Las criptoestafas han incrementado debido a la falta de regulación y al desconocimiento en muchos mercados. Métodos como esquemas Ponzi y la promoción en redes sociales atraen a inversores incautas. Organismos internacionales advierten sobre los riesgos, mientras las pérdidas superan los 1.000 millones de dólares en solo dos años.
El auge de las criptoestafas y sus métodos de engaño
En los últimos años, las estafas relacionadas con criptomonedas han aumentado exponencialmente en diversas partes del mundo. La falta de regulación en algunos mercados, sumada al desconocimiento general sobre el tema, ha fomentado el crecimiento de esquemas fraudulentos que prometen grandes rendimientos pero terminan en la pérdida total de los fondos de los inversionistas. Este fenómeno ha llevado a diferentes organismos internacionales a advertir sobre los riesgos y a reforzar medidas de prevención.
Uno de los métodos más utilizados por los estafadores es la creación de criptomonedas sin respaldo o esquemas piramidales que funcionan bajo la modalidad de Ponzi. Estas iniciativas suelen captar a potenciales víctimas mediante anuncios llamativos en redes sociales y foros, donde se presentan casos de supuestos inversionistas que han generado grandes ganancias en poco tiempo. La realidad, sin embargo, es que estos esquemas dependen de la entrada de nuevos participantes para pagar rentabilidades a los antiguos hasta que el sistema colapsa.
En Argentina se han reportado múltiples casos de criptoestafas en los últimos años. Una de las más resonantes fue Generación ZOE, un conglomerado liderado por Leonardo Cositorto, que prometía retornos mensuales superiores al 7%. Tras atraer a miles de inversores, la organización fue desmantelada por la justicia tras revelar que operaba bajo un esquema Ponzi. Cositorto fue detenido y actualmente enfrenta procesos judiciales por fraude.
Cómo operan las criptoestafas y el papel de las redes sociales
Los estafadores han encontrado en las redes sociales un terreno fértil para la captación de nuevas víctimas. Plataformas como Facebook, Telegram e Instagram han servido para difundir información engañosa, vincularse con comunidades de entusiastas de las criptomonedas y generar confianza en potenciales inversores. En muchos casos, los esquemas fraudulentos cuentan con embajadores o promotores que utilizan su imagen pública para legitimar el negocio, incentivando así la inversión.
Según un informe de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC), desde 2021 hasta 2023 se han reportado estafas en criptomonedas con pérdidas que superan los 1.000 millones de dólares. La falta de regulaciones claras y la dificultad de rastrear los fondos perdidos complican la tarea de las autoridades para recuperar los activos de los estafados.
La rápida propagación de estos esquemas ha motivado advertencias de organismos como la Comisión Nacional de Valores (CNV) en Argentina, que ha instado a los ciudadanos a informarse antes de invertir. Sin embargo, las promesas de rentabilidad rápida y la aparente legitimidad de algunas plataformas continúan atrayendo a personas sin experiencia en el ámbito financiero.
A nivel internacional, otros casos como el de OneCoin, liderado por Ruja Ignatova, demostraron la magnitud del problema. OneCoin logró captar miles de millones de dólares a nivel global antes de que su operadora desapareciera en 2017, lo que despertó investigaciones por fraude en diferentes países.
Mientras la industria de las criptomonedas sigue en expansión, las autoridades enfrentan el desafío de crear marcos regulatorios eficientes que protejan a los inversores sin limitar el desarrollo tecnológico. En un contexto donde la descentralización es una de las principales características del sector, ¿qué herramientas podrían implementarse para frenar este tipo de delitos?