El Gobierno promulgó la Ley 27.786, “Ley Antimafias”, que impone penas más severas para delitos de narcotráfico y extorsión. La normativa facilita intervenciones policiales y penaliza a todos los miembros de organizaciones criminales. A pesar de críticas sobre su eficacia, se busca fortalecer la lucha contra el crimen organizado en Argentina.“`html
La promulgación de la Ley Antimafias endurece las penas contra el crimen organizado
El Gobierno nacional promulgó la Ley 27.786, conocida como “Ley Antimafias”, que establece penas más severas para delitos como el narcotráfico, la trata de personas, el lavado de activos y la extorsión. La normativa, que entró en vigencia con la publicación del Decreto 177/2025 en el Boletín Oficial, busca desarticular las estructuras del crimen organizado y dar herramientas a la Justicia para combatir bandas delictivas.
La nueva legislación clasifica como organización criminal a cualquier grupo conformado por tres o más personas que operen bajo una estructura definida y con la intención de cometer delitos graves. Además, faculta a las fuerzas de seguridad a identificar “zonas de investigación especial”, permitiendo intervenciones directas sobre territorios donde se detecte fuerte presencia del crimen organizado. Esta medida apunta a facilitar allanamientos, intercepciones de comunicaciones y la incautación de bienes.
Entre los cambios más significativos, se establece la posibilidad de detener a sospechosos por hasta 48 horas bajo autorización del Ministerio Público Fiscal, permitiendo a las autoridades actuar con mayor rapidez en contextos urgentes. Asimismo, aquellos que formen parte o presten colaboración directa con estas organizaciones podrán enfrentar condenas de entre 8 y 20 años de prisión.
Un punto clave de la ley es que elimina cualquier tipo de diferenciación dentro de los grupos criminales. A partir de ahora, no solo los cabecillas de las organizaciones enfrentarán penas severas, sino también cualquier integrante, sin importar su rol dentro de la estructura ilegal. Esto busca desincentivar la participación en estas redes delictivas y cerrar los vacíos legales que permitían penas menores para miembros de menor rango.
El impacto político de esta norma es innegable. Su aprobación en el Congreso fue respaldada tanto por el oficialismo como por bloques opositores que se mantuvieron dentro del esquema de diálogo, mientras que sectores kirchneristas evitaron participar en la votación. La decisión no pasó desapercibida y deja en evidencia un realineamiento estratégico dentro del Parlamento en materia de seguridad y lucha contra el crimen organizado.
Fuentes del Gobierno sostienen que esta legislación es solo el primer paso dentro de un paquete más amplio de reformas destinadas a fortalecer las capacidades del Estado en la lucha contra las mafias. En los próximos meses, podría debatirse una ampliación de la ley para incluir medidas de protección a testigos y estrategias orientadas a combatir la corrupción dentro de las fuerzas de seguridad.
Las organizaciones delictivas en Argentina han demostrado una notable capacidad de adaptación a lo largo de los años, aprovechando vacíos legales y la lentitud del sistema judicial para expandir sus operaciones. Con esta nueva normativa, el Ejecutivo busca evitar que los líderes criminales sigan operando desde prisión, además de asfixiar financieramente sus redes con una política de confiscaciones más agresiva.
La crítica a esta ley, sin embargo, no tardó en llegar. Algunos especialistas advierten que el endurecimiento de penas no es suficiente sin un plan integral que incluya inteligencia criminal, prevención social y una depuración real dentro de las fuerzas de seguridad y el sistema judicial. Otros sectores, en tanto, ven con preocupación la posibilidad de que se amplíen las facultades de detención sin control judicial inmediato, un punto que podría abrir la puerta a eventuales abusos.
El Gobierno, por su parte, sostiene que la ley responde a una demanda urgente de la sociedad que exige mayor firmeza contra el crimen organizado. En un contexto donde las organizaciones delictivas han ganado influencia en diversos sectores, desde los mercados ilegales hasta la política local, la respuesta del Estado no se podía seguir postergando.
Queda por verse cómo se implementará en la práctica esta nueva legislación y si las fuerzas de seguridad están preparadas para aplicar los cambios que propone. Su éxito dependerá no solo de su rigor punitivo, sino también de la capacidad real del Estado para desmontar estructuras criminales que han logrado insertarse profundamente en distintos ámbitos de la sociedad.
“`