Carlos Melconian critica el plan del gobierno para los “dólares del colchón”, señalando que carece de profundidad estratégica y es un intento aislado de política económica. Asegura que sin confianza ni un rumbo claro, los ahorristas no cambiarán sus hábitos. La falta de un pacto económico afecta decisivamente la gestión actual.
Melconian cuestiona el plan para los “dólares del colchón” y expone la falta de una hoja de ruta económica
La iniciativa del gobierno para facilitar el uso de ahorros no declarados, conocida popularmente como el plan para los “dólares del colchón”, recibió una respuesta categórica del economista Carlos Melconian, quien advirtió que el anuncio carece de profundidad estratégica y responde más a una lógica de ensayo y error que a un programa económico coherente. En sus palabras, “mi canuto es mi canuto”, una frase informal pero reveladora que sintetiza su postura: sin confianza ni rumbo programático, los ahorristas no modificarán sus hábitos financieros por un simple decreto.
El gobierno presentó el “Plan de Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos” con el objetivo de blanquear fondos no declarados sin exigir la procedencia de los mismos, eliminando registros de información y elevando los umbrales de control sobre movimientos financieros. Sin embargo, para Melconian, el anuncio no genera un cambio de paradigma. Lo describió como un intento aislado en el marco de una política económica “experimental”, donde lo coyuntural prima sobre lo estructural.
Técnicamente, el plan reduce significativamente la exigencia de registros a través de la agencia ARCA (Agencia de Recaudación y Control Aduanero) para transferencias y depósitos bancarios. Por ejemplo, las transferencias entre particulares solo se informarán a partir de los 50 millones de pesos y en el caso de personas jurídicas desde los 30 millones. Extracciones en efectivo comenzarán a reportarse recién por encima de los 10 millones. Para Melconian, estas medidas pueden tener impacto en una minoría con acceso a grandes sumas, pero no construyen confianza sistémica ni generan un cambio sustancial en la economía informal.
El contexto en el que el Gobierno lanza esta iniciativa es clave: inflación desacelerándose pero aún elevada, reservas en tensión, y una administración que sigue buscando medidas de shock para darle oxígeno a un modelo sin respaldo legislativo ni plan económico formal. Para Melconian, los anuncios representan una matriz clásica de “titulares sin sustancia” donde los efectos concretos sobre el comportamiento financiero serán mínimos. “No hay un antes y después de este anuncio”, afirmó tajantemente.
La crítica no solo apunta al contenido técnico del plan, sino al método. Según el economista, es un error encarar medidas sueltas sin un encuadre programático que organice prioridades y genere credibilidad. “Primero vas a una cosa y después pasás a la otra”, insistió. Es decir, sin orden ni previsibilidad, cada medida queda flotando en un mar de incertidumbre que desalienta tanto la inversión como el consumo.
En el fondo, el debate vuelve a girar sobre la ausencia de un norte económico que ordene las decisiones de política pública. Para un sector del oficialismo, estas medidas representan pragmatismo puro: mover con lo que se tiene. Pero para expertos como Melconian, reflejan el síntoma de una Argentina sin pacto económico ni claridad de rumbo. La idea de que “la agenda la impone el anuncio del día” es para él una muestra más de la falta de profesionalismo en la conducción macroeconómica.
El plan incorpora también un nuevo régimen simplificado del impuesto a las ganancias, focalizado solo en facturación y gastos deducibles, excluyendo consumos personales y variación patrimonial. En teoría, esto permitiría a muchos contribuyentes ordenar su situación fiscal con menor burocracia. Desde junio, el sistema propondrá automáticamente una liquidación anual que podrá ser aceptada o modificada, un intento de acercar al informalismo hacia la institucionalidad. Pero el escepticismo se mantiene: sin incentivos fuertes ni garantías jurídicas duraderas, muchos seguirán eligiendo el anonimato del colchón.
La reacción del mercado, si bien silenciosa, amplifica estas preocupaciones. No hubo movimiento relevante en los precios paralelos del dólar ni una aceleración en operaciones bancarias que sugieran un entusiasmo por regularizar activos. Entre líneas, lo que se lee en el sistema financiero es más una espera cauta que una ola de confianza.
El mensaje de fondo que emerge, tanto desde expertos como desde el propio comportamiento ciudadano, es que la confianza no se decreta ni se compra con facilidades transitorias. Se construye con previsibilidad, reglas del juego claras y, sobre todo, con un horizonte político capaz de sostener decisiones complejas a lo largo del tiempo. Esa es, al menos por ahora, la gran deuda pendiente de la gestión económica actual.