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EL ULTRACREPIDARIANISMO A LO ALTO Y EN EXPANSIÓN EN LA REPÚBLICA ARGENTINA
por Roberto Candelaressi
19 febrero, 2025
Una creciente categoría dentro de la tipología social está tomando preeminencia en el espacio público (real y virtual). El fenómeno es mundial e histórico, pero la extensión casi universal de las redes digitales ha propiciado su expansión. Nosotros, argentinos, propensos a la exageración pasional, vemos su impacto de manera desmedida.
Nos referimos a personas que dan su opinión sobre todo sin conocimiento de casi nada. Generalmente, lo hacen pretendiendo “corregir” a otros, minimizando valías ajenas para destacarse en cualquier circunstancia y/o conversación. Incluso, la infravaloración abarca a los auténticos expertos del área de que se trate. Solo ellos parecen tener respuestas para todo, y no las callan.
Obviamente, tales actores no son conscientes de sus limitaciones y, al descalificar cualquier contrargumentación, faltan el respeto a sus interlocutores. Nos estamos refiriendo a los ultracrepidianos.
Origen y Etimología del concepto
Para conocer la génesis de la palabra debemos remontarnos a Apeles de Colofón, un exquisito pintor del año 352 a. C., artista preferido de Alejandro Magno. Según una anécdota contada por Plinio el Viejo, mientras Apeles trabajaba en una de sus obras, recibió a un zapatero que, tras hacer una observación sobre una sandalia dibujada, empezó a criticar otros detalles de la pintura. Ante esto, el artista respondió: «Que el zapatero no opine más arriba de los zapatos».
Traducido al latín, esta frase derivó en ultra (más allá) y crepidarius (zapatero), lo que originó la expresión “Zapatero; ¡a tus zapatos!”. Finalmente, el término modernizado Ultracrepidario fue acuñado en 1819 por el escritor inglés William Hazlitt.
Descripción de la noción. Sustantivo – adjetivo
La caracterización de las personas que responden al principio elemental de que cuanto menos saben, más creen saber sobre algo, es conocida en psicología como el efecto Dunning-Kruger. Se trata de un sesgo cognitivo muy común, en el cual las personas con menos competencias cognitivas e intelectuales tienden a sobrestimar sus propias capacidades, habilidades o conocimientos.
Como podrán intuir, los ultracrepidianos pueden incluso ocupar puestos de poder. Su autoevaluación inflada, sumada a una actitud extravertida y resuelta, los proyecta a altas posiciones en la política, el mundo empresarial, cultural o social, sin poseer las competencias necesarias, superando en esa carrera a personas más aptas.
Estudios de psicología en la Universidad de Berlín, liderados por el binomio Krak-Ortman, advierten que no se debe subestimar a estos actores, pues su efecto puede ser altamente nocivo. Su comportamiento puede quedar en lo anecdótico o bien generar graves consecuencias en distintos ámbitos.
Estos sabelotodo opinan irrefrenablemente sobre cualquier tema sin matices, presentando sus afirmaciones como verdades absolutas. Así, no dejan espacio para el diálogo y avanzan aún más: criticando, pero de manera desinformada y probablemente dañina. No buscan contribuir, sino minimizar al otro y demostrar ante terceros un “conocimiento” del que realmente carecen.
Sus críticas suelen ser sesgadas, pues parten de una perspectiva limitada. Su estrategia parece ser: si no pueden brillar con luz propia, intentan apagar la luz de los demás. Según especialistas, los ultracrepidianos critican porque necesitan desesperadamente sentirse importantes, revelando una profunda falta de empatía y un ego inflado.
Redondeando la caracterización y algunas prevenciones
Circunstancialmente, todos podemos caer en la ultracrepidarianismo al opinar en redes sociales sobre temas desconocidos. Sin embargo, la diferencia radica en reconocer la ignorancia como una cualidad esencial del ser humano. Es ella la que despierta el interés por el conocimiento, algo que solo desprecian los necios.
Los ultracrepidianos, reacios a aceptar su falta de conocimientos, suelen ser irrespetuosos e intolerantes. Con un carácter invasivo e impulsivo, no dejan espacio para el diálogo ni tiempo para la reflexión. Son impertinentes al actuar como “corregidores” y resultan incómodos de tratar. Su falta de humildad y su soberbia los hacen incapaces de reconocer sus propias limitaciones, magnificando los errores ajenos.
Para las personas criteriosas, estos individuos resultan irritantes, ya que, pese a su escasa preparación, se ven empoderados por entornos políticos, sociales o laborales. En tales situaciones, toman decisiones basadas en juicios de valor personales en lugar de considerar la realidad objetiva. Por tal razón, son percibidos como tóxicos y perjudiciales.
Concluyendo
Sepa la comunidad, y lo exhortamos a ello, que la ignorancia (reconocida como tal) es lo que nos permite progresar. La humildad, a su vez, nos capacita para ser más tolerantes, cercanos y empáticos, evitando humillaciones, desprecios o agravios. Es decir, la actitud opuesta a la de los ultracrepidianos.
La némesis de estos intolerantes ignaros son los analistas: personas con capacidad intelectual y académica, experiencia profesional y un enfoque técnico en sus opiniones, sin buscar defender intereses propios. Estos deberían tener mayor presencia en los medios masivos de comunicación y plataformas digitales.
No obstante, por honestidad intelectual, hago una prevención: el lector debe saber que existen analistas que juegan el rol de profetas. No son ellos a quienes debemos escuchar.
El cierre es una invitación a la reflexión: nuestro primer mandatario, Javier G. Milei, y miembros de su gabinete, ¿acaso no encajan en la definición y características aquí descritas? Me adelanto a responder: no solo encajan, sino que Milei es el epítome del ULTRACREPIDIANO. Ojalá la razón asista e ilumine al presidente.
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