La administración de Javier Milei enfrenta su mayor crisis, obligándolo a adoptar una postura defensiva. La oposición se fortalece ante errores del Gobierno, como la represión en marchas y problemas económicos. Mientras buscan recuperar la iniciativa, el desgaste social y la fragmentación opositora podrían complicar aún más la situación.“`html
La estrategia defensiva del Gobierno bajo la lupa: Milei retrocede y la oposición se envalentona
El oficialismo busca recuperar la iniciativa tras semanas turbulentas
La administración de Javier Milei atraviesa uno de sus momentos más complejos desde su llegada al poder. La gestión, que había construido su identidad sobre una estrategia ofensiva, ahora se enfrenta a una serie de crisis que la han colocado en una actitud defensiva, alimentando la confianza de una oposición que empieza a ver nuevas oportunidades.
El Gobierno viene de una seguidilla de conflictos que lo han obligado a corregir el rumbo constantemente. Desde la fallida criptomoneda $LIBRA hasta la nominación de jueces por decreto sin un control claro del Senado, el oficialismo ha mostrado fisuras en su capacidad de maniobra política. La represión de la última marcha frente al Congreso y la polémica por la brutalidad policial en la que un fotógrafo terminó gravemente herido sumaron aún más desgaste.
Milei siente el desgaste de su núcleo duro. Encuestas recientes muestran que ha perdido 13 puntos en su base más incondicional. Sin embargo, cuando se consulta sobre un hipotético balotaje, su caída se reduce a solo 3 puntos, reflejando que su principal fortaleza no es tanto su performance de gobierno, sino la falta de una oposición cohesionada y con una alternativa clara.
En este contexto, Cristina Fernández de Kirchner encontró terreno fértil para revitalizar su discurso. Su frase sobre el “reloj de arena”, en referencia a un posible tiempo en declive para el libertario, resonó fuerte en los círculos políticos y empresariales. En grupos de WhatsApp de funcionarios y dirigentes oficialistas, su mensaje fue disecado con particular interés, generando debates sobre la verdadera estabilidad del gobierno.
El oficialismo intentó retomar la iniciativa desde Expoagro, con Milei mostrándose junto a personajes clave como José Luis Espert y Patricia Bullrich. Sus declaraciones fueron un intento de reforzar su posición ante una base que exige confrontación en lugar de repliegue: “Los buenos son los de azul”, dijo en referencia a las fuerzas de seguridad, en una justificación del operativo represivo de la última protesta.
El problema es que la escena política se mueve y la reacción opositora ha comenzado a coordinarse. La CGT anunció un paro general antes del 10 de abril, un gesto que demuestra que el sindicalismo ya no observa con la misma pasividad los movimientos del Ejecutivo. Juan Grabois, referente de sectores de la izquierda, advirtió que “se están rompiendo las normas básicas”, mientras que la interna libertaria muestra un nivel de desorden preocupante, con diputados de su bloque a los gritos y a los manotazos en plena sesión en el Congreso.
En el trasfondo de esta crisis, la economía sigue siendo el gran sostén del Gobierno. Especialistas sostienen que mientras Milei mantenga la estabilidad del dólar y la inflación bajo control, los daños serán limitados. Sin embargo, los estudios cualitativos marcan que el humor social empieza a mostrar signos de fatiga, sobre todo en sectores del Gran Buenos Aires donde el empleo precario está creciendo a un ritmo alarmante.
El Ejecutivo, mientras tanto, lanza señales confusas. Se enfrenta a una oposición fragmentada y sin liderazgo claro, pero cada error fortalece a sus adversarios. Mientras el peronismo analiza caminos para reorganizarse y los sindicatos recalibran su relación con la Casa Rosada, la resistencia social podría convertirse en un factor de inestabilidad creciente. La pregunta es si el Gobierno podrá volver a la ofensiva o sólo le queda administrar el desgaste.
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