Los trabajadores sociales enfrentan desafíos profundos bajo el gobierno de Javier Milei, marcado por la reducción del Estado y el aumento de la pobreza. Su vital labor se torna más compleja ante la falta de recursos, intensificando la urgencia de apoyar a comunidades vulnerables en medio de severas crisis económicas y sociales.[Collection]
Desafíos del trabajador social en el gobierno de Milei

Un año de Milei: cambios radicales y nuevos escenarios
Hoy, en el Día de las y los Trabajadores Sociales, también se celebra el Día Universal de los Derechos Humanos, recordando la importancia de las tareas que estos profesionales llevan a cabo en contextos de desigualdad y vulneración. Sin embargo, este año esta efeméride se encuentra teñida por un nuevo marco político y económico en el país. Ya pasó un año desde que Javier Milei asumió como presidente y, mientras su gestión sigue dividiendo aguas, el impacto en las vidas de millones de argentinos es incuestionable.
Con reformas de impacto profundo, un proyecto económico de corte liberal y una reducción considerable del aparato estatal, los desafíos para los trabajadores sociales se renovaron… pero las necesidades sociales no disminuyeron. Al contrario, las problemáticas parecen haberse recrudecido: la pobreza, la falta de acceso a recursos básicos y el debilitamiento de los sistemas de protección social demandan mayor intervención, justamente en un contexto donde esas herramientas se ven cada vez más restringidas.
Reducción del Estado: ¿un obstáculo insalvable?
Una de las características más definitorias de la presidencia de Milei ha sido su idea de “achicar al Estado”. La eliminación de organismos, ministerios y programas sociales que antes definían políticas públicas de ayuda directa han tenido profundos efectos en la vida cotidiana. Uno de los casos más simbólicos es la desaparición del Ministerio de Desarrollo Social, cuyas funciones pasaron a repartirse de manera residual en instancias menores del gobierno.
Para profesiones como la del trabajador social, se ha tratado de un golpe casi definitivo. ¿Cómo planificar estrategias de intervención en barrios vulnerables si los recursos son escasos, incompletos o inexistentes? Muchas voces del sector denuncian una suerte de desarticulación calculada. Sin un marco institucional que asegure cobertura para las familias más golpeadas por la inflación y la crisis económica, el trabajo en territorio se torna cuesta arriba.
A Florencia Díaz, una trabajadora social de 32 años con base en Quilmes, la situación no la sorprende, pero sí le duele. “Cuando Milei hablaba de eliminar subsidios y planes sociales, ya nos imaginábamos el escenario. Lo que no pensé es que las cosas fueran a desmoronarse tan rápido. Hoy la gente no pide herramientas para salir adelante, está pidiendo comida. A ese nivel llegamos”.
La realidad de las mayorías: entre ajustes y aislamiento
Los sectores más vulnerables han sido los principales afectados por las políticas de ajuste. Desde retiradas masivas de subsidios hasta la dolarización tentativa, las transformaciones económicas impulsadas por el gobierno han tenido un alto costo social. Las cifras, aunque frías, cuentan una historia difícil de ignorar: el índice de pobreza ha escalado drásticamente y cada vez más familias atraviesan situaciones de indigencia.
Sin embargo, lo que muchas veces queda fuera de las estadísticas son las dinámicas cotidianas. Marta, vecina de González Catán y madre de tres hijos, describe cómo se vive la crisis desde su barrio. “Antes por lo menos había lugares donde podíamos ir a buscar mercadería; un comedor, una salita. Ahora todo es pura fila, o directamente no hay más entregas. Me destruyeron las pocas herramientas que tenía para sostener a mis chicos”, relata al borde de las lágrimas.
Lo más preocupante es que este proceso de empobrecimiento no muestra señales de desacelerarse. Los trabajadores sociales, por su parte, intentan resistir, pero ya denuncian que se les dificulta seguir atendiendo demandas sin un esquema básico que permita garantizar derechos: alimento, salud y vivienda.
¿Héroes sin capa? La labor silenciosa que sostiene territorios
En este nuevo esquema, los trabajadores sociales han sido, en muchos casos, los que ponen el cuerpo frente a la situación de crisis, redoblando esfuerzos y remedando con creatividad las ausencias estatales. A lo largo y ancho del país, se han organizado redes solidarias, ollas populares y acciones barriales para contener lo que el gobierno no cubre.
Sin embargo, la sobrecarga emocional y física que enfrentan también deja sus huellas. “Ya no sé si somos trabajadores sociales o bomberos apagando incendio tras incendio. Cuando llegás a los barrios sentís que siempre hay algo más por hacer, otra urgencia. Antes por lo menos teníamos políticas para canalizar lo que la gente necesitaba. Ahora pareciera que todo depende de voluntad propia y eso nos está pasando factura”, advierte Rodrigo Paredes, de 40 años, quien trabaja en el conurbano bonaerense.
La constante sensación de estar solos frente al temporal es otra de las grandes denuncias del sector.
Abrazar el desafío: una apuesta colectiva
En este marco, los trabajadores sociales no solo resisten: también debaten cómo reinventar su práctica frente a un gobierno que niega la validez de su función. Algunos sugieren apostarlo todo a la articulación con organizaciones barriales y movimientos sociales, otros proponen fortalecer la autogestión en las comunidades como una herramienta de empoderamiento.
Mientras tanto, el mensaje de quienes están en los territorios parece claro: no se trata de ideologías, sino de sobrevivir. “Milei ha prometido libertad, pero para miles de familias la única libertad que tienen ahora es escoger entre pasar frío o pasar hambre. Nuestra profesión siempre fue acompañar, construir, entender, pero hoy nuestra primera misión es no rendirnos”, concluye Florencia, con la certeza de que seguirán buscando alternativas incluso cuando el panorama luce desolador.
Este Día de las y los Trabajadores Sociales en la Argentina, el trabajo no se celebra. Pero se reafirma. Porque en un país donde las estructuras parecen desdibujarse, lo único que queda firme es la empatía y la convicción de no dejar a nadie atrás.