo aroma a defensa industrial local en tiempos de apertura desregulada.
El discurso fue elocuente en sus silencios. No hubo alusiones directas al Presidente o a su ministro de Economía, pero fue evidente a quién iba dirigido el mensaje. Pullaro evita confrontar frontalmente, pero construye una narrativa de gestión con cifras que funcionan como escudo ante posibles avances nacionales. A diferencia de otros mandatarios que optaron por el sindicalismo combativo o el silencio absoluto, Santa Fe apuesta por el equilibrio: pone en marcha obras, mejora la recaudación sin subir impuestos, y al mismo tiempo exige lo que cree que le corresponde, con datos en mano.
La relación entre Nación y Provincia se filtra por todos los poros del discurso. La deuda previsional es parte de una agenda que seguirá tensando el vínculo institucional. Con números finos y relato de gestión, Pullaro intenta sentarse con mayor fuerza en la mesa de decisiones. Su reto será sostener esa narrativa si los fondos desde la Casa Rosada siguen cayendo. Sin ruptura, pero con un llamado de atención, el gobernador dejó en claro que no está dispuesto a resignar ni recursos ni protagonismo.