La Niña golpea con fuerza: la sequía amenaza cultivos clave en Argentina, poniendo en riesgo la producción de soja y maíz en la región núcleo. Con el 50% de las áreas agrícolas en niveles críticos de humedad, se anticipan pérdidas económicas graves, afectando exportaciones, sustento rural y la estabilidad financiera nacional.[Collection]
La Niña amenaza cosechas: sequía en la región agrícola clave
Crítica situación hídrica en el inicio de 2025
El comienzo de 2025 trae consigo un panorama alarmante para la actividad agropecuaria de las principales regiones productoras del país. La falta de precipitaciones significativas, atribuida al fenómeno climático de La Niña, está comprometiendo severamente las reservas de agua en el suelo de la región núcleo, vital para cultivos como la soja y el maíz. Según especialistas, el impacto podría trasladarse directamente a los rendimientos agrícolas del ciclo actual.
Los datos recolectados por la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) confirman que el suelo muestra niveles críticos de humedad en más del 50% del área agrícola clave. Esta situación es particularmente grave en provincias como Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, donde los productores dependen en gran medida de un régimen razonable de lluvias para sostener los cultivos en etapas críticas de desarrollo. La primera quincena de enero no promete un cambio alentador, ya que los pronósticos meteorológicos no anticipan lluvias importantes.
Impacto económico y riesgos en el sector
La sequía prolongada implica consecuencias que podrían reflejarse directamente en la economía argentina. Es importante recordar que el agro es un sector estratégico, generador de cerca del 60% de las exportaciones del país. Menores rendimientos agrícolas no solo repercuten en las finanzas de los productores, sino que también amenazan con reducir el ingreso de divisas al ya presionado mercado cambiario argentino.
Conforme a informes preliminares de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, la cosecha de soja, cuya siembra cubre millones de hectáreas en este ciclo, enfrenta una posible caída en los rendimientos promedio, poniendo en riesgo el nivel proyectado de producción. Esta situación no es aislada, ya que cultivos como el sorgo y el girasol también muestran señales de estrés hídrico prolongado.
Un fenómeno recurrente y alarmante
No es la primera vez que el fenómeno de La Niña marca negativamente el rendimiento agrícola del país. En el ciclo 2022/2023, el fenómeno también provocó pérdidas significativas, aproximadamente USD 15.000 millones en exportaciones. Ahora, la amenaza vuelve a encender las alarmas, exacerbadas por los efectos acumulativos de otros dos años consecutivos de sequía extrema.
Esteban Copati, jefe de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, advirtió: “La capacidad de recuperación dependerá de la frecuencia e intensidad de las precipitaciones que se registren hacia finales de enero y principios de febrero. Sin embargo, las probabilidades de alcanzar un escenario óptimo son limitadas”.
El costo humano y rural
Mientras tanto, en zonas rurales, el impacto no solo está afectando económicamente a los productores, sino que también pone en compromiso el sustento de numerosas familias que dependen del agro. Productores como Eduardo Rosatti, agricultor en la provincia de Santa Fe, señalan que “sin lluvias, no hay siembra posible. Los números no cierran y muchos de nosotros estamos al borde del desastre financiero”.
Además, la disponibilidad de agua para consumo humano y uso ganadero está comenzando a ser motivo de preocupación en ciertas localidades, a medida que los reservorios naturales, tradicionalmente abastecidos por lluvias estacionales, comienzan a agotarse.
Reflexión sobre la gestión del agua
La situación también pone en discusión la planificación de largo plazo sobre la gestión de agua en el país. Los especialistas insisten en la necesidad de desarrollar políticas públicas sostenibles que permitan mitigar los efectos de fenómenos climáticos recurrentes como La Niña. A corto plazo, entidades agrícolas y grupos técnicos están sugiriendo el uso de tecnologías más eficientes en la captura y almacenamiento de agua de lluvia y riego, incluso si las precipitaciones no llegan en cantidad suficiente.
Sin embargo, sigue sin haber una estrategia integral nacional que aborde los desafíos del cambio climático y su impacto en la producción agrícola. La incertidumbre climática obliga a los productores a adaptarse constantemente, pero los efectos económicos generalizados exigen soluciones estructurales más profundas.
La sequía persistente y las repentinas oscilaciones climáticas complican la sostenibilidad del sistema productivo, planteando dudas sobre las perspectivas de recuperación en un año decisivo para las exportaciones agrícolas del país.
Fuente: @LANACION