Por: Roberto Candelaresi
Introito
A partir de la consagración del intendente peronista de Córdoba Martín Llaryora como gobernador de la provincia, y, el cese del mandato del duro cofundador del cordobesismo peronista Juan Schiaretti, quien lanzó su candidatura presidencial, desplazándose a la órbita nacional, se produce un cambio politológicamente interesante en la provincia mediterránea, pero que puede tener repercusiones a nivel nacional.
Nos abocamos entonces a indagar sobre esta corriente política del justicialismo provincial que tanto éxito localmente prodigó a sus dirigentes. Digamos primeramente que se trata de un proyecto que logró construir un orden político, social y económico de una gran estabilidad en la provincia de Córdoba, prolongándose por un periodo de 24 años y renovado recientemente con una “prórroga” de otros cuatro [2024-2027].
Un modelo que se construye sobre imaginarios fuertemente arraigados, estrategias políticas probadas, acuerdos corporativos consolidados y un entramado institucional que sedimenta y cristaliza un ordenamiento claramente distinguible, que pretende ocupar una “tercera vía” superadora de la polarización entre la vía nacional -popular y la vía neoliberal que se han disputado el poder a partir de 2001. En la construcción del “Modelo Córdoba” tuvo en la reingeniería del Estado un pilar fundamental.

Contexto e impronta de gestación
Unión por Córdoba fue una confederación de partidos políticos de la provincia de Córdoba que se gestó con una fuerte incidencia del Neoliberalismo [políticas económicas sino también en las prácticas políticas y estatales], formado inicialmente por el Partido Justicialista, la UCEDÉ, la Acción para el Cambio y el Partido Demócrata Cristiano, alianza que en 1999 resultó ganadora de la gobernación provincial, con una plataforma en sintonía con aquella corriente, cuya impronta en la política nacional de la década que culminaba, entraba ya en un trance tal, que derivó en profunda crisis social en el 2001.
Esa formación gubernativa de Córdoba perduraría hasta marzo de 2019, cuando se transformaría en una nueva coalición de partidos políticos –con mayoría de filiación peronista–, denominada Hacemos Unidos por Córdoba, y liderada por Juan Schiaretti. Sus integrantes son además del Partido Justicialista, Compromiso Federal cuyo referente es Alberto Rodríguez Saa del Peronismo Federal, el Partido Demócrata Cristiano conducido por Nancy Alberione, y el Partido Socialista que lidera Mónica Fein [Socialdemocracia].
Inicialmente en su primer mandato [1999/2003], el gobernador y conductor del peronismo cordobés José Manuel “Gallego” De la Sota, impuso un Programa de Gobierno Córdoba Nuevo Siglo, que fue el punto de partida de una propuesta refundacional que resumió las siguientes premisas: Estado cristalino y eficaz; mejores oportunidades de inversión; una Córdoba abierta al mundo; promover la revolución del conocimiento; renovar el sistema de la salud; y abocarse a mejorar la calidad de vida de los cordobeses.
Aceptando y adoptando como propias las recomendaciones de los organismos internacionales de crédito, el gobierno delasotista, en alianza con sectores empresariales y expresiones liberales, impulsó el aggiornamento del Estado provincial. Los cambios burocráticos se efectivizaron, por lo que esa política puede ser tomada como el Dispositivo fundador del Nuevo Estado cordobés. En el proceso de modernización, la coalición original se amplió en el arco ideológico desde la centroderecha.
El costo de esa reforma estatal, sería sufragado al reducir gastos presupuestarios de funcionamiento de la administración pública y otros servicios, mientras un ambicioso plan para obra pública de infraestructura sería financiado tomando deuda, mediante créditos internacionales, preferentemente de entidades supranacionales.

Para las ejecuciones de la nueva obra, primó en el diseño de las políticas públicas, un manifiesto espíritu empresarial, pues el objetivo era consolidar la asociación con poderes corporativos, particularmente con aquellos que apoyaban – nucleados en la Fundación Mediterránea– esta Nueva Gestión Pública (NGP).
En el terreno político-institucional, y al compás del lema tan propio del ethos empresarial del neoliberalismo: “reducir al máximo el gasto de la política”, que ciertamente había prendido en la Opinión Pública de esa época, por la masiva difusión de la mayoría de los medios de comunicación, promovió una reforma constitucional, que entre otras disposiciones, sustituyó el legislativo bicameral histórico, creando un nuevo cuerpo legislativo unicameral de 70 miembros, con escaso poder de control y contrapeso al Poder Ejecutivo, favoreciendo así, la concentración del poder en éste.
Esa última consideración desnuda una paradoja (I) intrínseca en lo que describimos como cordobesismo; siempre se representa como republicano y federal, pero el dominio del Ejecutivo es absoluto. Todo se piensa como herramienta de solución a la problemática de los actores, y organiza el territorio expandiendo las lógicas de mercado en todos los planos.
La otra paradoja (II) que encontramos en el peronismo cordobés, es que mientras cambiaba el horizonte ideológico de las corrientes mayoritarias nacionales que acompañaban a los gobiernos peronistas post crisis en la primera década del siglo, revirtiendo en la práctica muchas de las pautas tomadas en los ’90, el cordobesismo se consolidaba como un modelo hegemónico, estable y con políticas institucionales neoliberales, justamente contrarios al quehacer nacional. Su éxito parece estar en su naturalización, por ejemplo, de su Estado y funcionamiento que virtualmente nadie cuestiona, por eso localmente hablamos de su hegemonía.
El estado desde un criterio de gestión pública es tecnocrático (informatizado, expertos), pero como maquinaria de construcción política efectiva suma punteros. El “modelo Córdoba”: resulta de un amalgamado experimento de técnicos, burocracias, ethos empresarial, punteros, identidades, elites dirigenciales, clientes políticos y anillos corporativos.
El modelo es de alta capacidad estatal – en tanto implementa PP con efectividad – con herramental tecnológico aplicado a la gestión, pero pese a esa eficiencia y prolijidad funcional, sus lamentables indicadores sociales y laborales actuales hablan de su ineficacia POLÍTICA, para los sectores menos favorecidos de la sociedad cordobesa.

El mito de la falta de federalismo
Tanto desde el plano jurídico, cuanto, a las potestades reservadas por las provincias, en Argentina, el orden federal concede muchas atribuciones a las unidades subnacionales. De hecho, los gobernadores son actores claves por su gran cuota de poder del juego político.
Si a ese marco, le sumamos el fenómeno de la desnacionalización del sistema de partidos, acontecida en las últimas décadas, tenemos como consecuencia verificable que; preponderan las fuerzas políticas provinciales al interior de cada distrito, y, en la cultura política, se da la generación de un sistema de clivajes e identificaciones independientes del nivel nacional.
El discurso cordobesista –con más énfasis durante la actual campaña electoral– quiere instalar a modo de caricatura, que hay un sometimiento de lo provincial al PUERTO (léase al P.E.N.), reivindica un federalismo que, siendo ya existente, precisamente le da realmente la oportunidad de concurrir en disputa al poder “central”. Esto último sería la última paradoja (III) de su esencia.
Actual confrontación con el “centro de poder”
La cúpula del PJ cordobés como ya señalamos, es férreamente neoliberal, tanto es así que, en su retórica, todos los dirigentes justicialistas con inclinaciones progresistas les parecen sujetos a combatir (a Sergio Massa lo reputan “cristinista-dependiente”, categoría que no resiste ningún análisis), por lo que hoy van por la reconstrucción de una centralidad dependiente. Se separan del peronismo nacional argumentando que está contaminado por Kirchnerismo, por eso boicotean a Massa como candidato y tratan de captar sus adeptos (ex aliados del Frente Renovador). Concretamente, el gobernador electo Llaryora endulza a los massistas dubitativos, prometiendo espacios de poder en el futuro gobierno provincial con municipios. Puro pragmatismo y expectativa por las adversidades.
El peronismo cordobés, motoriza la candidatura presidencial de Juan Schiaretti, auto declarado enemigo de Unión por la Patria. Hipotéticamente, la pretensión es de lograr un 6% de votos positivos a nivel nacional, incluyendo sobre todo las provincias del centro, donde como ya dijimos el cordobesismo ejerce cierta influencia, o “ejemplaridad”. No quieren tender puentes con el oficialismo, sino mediante maniobras de política subterránea obturar un triunfo al restarle votos a UP. El vacío procurado sobre la visita a la provincia de la fórmula oficialista -más allá de su éxito o fracaso- tiene esa connotación estratégica.
La propuesta parecía ser, bloquear el triunfo de Massa, e incluso boicotear (sustrayendo votos útiles) a la reelección de Axel Kiciloff.
Mientras tanto, el precandidato presidencial cordobés, Schiaretti revela su programa -que es el de Hacemos por Nuestro País– a nivel nacional: plan de estabilización macroeconómica y paquete fiscal, déficit cero, empresas públicas en la picota y acuerdo de unidad nacional para sostener el programa a largo plazo.
El “gringo” se pronunció por una concertación después de la primera vuelta electoral, pero se conoce que ya estuvo en negociaciones con Juntos por el Cambio, -la corriente que orienta Larreta- consensuando programas de estabilización. Ajustes básicamente en el gasto presupuestario (social) pues es un férreo impulsor del déficit cero sostenido.
El plan de desarrollo exige (en su visión) eliminar la cultura de los subsidios y las retenciones para el sector agropecuario, que es el que provee las divisas. Su visión pretende representar al “interior productivo”. Asimismo, y concomitante con la derecha opositora [y oficialista en CABA] anuncia que las empresas “deficitarias” del Estado deben ser privatizadas (para beneplácito de sus empresarios auspiciantes). Deben eliminarse superposiciones de tareas en distintos niveles interestatales predica, por lo que se deduce una programada “racionalización” del empleo público.
Critica a S. Massa por haberse coaligado nuevamente con el “Kirchnerismo”, dada su obsesión antagónica, y por tanto lo trata de “traidor”. A Milei, en cambio, lo trata de “milagrero” por sus propuestas impracticables, como un emergente del disgusto y del desencanto de la gente con la situación socioeconómica.
Algunos consideran en la propia Córdoba, al cordobesismo como un federalismo de apátridas que acompaña la demagogia del partido único neoliberal cordobés. Schiaretti y antes De la Sota, estuvieron próximos al gobierno de Macri y en líneas generales a propuestas del PRO, de clara opción oligárquica. A nadie le escapa que junto a Mauricio Macri ingresaba al poder formal, el capital financiero y los núcleos de poder económico. Bueno, la sintonía con que han gobernado la provincia a la Fundación Mediterránea es harto elocuente.
De la Sota y su sucesor con su respaldo le facilitaron el acceso al poder a Macri y luego contribuyeron a la gobernabilidad. El neo menemismo como un rasgo muy peculiar del justicialismo, desde la hegemonía liberal de los ’90, adoptó una singular consistencia en Córdoba hasta el presente. Todo un fenómeno.
En Córdoba su particular estructura productiva, especialmente la generada por la última dictadura cívico militar y su nueva base social, permitió enraizar más fácilmente el neoliberalismo en el territorio. La concentración y extranjerización de su economía, reforzada por la reciente globalización, generaron una convivencia de empresas grandes (terminales automotrices, hipermercados y bancos), con el complejo agroexportador y productores agropecuarios primarizados, con dosis de parasitismo, tendencia a la fuga de capitales y especulación inmobiliaria. Por otro lado, la pérdida de puestos en la clase trabajadora industrial y su consecuente destrucción de ramas del movimiento obrero.

La cúpula del UPC reafirmó su signo neoliberal aún después del 2001, con lo que demostró que su fuerte vínculo con Menem, ya fuera del poder, nunca fue una opción de coyuntura, sino producto de su peculiaridad socio-económica. La defensa de la vereda oligárquica permaneció intacta.
Entendemos que no existía un sino para esa opción de someterse a los dictados de la Fundación Mediterránea [la hegemonía de grupos económicos] por la matriz económica social de Córdoba. Parece no contar con reales opciones el electorado cordobés, aunque existen reales opositores al sistema político, no cuentan con liderazgos populares sólidos, y es por ello que hay un cierto voto de resignación por inercia histórica.
El marco de referencia y su dinámica
La provincia en cuanto a su estructura productiva y capitalización empresaria, no ha sufrido grandes cambios en su desarrollo, mas bien, todo lo contrario. Ello es así porque amén de la incorporación de nuevas tecnologías en los grupos concentrados industriales, como el automotriz, o la aparición de una vigorosa – aún incipiente – industria del conocimiento (soluciones digitales, aplicaciones, juegos, software en general) que, naturalmente le da una sustancia de modernidad a algunas actividades, la economía masiva, aquella que vincula al sector agropecuario fuerte en gran parte del territorio cordobés, particularmente todo su Este y el Sur, se halla primarizada, y, la industria PYME que supo ser tan poderosa en la provincia mediterránea hasta los ’70, ha resignado gran parte su participación del producto.
Similarmente a su vecina y semejante Santa Fe, los núcleos de poder económico concentrado son poderosos, pero son una elite social minoritaria, la que está de espaldas al interés general. Sin embargo, siendo tan preminente en la actividad económica, la expoliación de unos pocos, involucran a muchos individuos en su condición de proveedores de servicio, comerciantes o empleados de la agroindustria y frigorífica, con lo cual, se configura un rasgo distintivo en las poblaciones vinculadas a las faenas del campo, incluso en ciudades mayores como Río IV°, Villa María y San Francisco, una ciudadanía que tiene incorporado el discurso de los poderosos empresarios / terratenientes que lideran la actividad.
Una vez modernizados los implementos para la labranza de la tierra, o la nueva modalidad de cría de hacienda, las inversiones que caracterizan a productores y chacareros, son de carácter improductiva e inmobiliaria preferentemente, después de otra condición que destaca el comportamiento empresario rural (como sus pares de otras provincias de la “zona núcleo”), que es la fuga de capitales al exterior. Esto último, asistidos por los expertos en la materia, los bancos especuladores radicados en suelo cordobés y consultores amigos del status quo local.

El gobierno del cordobesismo enmascarado en peronismo, naturalmente prohíja esas conductas, con sus políticas, definiendo una cierta realidad, como natural para perpetuarlas.
La génesis de la proyección
José Manuel de la Sota guiado tal vez por vislumbrar el ocaso aparente del kirchnerismo, estaba decidido a trabajar para disputar la escena nacional ya desde el 2015, aprovechando, además, un vínculo herido entre la sociedad local y el oficialismo krichnerista, por varios desentendimientos, comenzando por la postura adoptada por Córdoba en la crisis del campo del 2008, o la ausencia de asistencia del gobierno nacional ante el pedido del provincial ante un acuartelamiento policial en 2013.
Su nuevo cometido era una alternativa peronista moderna, republicana y federal. Para lo cual trabajó sistemáticamente. Fue en el marco de esa estrategia que ligó con Sergio Massa del conurbano bonaerense, a la sazón, otro rebelde al sistema dominante kirchnerista.
En el recambio, marchó a la candidatura consensuada del peronismo cordobés al “gringo” Juan Schiaretti, respetado por el pueblo por su primer interregno (2007-2011) en el gobierno provincial, donde, al criterio popular, ganó la fama de buen administrador. En efecto, no solo ordenó las cuentas fiscales, sino que no expandió el gasto pese a la crisis del crack financiero del 2008, tal como lo hicieron todos sus colegas gobernadores. Ergo, su fama creció y la sociedad valoró su responsabilidad administrativa y austeridad fiscal. Por lo cual, estuvo dispuesta a refrendarle una segunda oportunidad en la gestión (2015-2019) y un respaldo masivo en el comicio que resultó en su 3er mandato (2019-2023) con el 57% de los votos.
El recientemente ungido Martín Llaryora, ex intendente de San Francisco (la antigua colonia agraria) y saliente intendente de Córdoba capital, tiene afinidad con Schiaretti, que fue su jefe en la función pública del Ministerio de la Producción (1999-2003). Un joven profesional con gran capacidad de gestión, y posiblemente uno de los más destacados dirigentes de los neocor (neocordobesistas), la generación política que se había formado en la juventud peronista en la década del ‘90, y uno de los intendentes más jóvenes de una ciudad centro de los peronistas Farmers, como les llaman algunos y que se destacan dentro del círculo de los neocor.
A diferencia de los tradicionales dirigentes del peronismo cordobés, o cordobesismo, oriundos de la capital, emerge una nueva joven dirigencia de territorios bio-agro-industriales. Resultantes de un proceso de desconcentración política y económica que el propio cordobesismo había facilitado.
La estrategia de candidatear a Llaryora para la intendencia capitalina en el 2019, debió ser con el objetivo de reconfigurar la sociología electoral y poder proyectar a la gobernación en el 2023, – tal como ocurrió – a un hombre que cuente con el beneplácito de los capitalinos, además de que un gran número de la sociedad del interior, ve en Llaryora un dirigente confiable para cuidar sus intereses agroindustriales y pecuarios. La buena gestión se dio, (asistida por ingentes fondos para obra pública concedido desde la gobernación) por lo que ganó muchos adeptos del padrón capitalino. Y es evidente, que la estratagema para vencer el desafío de la transición generacional tuvo éxito, pues también se retuvo la capital provincial con la victoria de otro dirigente neocor, y proveniente del peronismo Farmer; Daniel Passerini.
El riesgo que se asumió, de perder votos del interior, pero compensarlos con apoyo masivo de la capital, se entiende porque para una proyección de una gobernación provincial, se requiere ser conocido, tanto en el interior como en la gran urbe, por un lado, y por otro, considerar la premisa de que a los capitalinos sin apoyo del interior no se aseguran el triunfo. El distrito Capital, contiene a 1/3 del electorado de toda la provincia.
La sociedad no transfiere capital político entre dirigentes. Por lo que hay que reconstruir de parte del cordobesismo, un liderazgo territorial potente y con capacidad, ya que es hora del repliegue de los ‘fundadores’ o guardia vieja. Ha habido también una mutación de medios de comunicación locales que a veces se sumaron a canales de información nacionales que no siempre estuvieron en sintonía con el peronismo cordobés (los más; afines a Juntos por el Cambio). Unos y otros influyen relevantemente en el ecosistema cultural del cordobesismo, lo que obligará a la nueva dirigencia a un nuevo tipo de vinculación con tales medios.
No obstante, hasta ahora, y a despecho de dictaminar en prematuro, parece haberse comenzado a concretar la segunda transición del liderazgo dentro de la corriente que nos ocupa (la 1ª habiendo sido De la Sota-Schiaretti), sin tropiezos.
El “gringo” dejará su mandato y liderazgo local en diciembre próximo, con mucha aprobación ciudadana, ganando su lugar en el memorial de las gobernaciones, más que por una épica que hubiera conducido o una figura de hombre de lucha, será por su larga gestión decorada con logros, especialmente en la infraestructura material y la obra pública en general tendiente a modernizar la provincia y con un tinte desarrollista. Todo ello, con la peculiaridad que, en una época que por las sucesivas crisis sus colegas gobernadores o incluso presidentes, tendían a aumentar el gasto para amortiguarlas, él gestionaba de modo austero, y por eso se distinguió.

En cuanto al futuro, al nuevo liderazgo de peronismo Farmer o neocor, que es producto de un cambio intergeneracional, lo espera un camino arduo de construcción sumando voluntades locales, primeramente, para constituirse en alternativa de poder dentro del peronismo nacional, y negociar con las élites políticas, empresariales y sindicales, que –mayoritariamente–, han defeccionado de atender la problemática cotidiana del país.
Sin duda esa transición no estará exenta de conflictos y tensiones, en la construcción de su propio poder, la nueva dirigencia tal vez incluya (o al menos tiente incorporar) otroras enemigos, como dirigentes del juecismo, seguramente resignados a perder eternamente la provincia. O las propias huestes de jóvenes radicales que empiezan (con Loredo a la cabeza) a desplazar antiguos númenes del partido centenario, y son más proclives al diálogo intra-generacional.
Como dijimos más arriba, los nuevos líderes deben reconstruir el dispositivo de poder territorial, pero seguramente apoyándose en la vieja guardia, pero fomentando al mismo tiempo [es decir verticalmente desde el poder], la emergencia de nuevos referentes genuinos y competitivos desde “el llano”.
Esa masa crítica podrá componerse en una nueva élite política provincial, esto es, constituida por actores de las fuerzas vivas urbanas, de la dirigencia rural, la academia, el sector empresario y otros agentes civiles, ya que con la «nomenklatura» burocrática [cúpula del funcionariado] no es suficiente ni puede reemplazar a la “casta dirigente” de un distrito.
Consideraciones finales
Para erigirse en alternativa política a nivel nacional, el neo cordobesismo tendrá que proponer un nuevo corpus de políticas modernizadoras, e ideas movilizantes para recrear un mito de nueva administración y un nuevo relato para ser reconocidos por el imaginario social como opción de renovación y cambio a futuro, como la antigua consigna alfonsinista. El sustrato económico de un tal proyecto, debería estar anclado en la dinámica de la democracia y los intereses de los farmers, que se dispersan no solo por la geografía cordobesa, sino por toda la pampa húmeda, por lo menos.
Aunque sea plausible esa estrategia expansionista, siempre necesitarán un anclaje en otra fuerza política nacional ya organizada, que les ayude además a incorporar élites de otros “palos”; de la industria, de la minería, del comercio exterior, etc. y, no menos importante, que funja como escudo defensivo ante los embates que seguramente el kirchnerismo (residual o no) y otras expresiones justicialistas motorizarán desde el territorio bonaerense y austral.
A su vez, para un potencial aliado, el acercamiento del (neo) cordobesismo es harto atractivo. Ello en virtud de que la provincia de Córdoba, históricamente [la adjetivación es literal] posó como un contrapoder al centralismo porteño. Y esa condición, fue siempre explotada en la política doméstica cordobesa creando ficcionalmente [al menos en la época contemporánea] la alteridad agonal con los dictados del “poder central, o poder porteño”.
Siendo Córdoba, efectivamente la provincia más poderosa, en términos productivos, culturales y económicos, y el segundo distrito por cantidad de electores de la nación (solo después de Provincia de Buenos Aires), el mito del territorio indómito a los designios porteños (la resistencia al kirchnerismo se inscribió en esa tónica), siempre funcionó como aglutinante de la sociedad cordobesa, pero, a su favor, trascendió sus fronteras, al punto que esa mirada la comparten en gran parte de las provincias del interior.
Córdoba, la docta [generaciones de provincianos – muchos de ellos pertenecientes a las élites respectivas – se han educado en sus universidades, y refieren la intelectualidad a eruditos cordobeses en y con los que se formaron], ostenta un cierto prestigio que permea la sociedad del interior en su conjunto, y sus gobiernos sueles ser vistos como referentes en diversos temas. Sin duda, un activo político nada despreciable.
Conclusión
Propiciado por el repliegue que experimenta la corriente aún mayoritaria del peronismo nacional, el kirchnerismo, el peronismo de cuño cordobés intentará – creemos– liderar como nueva corriente, la disputa con aquel sector. Es su condición de supervivencia, pues, la complejidad que trae la política nacional en el futuro inmediato exigirá concertar políticas públicas homogéneas, y un justicialismo hipotéticamente vencedor de la presidencia, estaría conformado por varias corrientes del peronismo y aliados, pero claramente no incorpora esa alianza (al menos hasta hoy), el cordobesismo quedaría excluido de las grandes decisiones políticas internas. Especialmente porque hoy se presenta como una alternativa a U x P, por fuera de la alianza pan-peronista.
En ese caso, estimamos junto a algún autor, que estará más en riesgo de ser conquistado que de conquistar. Los dirigentes neocor de la cultura Farmer, se verán retados para concretar el desafío colosal que su ambición política parece imponerles. Páginas que serán escritas a partir de este mismo año de 2023.