La candidatura de Cristina Kirchner provoca tensiones en el peronismo bonaerense, llevando a Wado de Pedro a instar a la unidad. Consciente del peligro de una elección dividida, enfatiza la necesidad de una estrategia común frente a Javier Milei. La lucha por el liderazgo interno continúa, mientras las bases se alinean.
Wado de Pedro mete presión por la unidad: el respaldo a Cristina reacomoda el tablero del peronismo en la Provincia
La candidatura de Cristina Kirchner reavivó las corrientes subterráneas del peronismo bonaerense. En ese marco, Eduardo “Wado” de Pedro salió con una frase cargada de señales: “Parece que el sentido común no está en todos lados”, dijo al remarcar la necesidad de que el oficialismo unifique fuerzas en Buenos Aires. Sin nombrar a Axel Kicillof, el senador dejó claro que la conducción de Cristina y la estrategia electoral deben ir de la mano.
El gesto de la expresidenta al anunciar su postulación a legisladora provincial fue acompañado de una convocatoria a la unidad. Pero también, como suele hacerlo, dejó una advertencia para los que dudan del rumbo: nada de experimentos individualistas. Desde el entorno de La Cámpora, donde Wado juega con peso propio, el mensaje fue directo. La escena interna no admite márgenes para maniobras por fuera de la estrategia común. El objetivo, insisten, es claro: frenar al gobierno de Javier Milei en sus políticas sobre la Provincia.
La respuesta de De Pedro fue un alineamiento con la expresidenta, pero también un cuestionamiento velado a Kicillof, quien todavía se resiste a unificar comicios. “No hay recursos suficientes para dividir la militancia en dos estructuras de campaña”, advirtió el senador, apelando a una lógica de base. Pero detrás del argumento operativo, asoma una disputa política más profunda. ¿Quién define la estrategia en territorio bonaerense? ¿Cristina o el gobernador?
El regreso a escena de la exmandataria modificó los equilibrios y aceleró los alineamientos. Tras varios meses sin diálogo, Cristina se comunicó otra vez con el gobernador, vía emisarios. El puente existió, aunque no quedó claro si hubo reconciliación estructural o apenas una tregua funcional. Lo que sí confirmó Ariel Sujarchuk, intendente cercano al equipo cristinista, es que hubo contacto y que trabajan en una lista de unidad. Pero las tensiones de fondo siguen latentes.
El temor dentro del peronismo es que una elección dividida entierre definitivamente las chances del espacio en octubre. El antecedente inmediato en la ciudad de Buenos Aires, donde el oficialismo fue derrotado por escaso margen en las legislativas, es visto como un llamado de atención. También se mencionan los casos de Catamarca y Santiago del Estero, que apostaron a un esquema de “voto concurrente” para sumar volumen político. En provincia de Buenos Aires, el riesgo es mayor, por el peso electoral del distrito y la compleja ingeniería peronista que se activa en cada jornada de movilización.
Los mensajes de Cristina en C5N apuntan a una estrategia centralizada: concentrar esfuerzos, simplificar estructuras, maximizar el impacto. En la interna, esa postura implica revisar ciertos movimientos autónomos del gobernador, a quien algunos le endilgan falta de vocación orgánica. La expresidenta evitó la confrontación directa, pero sus palabras —y las reacciones que provocaron— dejaron en evidencia que su candidatura no es solo testimonial: busca ordenar el tablero, reafirmar liderazgo y disciplinar al resto.
En paralelo, De Pedro fortaleció su perfil como articulador del espacio cristinista. Lo hizo desde una posición de aparente pragmatismo, al sugerir que el problema de fondo no es la discusión interna sino la amenaza externa: “Tenemos que frenar al gobierno de Milei de la manera más contundente posible”, sostuvo. Su discurso combina lealtad ideológica con una narrativa de unidad funcional, pero no es neutro. Se posiciona como un constructor del dispositivo electoral cristinista, con terminal en la provincia y proyección futura.
El resurgimiento público de Cristina también reseteó las prioridades dentro del propio justicialismo. La cumbre que convocó días atrás, con dirigentes PJ bonaerenses, se extendió por tres horas en un clima de definiciones. Si bien evitó señalar públicamente a Kicillof, dejó claro que su mirada sobre cómo se debe enfrentar octubre no admite múltiples interpretaciones. La unidad no es una opción, es una condición sine qua non para evitar “un efecto dominó” en otras provincias, como dijo uno de los asistentes.
Mientras tanto, el sector más duro del kirchnerismo acelera los gestos de respaldo. La confirmación de que habrá una mesa de negociación para cerrar una lista única entre intendentes, legisladores e incluso figuras nacionales, va en ese sentido. Lo que está en juego no es un cargo más o menos, sino el control del dispositivo electoral peronista en la madre de todas las batallas: el conurbano bonaerense.
Todo indica que el peronismo entró en etapa de definiciones. La candidatura de Cristina —insólita para algunos, decisiva para otros— es el catalizador de una nueva fase. Las presiones sobre Kicillof no cesarán. La militancia toma nota. Y Wado de Pedro, desde su doble rol de vocero y operador, deja en claro que no hay espacio para dudas: la orden es cerrar filas. El adversario está afuera, pero la disputa por el liderazgo continúa adentro.