Este jueves se rematará la sede de Kank y Costilla en Comodoro Rivadavia, una emblemática constructora vinculada a Lázaro Báez. El inmueble, valorado en 800.000 dólares, simboliza la caída de una empresa que fue parte de un entramado de corrupción en la obra pública, ahora arrastrada por deudas y abandono.
Rematarán la sede de Kank y Costilla, la constructora comodorense que se hundió con Lázaro Báez
Este jueves se rematará la sede de Kank y Costilla en Comodoro Rivadavia, una empresa símbolo de la historia petrolera patagónica que terminó hundida por su vínculo con Lázaro Báez. El inmueble, ubicado en Julio Ladvocat al 250 y valuado en una base de 800.000 dólares, está hoy en abandono total. La orden judicial responde a un reclamo laboral, pero es apenas un capítulo más del entramado judicial que selló el destino de la firma tras su absorción por Austral Construcciones.
Kank y Costilla fue una de las empresas más importantes de la región en infraestructura vinculada al petróleo, oleoductos y obras viales. Su historia comenzó en 1958, fundada por Juan José Kank y Carlos Costilla. Durante décadas participó de licitaciones clave, pero pasó al plano nacional cuando fue comprada en 2006 por Báez, en pleno auge del kirchnerismo en Santa Cruz. A partir de entonces, se transformó en una pieza más del dispositivo empresarial del entorno presidencial dedicado a la obra pública.
La compra de Kank y Costilla se dio en un contexto de expansión agresiva de los negocios de Báez: con el respaldo del poder político central, Austral Construcciones logró multipremios en la distribución de contratos viales y Kank y Costilla fue parte de esa expansión. La emblemática autovía Caleta Olivia–Comodoro Rivadavia, iniciada en 2008 bajo una UTE entre ambas compañías, es uno de los símbolos de ese entramado que hoy es materia de condena judicial.
La caída fue proporcional al ascenso. Con el avance de las causas por corrupción en la obra pública, que derivaron en múltiples condenas, incluida una de seis años para Báez por administración fraudulenta y otra de doce por lavado de dinero, el holding colapsó. Kank y Costilla, que ya había perdido actividad, quedó atrapada en el derrumbe judicial de su principal accionista. Incluso la justicia federal en Comodoro sentenció a Martín Báez, hijo del empresario, a dos años y tres meses de prisión por retener aportes destinados a los trabajadores de la firma.
Hoy, frente al abandono físico de su antigua sede, se suman los rastros del abandono institucional y económico. El lugar, una propiedad de casi 5.000 metros cuadrados, será subastado por orden del Juzgado Laboral N° 1. El procedimiento responde a un litigio por indemnización iniciado por una extrabajadora. No se trata de un hecho aislado: detrás hay una pila de deudas previsionales, fiscales y laborales que arrastró la compañía en su etapa final.
Incluso hubo un proceso iniciado en 2020 que pretendía anular la compra de la empresa denunciando que fue forzada. Pero la causa concluyó validando la operación. Según declaró el propio Héctor Costilla —entonces presidente de la empresa— la venta fue voluntaria, ya que la firma había dejado de ser rentable bajo su conducción. La justicia dio por cerrada la discusión y eso desactivó una posible vía para revertir las consecuencias legales de la integración al holding kirchnerista.
El caso de Kank y Costilla sintetiza cómo la red de vínculos políticos puede convertir a una empresa con historia y trayectoria en víctima de ambiciones desmedidas. En su declive se manifiestan los costos de haber formado parte del engranaje de distribución arbitraria de contratos, parte de un modelo que utilizó la obra pública como vehículo de acumulación para un círculo reducido de empresarios y funcionarios cercanos al poder. El remate no solo implica la pérdida material de un activo. Es también el epílogo de una identidad empresarial que fue devorada por la lógica de la corrupción estructural.
Ese abandono físico, reflejado en un edificio sin uso, con paredes descascaradas y maquinaria oxidada, habla más que cualquier sentencia escrita. En lo simbólico, Kank y Costilla ya fue subastada hace años. Lo que se remata este jueves es apenas el esqueleto de una marca que alguna vez representó el orgullo de una Comodoro industrial.