Las masas dispuestas a la servidumbre: ¿inconsciencia o voluntad?
El propósito del presente artículo es ensayar alguna explicación plausible acerca de las causas del comportamiento de grandes mayorías que, en toda sociedad, permanecen impasibles frente a atropellos, cercenamiento de derechos y el deterioro progresivo de sus condiciones materiales. Asimismo, se propone indagar las razones por las que apoyan, votan o expresan adhesión por dirigentes que los someten a esos agravios, incluso anticipando dicha conducta en sus narrativas o campañas. Se abordarán perspectivas filosóficas, psicológicas y sociológicas para arrojar luz sobre un fenómeno colectivo de obediencia a las minorías dominantes.
A las fuentes y su contexto histórico
Esta reflexión política remite al clásico “Discurso de la servidumbre voluntaria” de Étienne de La Boétie (1572). El autor reflexiona sobre la docilidad de los pueblos ante la tiranía, y plantea la pregunta: ¿por qué la mayoría obedece a una minoría? La clave de su análisis está en cómo la sumisión no surge necesariamente de la coerción, sino de la costumbre y la alienación colectiva. La falta de organización entre las masas perpetúa el poder de unos pocos. El riesgo no es el uso de la fuerza, sino el consentimiento —consciente o inconsciente— a la dominación.
Una mirada psicológica
Desde la psicología, se identifican factores emocionales y cognitivos que afectan la conducta electoral:
- Lealtad partidaria, basada en identidad grupal.
- Ideologías o identidades como estímulo emotivo fuerte.
- El “efecto de encuadre”: forma en que se presentan los mensajes moldea la percepción.
- Presión social y pensamiento grupal.
- Sobrecarga informativa que entorpece decisiones racionales.
- Nivel educativo correlacionado con calidad de análisis político.
- Valores culturales o religiosos que inspiran apoyo a candidatos con resonancia moral.
- Conexiones personales con líderes, por experiencias compartidas.
- Sesgo de continuidad: preferencia por lo conocido, aunque perjudicial.
Síntesis: política y emocionalidad
Desde la política, se reconoce que el sentimiento identitario explica gran parte del comportamiento electoral, incluso en detrimento de los propios intereses. Determinados sectores de clase alta votan por políticas que favorecen la equidad, y sectores populares se sienten representados por sectores dominantes si estos apelan a símbolos nacionales o morales. Esto responde a intereses, valores, identidad y afectos: los cuatro pilares desde donde se construye la conciencia. Las campañas exitosas apelan más a lo emocional que a lo racional.
Votando a verdugos
La clase trabajadora y media suelen votar a quienes eliminan sus propios derechos. Esta conducta se explica por el relato de que hay que “sacrificarse hoy para mejorar mañana”. Los medios refuerzan esta idea sin suficiente oposición. Las campañas apelan a valores aspiracionales, nacionalismo, meritocracia o un futuro prometedor, mientras se aplican políticas regresivas.
¿Es la economía, estúpido?
Aunque suele decirse que las motivaciones de clase baja son económicas, Jessé Souza propone una lectura moral: el “síndrome del Joker”. El votante pobre se siente humillado por el sistema, aislado y vacío. La extrema derecha canaliza su resentimiento ofreciéndole reconocimiento, incluso mediante la agresión a más vulnerables. El pobre vota contra sus intereses porque no encuentra representación eficaz que canalice su malestar. Prefiere un grito que una propuesta.
Reinterpretando discursos ultraliberales
La narrativa de la meritocracia ha penetrado tanto que sectores precarios perciben como injusta la ayuda estatal a los más pobres. Así, se identifican más con la lógica del esfuerzo propio y el castigo al “otro” que con la solidaridad. Un relato simplificado reemplaza el análisis complejo y transforma la miseria de unos en causa de la de otros.
Desde la pedagogía
Paulo Freire sostenía que la educación tradicional promovía la aceptación de la opresión. Propuso un enfoque liberador que ayudara a desarrollar conciencia política y colectiva. “Cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es convertirse en opresor”, escribió. Esta idea se articuló con la Teología de la Liberación, dando contenido ético y religioso a la lucha social.
El pobre votante del rico
Pese a políticas antipopulares, hay votantes humildes que prefieren representantes de elites. El peronismo perdió parte de su base obrera. Los libertarios conquistaron electores con discursos antisistema, apoyados por medios que instalan miedo y prometen un paraíso neoliberal. Así, empobrecidos y clases medias se alienan. El desconocimiento del poder del voto y la ausencia de formación política alientan esta conducta.
La plutocracia ayudando a no pensar
El poder fáctico mantiene una campaña de desideologización permanente. Se cercenan derechos mientras se destruye la memoria social de su existencia. Partidos sin doctrina, educación política escasa y juventud despolitizada agravan el cuadro. Asistimos a una tragedia colectiva donde la alienación sustituye la acción consciente.
El outsider “transformer”
Un líder sin trayectoria política puede llenar el vacío y convertirse en alternativa. Aparece como ajeno al sistema y promete rupturas drásticas. Su éxito se apoya en su popularidad mediática o capacidad de interpelación. Esto puede derivar en aventuras de gobierno sin programa, formación ni ética. La corrupción y regresión social están garantizadas desde el origen.
Literatura explicativa
Thomas Frank, en “¿Por qué los pobres votan a la derecha?”, analiza cómo el proletariado ha sido captado por líderes reaccionarios que lo perjudican. Esto se da cuando el progresismo abandona los intereses populares en favor de élites. La derecha se apropia de valores tradicionales como familia, religión o orden, presentándose como único garante del bienestar social. Estas creencias no interpeladas llevan al pueblo a demonizar al Estado y venerar al mercado.
Conclusiones
La falta de conciencia política es uno de los grandes problemas. Se refuerza por malos liderazgos, falta de formación y prédica mediática constante. Muchas personas votan a ricos porque creen que ser rico es equivalente a ser honesto o competente, y porque la educación dominante impone un relato de éxito individual. Además, el deterioro de los partidos populares y la traición de algunos dirigentes generan mayor confusión en las masas.
La conducta política no se explica solo por lo económico. Factores morales como la meritocracia, la tradición, la fe y el orden influyen sobre la toma de decisiones más que los cálculos inmediatos de interés. La derecha ha logrado hegemonizar estos valores, mientras el espacio popular se muestra tímido.
Epílogo
No existe “orden natural” en la explotación. Las estructuras cambian. Hoy, el discurso elitista convence a muchos de que comparten los intereses de la clase dominante. El éxito de esta hegemonía es lograr que el explotado se convierta en cómplice de su propia opresión. La conciencia política debe ser compartida tanto por líderes como por el pueblo. Solo a través de una conciencia social organizada es posible construir un futuro justo. Las redes sociales son armas que pueden servir para educar o para manipular. La batalla es cultural, ética y emocional. El campo de lucha se extiende más allá de las urnas, hacia todos los aspectos donde se construye subjetividad. Esa batalla colectiva es el único camino hacia la emancipación.