El canciller argentino Gerardo Werthein lidera una misión en EE.UU. para proteger la relación económica y mitigar aranceles en productos argentinos. En reuniones estratégicas, se busca un canal de diálogo que aplaque tensiones comerciales. El objetivo es establecer acuerdos sectoriales antes del 9 de julio, crucial para el futuro bilateral.
Werthein busca blindar la relación económica con EE.UU. para sortear la presión arancelaria
En el corazón político de Washington, el canciller argentino Gerardo Werthein encabezó una avanzada diplomática que busca amortiguar los efectos del endurecimiento comercial impulsado por Estados Unidos. Con el endurecimiento arancelario como telón de fondo, la reunión con el representante comercial Jamieson Greer forma parte de una apuesta estratégica para garantizar cierto alivio en las condiciones de acceso de los productos argentinos al mercado estadounidense. La posibilidad de reabrir líneas de cooperación económica concreta se convirtió en una prioridad, justo cuando la Argentina vuelve a quedar bajo la lupa de la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. y se asoma al abismo de una nueva lista negra.
El encuentro, que incluyó a funcionarios de Cancillería y del Ministerio de Economía, no fue un hecho aislado sino parte de una ofensiva más amplia. La reunión se desarrolló en un momento delicado: desde principios de abril, la Casa Blanca reactivó una política arancelaria que golpeó al acero, el aluminio y otros rubros clave con incrementos de hasta 50%, en una medida bautizada por Washington como el “Día de la Liberación”. Pese a la retórica diplomática, el mensaje fue claro: Estados Unidos está dispuesto a proteger su mercado y el costo lo asumirán sus socios comerciales.
Werthein, que desplegó una estrategia más cercana al pragmatismo que a la confrontación, calificó el encuentro como “muy positivo”. En su análisis interno trascendió que se estaría avanzando hacia un esquema mixto que combine el mantenimiento de algunos aranceles con excepciones negociadas producto por producto. Desde la delegación argentina se destacó el avance en canales de diálogo formales y la posibilidad de abordar sectores estratégicos con objetivos puntuales, en especial valores agregados del agro y energía.
No se trata solo de impuestos a las exportaciones: el tablero es más complejo. EE.UU. volvió a incluir a la Argentina en su “Lista de Vigilancia Prioritaria” por deficiencias estructurales en la protección a la propiedad intelectual, una categoría reservada solo para países donde las barreras al comercio son consideradas de alto riesgo. Esto posiciona al país no solo como víctima de aranceles sino también como un actor observado por el déficit regulatorio. En tono reservado pero firme, el gobierno busca presentarse como un socio serio en un contexto regional donde los pesos pesados, como Brasil y México, también intentan reposicionarse.
La delegación que se trasladó a Washington incluyó al embajador argentino Alec Oxenford, además de Luis Kreckler, Pablo Lavigne, Ricardo Lachterman y Juan Cortelletti. Todos funcionarios con acceso directo a las áreas económicas de gobierno y parte del núcleo duro de quienes diseñan la política exterior comercial del país. El componente técnico del viaje fue determinante: en reuniones previas que no trascendieron, el equipo argentino presentó estudios de impacto, propuestas de compensación y una hoja de ruta que apuesta a suavizar el golpe mientras se extienden las negociaciones más profundas.
El trasfondo de estas acciones diplomáticas no puede desentenderse del escenario electoral que, aunque todavía lejano, comienza a delinearse en ambos países. La Argentina, ante un frente externo restrictivo y una interna cargada de tensión política, necesita exhibir señales de normalización. El gobierno norteamericano, por su parte, no quiere sobrerreaccionar antes del año electoral. En ese contexto de diplomacia condicionada, las posibilidades de éxito argentino se juegan menos en grandes gestos y más en acuerdos sectoriales discretos pero efectivos.
El objetivo inmediato del Gobierno es asegurarse que, antes del 9 de julio —fecha en que vence la tregua tarifaria— se consolide un canal de diálogo institucionalizado que sirva como amortiguador. Habrá una pulseada final en los días previos, donde se buscará convertir los avances en papeles firmados. Es allí donde el rol de Werthein se vuelve clave: su perfil empresario, su conocimiento de los intereses norteamericanos y su distancia de los clásicos laderos de la cancillería tradicional le otorgan un margen de negociación inusual.
Las próximas semanas serán determinantes para evaluar si Argentina logra, al menos en parte, sustraerse del torbellino proteccionista que parece afianzarse en EE.UU. Más allá de los tweets diplomáticos y las fotos calculadas, es en la letra chica de estos entendimientos donde se definirá si la relación bilateral entra en una etapa de madurez estratégica o si queda atrapada en el vaivén improvisado de la coyuntura.