La detención de Cristina Kirchner ha galvanizado a las juventudes peronistas, quienes se oponen al ajuste del FMI y buscan contrarrestar el descontento social. La persecución judicial representa una oportunidad para recuperar legitimidad y promover un proyecto alternativo al neoliberalismo, destacando la importancia de acercarse a la gente.
Saintout: la detención de Cristina, el FMI y el peronismo de pie
La ofensiva judicial contra la exvicepresidenta ha encendido una reacción inesperada en las juventudes peronistas, que según la titular del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, se mantienen firmes “sin correrse un centímetro” y con una clara comprensión histórica de lo que está en juego. El planteo político va más allá de lo coyuntural: lo que sucede con Cristina Kirchner es, para el ala kirchnerista del PJ, inseparable del entramado de poder internacional, de la presencia activa del Fondo Monetario Internacional en las decisiones locales y de la necesidad de disciplinamiento social que suelen traer los planes de ajuste económico.
Lo que para algunos es un capítulo más en las tensiones del poder judicial con el peronismo, para otros —como esta funcionaria de La Plata— es una repetición de un guion conocido. Cita a Rodolfo Walsh y su denuncia sobre la “miseria planificada” para alertar que detrás del intento de proscripción de la principal dirigente opositora no hay simple revanchismo político, sino un proyecto económico concentrador que busca neutralizar todo lo que huela a distribución, Estado fuerte o políticas sociales. Un modelo, afirma, que necesita del odio para sostenerse, y que históricamente “tarde o temprano el pueblo lo ve”.
No es menor que estas palabras surjan en medio de una coyuntura donde el propio Fondo Monetario felicita al gobierno de turno por su “compromiso con el ajuste”. Para sectores del peronismo, esa felicitación es la otra cara de la moneda del hostigamiento judicial a Cristina. No se trata de un fenómeno argentino aislado: lo que en la región se conoce como “lawfare” —la guerra judicial contra liderazgos populares— ha mostrado ser un mecanismo eficiente para desactivar alternativas al neoliberalismo, con apoyo explícito o tácito de organismos multilaterales.
En simultáneo, la dirigente destaca la importancia de leer políticamente el descontento. El enojo, dice, puede ser capital transformador si es encauzado por el sistema político, pero advierte que, si se lo deja suelto, puede convertirse en algo incontrolable: una inundación. En esa línea, retoma el mensaje de la líder peronista que insiste en salir de los despachos y volver al territorio, a la calle, a hablar con la gente. No es un eslogan: es una forma de construcción que el kirchnerismo considera vital para contrarrestar la apatía o la creciente desmovilización.
Hay un diagnóstico que recorre todo este análisis: la política está ante un momento bisagra. El aumento de la judicialización, el empobrecimiento masivo y la desconexión entre dirigencia y ciudadanía han generado una mezcla peligrosa. Frente a eso, hay quienes apuestan por un nuevo ciclo de conciencia social, donde las bases populares recuperen protagonismo. El peronismo, especialmente su rama kirchnerista, ve en la persecución a Cristina no sólo un intento de disciplinamiento, sino también una oportunidad para recomponer su legitimidad desde abajo.
El Frente de Todos atraviesa tensiones internas, pero hay núcleos que se mantienen firmes en un diagnóstico: la calle sigue siendo determinante, y no todo está perdido. Mientras parte de la dirigencia duda entre sobrevivir políticamente o confrontar, las juventudes militantes parecen entender que lo que se disputa no es solamente una persona ni una causa judicial, sino la posibilidad misma de un proyecto de país alternativo al que propone la austeridad eterna.
El mensaje es claro y directo: si el peronismo logra leer el descontento con inteligencia política, si retoma su capacidad de organización desde la cercanía con la sociedad y si se muestra dispuesto a discutir modelos económicos en términos históricos —y no como inevitables realidades técnicas—, entonces todavía puede tener futuro. Si no, advierten desde sus propias filas, hay otros que estarán encantados de llenar ese vacío, aunque sea con odio, miedo y exclusión.