El PJ bonaerense consolida una alianza entre el kirchnerismo y el gobernador Kicillof, buscando unidad para enfrentar las elecciones del 7 de septiembre. A pesar de las tensiones internas, el movimiento busca evitar divisiones y fortalecer su posición frente al gobierno de Javier Milei, mientras defiende la figura de Cristina Kirchner.
Unidad tensada, estrategia intacta: el PJ bonaerense cierra filas y acuerda alianza con Kicillof y el kirchnerismo
El Congreso del PJ bonaerense resolvió este viernes sellar la tan buscada lista de unidad entre el kirchnerismo duro, representado por La Cámpora y los sectores cercanos a Cristina Kirchner, y el gobernador Axel Kicillof, quien había tensionado internamente con su armado propio. La decisión surge en un contexto donde el peronismo enfrenta el desafío de sostenerse como fuerza dominante en la provincia de Buenos Aires, mientras resiste embates judiciales y críticos desde el oficialismo nacional.
A pesar de las múltiples fricciones internas, los principales actores de la estructura provincial acordaron presentar una lista conjunta para los comicios legislativos del próximo 7 de septiembre. Lo acordaron en Merlo, en el teatro Enrique Santos Discépolo, ante dirigentes de todas las líneas del PJ provincial. El entendimiento busca evitar la ruptura y responde, en parte, a una clara lectura estratégica: sin unidad interna, la maquinaria peronista enfrenta un escenario adverso.
Máximo Kirchner fue designado como uno de los principales negociadores del frente. Lo acompañarán figuras clave del esquema Kicillofista, como Verónica Magario y Gabriel Katopodis, además de intendentes de peso territorial. El mensaje interno está claro: el PJ apuesta a contener sus tribus bajo una sola bandera, al menos hasta definir el reparto de candidaturas. En paralelo, y como parte del blindaje político, se exigió la liberación de Cristina Kirchner, en prisión domiciliaria tras su condena firme en la causa Vialidad, y se denunció su detención como parte de un “terrorismo de Estado de baja intensidad”.
El peso simbólico de ese reclamo vuelve a convertir a la figura de la expresidenta en el centro de gravedad del debate peronista. Aunque inhabilitada judicialmente, Cristina mantiene capital político real. El movimiento “Argentina con Cristina” fue respaldado por el Congreso como bandera de resistencia frente al gobierno de Javier Milei, a quien acusan de ejecutar un programa de “miseria planificada”. Ese relato, que mezcla reivindicación histórica con victimización política, vuelve a cohesionar a un peronismo que parecía fragmentado por razones de estrategia electoral.
La elección de Kicillof de lanzar su propio espacio –Movimiento Derecho al Futuro– había golpeado fuerte en los sectores más ligados a La Cámpora. La creación de ese sello fue interpretada como un gesto de autonomía que incomodó incluso a quienes le eran funcionales. El tiempo mostró que el gobernador no buscaba romper, sino ganar margen de maniobra ante una interna donde el lugar de Cristina también debía redefinirse.
Si bien la postal de unidad fue posible, la desconfianza persiste. Varios intendentes, entre ellos Mario Ishii, cuestionaron el desdoblamiento electoral promovido por el gobernador y presionaron para alinear esa jugada con el calendario nacional. En los hechos, ese conflicto administrativo fue el emergente de una disputa más profunda: quién tiene el control real del armado. Cristina prefería votar a nivel provincial y nacional de manera unificada, para aprovechar el arrastre mutuo. Kicillof optó por un camino autónomo, entendiendo que su poder está en el territorio y no en el aparato nacional.
La política también se mezcla aquí con las urgencias judiciales. Durante el Congreso se exigió la liberación de la concejala de Quilmes Eva Mieri, detenida tras un operativo vinculado con la vandalización de la casa del diputado José Luis Espert. Esa detención es leída en el PJ como parte de una ofensiva contra militantes peronistas. La dirigencia comienza a unir los puntos entre cárcel, proscripción y persecución.
Lo que está en juego es la capacidad del PJ bonaerense de presentar una versión estable de sí mismo, capaz de competir sin grietas visibles y con capacidad de expresión electoral. Todavía resta definir quién encabezará la boleta, lo cual podría volver a tensar el delicado equilibrio entre los sectores. Con Cristina fuera de juego formalmente, nombres como Máximo Kirchner y algún dirigente territorial confiable para ambos polos toman fuerza.
Mientras tanto, del otro lado de la grieta, el PRO autorizó a Cristian Ritondo a avanzar en un eventual acuerdo con La Libertad Avanza, en lo que podría configurar un frente opositor que amenace la hegemonía peronista en su bastión tradicional. La amenaza es real y obliga a la vieja maquinaria del PJ a afinar su engranaje.
Si el peronismo bonaerense logra ordenar su interna, no solo consolidará su dominio en la Provincia sino que también podrá proyectarse como actor articulador del poder opositor a nivel nacional. Pero esa construcción dependerá de su capacidad de transformar la unidad endeble que hoy exhibe en un frente con poder de decisión y perspectivas reales de disputa política.
En este clima, el Congreso partidario fue mucho más que una instancia meramente formal. Dejó al descubierto las condiciones que impone el presente: resistir, reagrupar y pactar, incluso entre adversarios de la misma casa, para evitar el colapso electoral y político. El peronismo bonaerense se da margen para seguir vivo. La pregunta es si llegará suficiente entero a septiembre para volver a imponerse.