Diana Zurco, periodista argentina, quedó varada en Tel Aviv durante la escalada bélica entre Israel e Irán, mientras asistía a la Marcha del Orgullo. Su experiencia expone los riesgos que enfrenta el personal diplomático y la vulnerabilidad del colectivo LGBTQ+ ante situaciones de conflicto, resaltando la falta de previsiones diplomáticas.
Diana Zurco atrapada en medio del conflicto Israel-Irán: la diplomacia silenciosa y el precio del orgullo
La periodista y conductora argentina Diana Zurco quedó varada en Tel Aviv en medio de la escalada bélica entre Israel e Irán. Tras los misiles lanzados desde territorio israelí hacia objetivos iraníes considerados estratégicos, el país entero activó su protocolo de defensa: sirenas, refugios y advertencias oficiales. Este marco de tensión diplomática y militar atrapó a Zurco —figura emblemática dentro del colectivo LGBTQ+ en Argentina— mientras se encontraba en Israel para asistir a la Marcha del Orgullo. Una jornada que había sido pensada para visibilizar derechos y conquistas, terminó envuelta por el eco de una posible represalia militar.
Zurco fue clara en sus redes: alarmas a la madrugada, evacuaciones, escaleras de emergencia, refugio improvisado. Es la crónica de una estadía atravesada por una alta sensibilidad geopolítica. Israel vive en estado de alerta, Irán proyecta su respuesta y, en medio, ciudadanos, periodistas y representantes de distintos países enfrentan el dilema logístico y humano. ¿Cuándo se puede salir? ¿Quién garantiza seguridad diplomática? ¿Lo simbólico de la participación en una marcha justifica el costo real del riesgo físico?
Lo que sorprende no es solo la complejidad del episodio, sino su trasfondo: Argentina no se encuentra directamente involucrada en el conflicto, pero la presencia de su delegación —no oficial— en eventos internacionales en territorios en disputa o bajo amenaza constante expone a sus ciudadanos. En este caso, una figura de alta visibilidad nacional. Fuentes del entorno de la periodista señalan que la Embajada argentina en Tel Aviv fue informada, aunque no hubo intervención inmediata, en línea con los resguardos diplomáticos mínimos que caracterizan el estilo de Cancillería en medio de conflictos internacionales que no involucran intereses directos.
Aquí aparece una de las claves de fondo: la situación no solo arroja luz sobre las complicaciones que pueden enfrentar argentinos en zonas de conflicto, sino también sobre la ausencia de previsiones diplomáticas cuando personalidades públicas viajan por cuenta propia a regiones donde se amplifica el riesgo bajo determinadas coyunturas globales. Además, evidencia cómo las agendas de derechos humanos, como la del colectivo LGBTQ+, colisionan en ocasiones con tableros estratégicos donde la visibilidad se convierte en vulnerabilidad.
Zurco, que en el último tiempo se consolidó como una figura clave del progresismo comunicacional, viajó con la expectativa de representar a un país que ha sido pionero en políticas de diversidad de género, pero se enfrentó a una realidad cruda donde ni los progresos sociales ni los eventos culturales logran blindarse frente a los intereses de seguridad global. La Marcha del Orgullo quedó suspendida, las calles están militarizadas y en cada habitación de hotel resuena la pregunta de cuándo será seguro salir. Tel Aviv pasó en cuestión de horas de símbolo de apertura a epicentro de tensión militar.
En términos internacionales, el timing del ataque israelí no es accidental. La dinámica que empuja a la región a una espiral de provocaciones calculadas lleva meses gestándose, con Washington presionando desde las sombras, Teherán respondiendo con ambigüedad estratégica y Jerusalén aferrado a la doctrina de disuasión preventiva. Zurco y otros visitantes quedaron en el medio de esta lógica de fuego cruzado, donde cada decisión militar lleva aparejada una ecuación de costos humanos que trascienden la planificación táctica.
A su manera, lo de Zurco no es menor para el gobierno argentino. Aunque no fue un viaje oficial ni financiado por el Estado, su eventual regreso con cobertura mediática ya garantiza un capítulo para la narrativa local: visibilidad internacional, riesgos asumidos, resiliencia personal y el inevitable juego político alrededor de su historia. En un año donde los derechos humanos y las relaciones exteriores están inmersos en una conversación tensa —entre realismo fiscal y demandas sociales—, la figura de Zurco regresa cargada de significado. Y también de preguntas.