El Gobierno Nacional elabora una estrategia para gestionar tensiones internas en su coalición ante las elecciones legislativas. Busca unir diversas facciones, incluyendo sectores libertarios, mientras enfrenta críticas por posibles diluciones ideológicas. La táctica incluye cooptación, desgaste y pactos cautelosos para mantener el control político en un contexto de crisis económica.
Estrategia oficial frente a las tensiones internas
El Gobierno Nacional ha comenzado a delinear un plan para gestionar las complejas relaciones internas dentro de su coalición de cara a las elecciones legislativas del próximo año. Desde la Casa Rosada han identificado que la clave pasa por una combinación de cooptación, desgaste y pactos que aseguren la adhesión de sectores críticos, entre ellos un ala libertaria emergente que, aunque minoritaria, ha ganado visibilidad mediática y política en los últimos meses.
Fuentes cercanas al Presidente confirmaron que el objetivo principal es garantizar un frente unido que minimice los daños en un escenario político que anticipan polarizado. “La diversidad en la alianza es nuestra fortaleza, pero también puede convertirse en un desafío si no logramos alinearnos tras objetivos comunes y una narrativa unificada”, señalaron desde Balcarce 50. Para ello, se busca reforzar alianzas y, simultáneamente, neutralizar posibles puntos de conflicto de cara a un año que prevén determinante para el futuro político del oficialismo.
Los libertarios, un nuevo factor en la ecuación
Uno de los puntos clave en esta estrategia es el intento de incorporar a la órbita oficialista a sectores libertarios, liderados por figuras de peso como Javier Milei. Si bien se trata de un espacio político que ha construido su identidad a partir de fuertes críticas hacia el Estado y el sistema político vigente, la Casa Rosada percibe que una parte de su agenda económica podría integrarse al discurso gubernamental, algo que algunos actores del oficialismo ven como una jugada arriesgada pero estratégica.
En esa línea, las negociaciones informales con referentes del espacio libertario ya han comenzado, según informaron allegados al círculo íntimo presidencial. A través de emisarios, el Gobierno busca instalar puntos de encuentro en temas como la reducción del déficit fiscal y una reforma laboral que permita dinamizar ciertos sectores. Sin embargo, el desafío no es menor: “Tiene que ser bajo nuestros propios términos, respetando las banderas históricas del movimiento”, advirtió un dirigente del Frente de Todos que también se mostró escéptico sobre la posibilidad de amalgamar propuestas que, en primera instancia, parecen incompatibles.
Críticas internas por la cooptación
El acercamiento a los libertarios no ha sido bien recibido por todos los integrantes de la coalición oficialista. Sectores más progresistas, vinculados al kirchnerismo y al Partido Justicialista, han hecho oír sus críticas, considerando que podría diluir los fundamentos ideológicos del espacio y causar confusión entre la base electoral más fiel. “Ceder a estas demandas sería como pactar con un enemigo ideológico. No podemos traicionar los valores populares que nos trajeron hasta aquí”, comentó un importante referente del movimiento universitario socialista, cercano al Instituto Patria.
Asimismo, en las últimas semanas varios dirigentes oficialistas han mantenido reuniones tensas para tratar de calmar las aguas y evitar una posible fractura dentro de la coalición, algo que sería letal en un año imprescindiblemente electoral. “El diálogo es necesario, pero hay líneas que no se van a cruzar. No vamos a permitir un giro hacia la derecha que nos haga perder la confianza de quienes nos votaron”, afirmaron voceros de sindicatos alineados con el Frente de Todos, que ven con preocupación los pasos del Ejecutivo.
El desgaste como táctica política
Mientras el Gobierno busca tender puentes, también recurre al desgaste sistemático como herramienta para neutralizar a posibles disidentes dentro y fuera del espacio gobernante. Esta estrategia, que combina exposiciones mediáticas controladas y presión institucional, busca exhibir las contradicciones internas de sus detractores y, en casos específicos, aislar a figuras políticas cuya narrativa pueda generar conflictos.
El Ministerio de Desarrollo Social, una de las carteras más sensibles al impacto de la crisis económica, ha sido uno de los principales actores en esta estrategia. Tanto en reuniones privadas como públicas, desde el Gobierno se insiste en la necesidad de fortalecer el aparato social del Estado frente a quienes promueven la reducción de subsidios y planes sociales. “No es el momento de experimentos económicos. Somos nosotros o el caos”, repiten desde despachos clave en Balcarce 50, en clara alusión a las propuestas libertarias.
Acuerdos de rendición y un horizonte electoral
En paralelo a la cooptación y el desgaste, la Casa Rosada no descarta pactar acuerdos de base con algunos sectores disidentes que puedan eventualmente redirigir su apoyo al oficialismo en las legislativas. Este movimiento, crucial para mantener una mayoría funcional en el Congreso, se trata con extrema cautela desde el Ejecutivo.
En los pasillos del poder, los rumores indican que hay conversaciones abiertas no solo con referentes libertarios, sino también con sectores del radicalismo y algunos gobernadores peronistas que han comenzado a tomar distancia del Gobierno central. Este último grupo, conocido coloquialmente como “los rebeldes del interior”, podría jugar un papel crucial en el reordenamiento político que la Casa Rosada busca llevar adelante antes de definir las candidaturas de 2025.
Aunque no se han revelado detalles concretos, el consenso hacia adentro del oficialismo es claro: pactos sí, pero con límites bien establecidos. “No estamos dispuestos a entregar el control del rumbo político. Cualquier acuerdo será bajo los términos de la conducción nacional y orientado exclusivamente a garantizar la estabilidad legislativa”, explicó un asesor presidencial bajo condición de anonimato.
Un desafío político en contexto de crisis
El telón de fondo de estas operaciones políticas es una economía que sigue enfrentando fuertes tensiones inflacionarias y una creciente percepción de malestar social. Según las últimas encuestas, el índice de desaprobación de la gestión presidencial se encuentra en su punto más alto desde el inicio del mandato, algo que enciende alarmas dentro del bunker oficialista.
En este marco, el intento de acercar sectores heterogéneos como los libertarios y mantener a raya a los aliados más incómodos se presenta como una maniobra de alto riesgo para el Gobierno. Analistas coinciden en señalar que el éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad del ejecutivo para transmitir un mensaje claro y convincente, a la vez que actúa con rapidez ante eventuales crisis internas que puedan complicar aún más el panorama electoral.
En la Casa Rosada, la premisa oficial parece ser tan simple como ambiciosa: preservar el poder a toda costa, incluso si para ello es necesario explorar caminos inéditos que redefinan las reglas del juego político en el país.