Javier Milei ha sorprendido al escenario político argentino al amenazar con intervenir la provincia de Buenos Aires tras un crimen. Aunque esto ha generado revuelo, el Gobierno admite que carece de viabilidad. La propuesta, vista como un gesto de confrontación y desvío mediático, carece de sustento operativo y es más simbólica que real.“`html
Milei desafía el statu quo: el trasfondo de su amenaza de intervención en Buenos Aires
Javier Milei agitó el avispero político con una declaración que tomó por sorpresa incluso a su círculo más cercano. Su amenaza de impulsar una intervención en la provincia de Buenos Aires tras el crimen de Kim Gómez generó revuelo en el escenario político, pero puertas adentro del Gobierno se admite que la propuesta no tiene viabilidad real. Mientras Axel Kicillof apuntaba contra la Nación por la escalada de inseguridad en el distrito, Milei redobló la apuesta con un gesto que algunos interpretaron como el inicio de una campaña de desgaste contra el gobernador bonaerense de cara al 2027.
El anuncio de Milei no fue una jugada calculada ni una decisión consultada con su equipo más estrecho. Según deslizaron en la Casa Rosada, el Presidente tomó la determinación en soledad, sin advertir siquiera a su asesor de máxima confianza, Santiago Caputo, ni al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. “Fue todo idea de él”, reconocieron en Balcarce 50, describiendo un proceso de decisión impulsivo, casi visceral.
Aunque Patricia Bullrich respaldó públicamente la postura de Milei, el Gobierno no tomó medidas concretas para avanzar con un Decreto de Necesidad y Urgencia ni con un proyecto de ley en el Congreso. De hecho, en el Parlamento, la tropa oficialista no recibió ninguna señal al respecto. “No creo que vayamos a intervenir la provincia”, admitió con cruda sinceridad un legislador libertario. En los ministerios y secretarías tampoco hay signos de una estrategia en marcha para formalizar el anuncio.
La Casa Rosada, a pesar del impacto del mensaje presidencial, mantuvo un perfil bajo. La jornada transcurrió con la calma habitual de los viernes. Milei se recluyó en Olivos, mientras que su hermana Karina y Caputo permanecieron en sus despachos. Guillermo Francos, jefe de Gabinete, fiel a su costumbre, se ausentó de la sede del Ejecutivo, y Manuel Adorni no brindó la habitual conferencia de prensa post-anuncio. No hubo señales de una maquinaria gubernamental en movimiento que respalde la amenaza de intervención.
En el trasfondo de la jugada presidencial emerge otro factor clave: la necesidad de dar un golpe de efecto en el tablero político. Con las derivaciones del “criptogate” complicando el clima interno y la revelación de The New York Times sobre empresarios cripto que habrían pagado por reuniones con Milei, el Gobierno busca desviar el foco mediático. En ese contexto, Kicillof se convierte en un blanco ideal. El mandatario bonaerense no solo representa a la principal oposición, sino que empieza a ser visto como una opción competitiva en las presidenciales de 2027. Cualquier erosión en su imagen fortalece la estrategia del oficialismo.
Sin embargo, la iniciativa de intervención presenta flancos débiles. En primer lugar, un movimiento de semejante envergadura chocaría con los principios de respeto al federalismo que Milei ha sostenido públicamente. En segundo lugar, la falta de sustento político y jurídico hace que la propuesta sea más bien un gesto de confrontación que una posibilidad real. En el Congreso, donde el oficialismo carece de una mayoría clara, la oposición podría bloquear cualquier intento en ese sentido. La UCR, que ha pedido en reiteradas ocasiones la intervención de Formosa por los manejos de Gildo Insfrán, quedaría en una posición incómoda si Milei avanzara con una maniobra similar en Buenos Aires.
Desde el oficialismo intentaron restarle trascendencia al tema, calificándolo como una “declaración política”. Pero lo cierto es que el mensaje ya generó repercusiones. En la provincia de Buenos Aires, Kicillof y su equipo interpretan la jugada como una ofensiva directa. Entre los opositores, Maximiliano Kirchner ironizó sobre la falta de responsabilidad presidencial y sugirió que Milei hable con sus aliados más cercanos, Daniel Scioli y María Eugenia Vidal, quienes en su momento enfrentaron problemáticas similares en el distrito.
El impacto inmediato de la jugada política se reflejó en la resistencia que generó, pero también en la ausencia de una respuesta institucional concreta. Exponer la crisis de seguridad en Buenos Aires con un tono de confrontación extrema puede resultar útil en lo inmediato para Milei, pero si no va acompañado de un realismo operativo, el desgaste puede terminar revirtiéndose en su contra. Lo cierto es que, por ahora, la amenaza de intervención queda como un golpe de efecto más que una acción ejecutable. La interna política sigue en ebullición y la disputa Milei-Kicillof apenas está comenzando.
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