El Gobierno ha levantado la emergencia en el sistema de gas tras la ola polar, pero aún persisten restricciones para industrias y estaciones de GNC. La normalización del suministro depende del clima y de las inversiones en infraestructura, que permanecen estancadas, dejando la matriz energética vulnerable ante futuras crisis.
El Gobierno levanta la emergencia en el sistema de gas, pero persisten restricciones para industrias y GNC
El Ejecutivo anunció el fin formal de la emergencia en el sistema nacional de transporte y distribución de gas tras la brutal ola polar que paralizó parte de la oferta energética durante la última semana. Sin embargo, a pesar de la mejora en la presión de los gasoductos y la normalización del abastecimiento residencial, los usuarios con contratos interrumpibles —principalmente industrias y estaciones de GNC— todavía enfrentan cortes, a la espera de una recuperación completa del linepack y una estabilización de la demanda.
La decisión de levantar el estado de emergencia fue determinada por el Comité de Emergencia tras constatarse que las presiones en los sistemas de medición y regulación alcanzaron nuevamente niveles operativos. Si bien el Gobierno destacó “una recuperación importante” del sistema, fuentes oficiales admiten que el suministro completo a los contratos interrumpibles dependerá de que el repunte de las temperaturas se mantenga y no se disparen nuevos picos de consumo residencial.
En epicentros como La Plata y Mar del Plata la situación seguía siendo crítica. En la capital bonaerense, apenas cinco de las 40 estaciones de GNC cuentan con contratos firmes, mientras que las otras 35 permanecen sujetas a interrupciones. Las bocas firmes no logran suplir el déficit cuando el resto del sistema es paralizado. En Mar del Plata, el escenario se repite: cortes incluso para estaciones con contrato firme revelan hasta qué punto se tensionó la matriz energética por efecto del frío extremo.
Las autoridades detallaron que se inició el proceso de conmutación de las centrales térmicas de generación eléctrica, reemplazando los costosos combustibles líquidos como el gasoil y el fueloil por gas natural. Esta redistribución energética, clave en el tablero de consumo, permitirá próximamente —según estimaciones oficiales— levantar las restricciones a la industria no prioritaria.
La fragilidad del sistema quedó al desnudo esta semana, en lo que fue el registro invernal más crudo en más de tres décadas. El linepack, es decir, el volumen de gas contenido en los ductos, llegó a niveles alarmantes. Ni el reciente aumento en las tarifas —un movimiento destinado a reordenar subsidios y mejorar la inversión privada— logró prevenir cuellos de botella cuando la demanda alcanzó su tope y el transporte colapsó.
De fondo, vuelve a instalarse un debate estructural: la falta de inversión sostenida en infraestructura energética. El propio oficialismo reconoció que el sistema operativo “arrastra décadas de desinversión”, lo que complica responder a demandas que, en picos de frío extremo, se disparan sin margen de improvisación. Entre las obras demoradas, destacan la ampliación del gasoducto Perito Moreno (ex Néstor Kirchner) y el refuerzo de redes de alta tensión eléctrica. Ambas se encuentran trabadas en instancias burocráticas del Ministerio de Economía, a pesar de haber sido presentadas como prioridades hace más de seis meses.
En paralelo, desde distribuidoras como Camuzzi se confirmó que el servicio residencial en Mar del Plata “está restituido en su totalidad”. La empresa desplegó más de 200 cuadrillas para activar manualmente los sistemas de más de mil domicilios. Aunque el operativo fue exitoso en términos de logística, marcó un antecedente preocupante respecto de la vulnerabilidad ante escenarios de estrés climático y ausencia de contingencia estructural.
Las transportistas nacionales, mientras tanto, monitorean hora a hora la evolución del sistema para habilitar el consumo interrumpible en el menor plazo posible, tanto en el mercado interno como en el frente externo. En juego también está el cumplimiento de contratos de exportación a países limítrofes, una variable que suele permanecer en la sombra pero condiciona decisiones estratégicas en el orden doméstico.
Detrás del lenguaje técnico y las declaraciones cruzadas, el episodio dejó en evidencia que la matriz energética argentina opera al borde de sus posibilidades. El Gobierno sortea esta crisis parcial sin haber entrado en apagón total, pero con una señal clara: sin decisiones de inversión e infraestructura de fondo, la próxima ola polar puede poner al país frente a una emergencia prolongada de consecuencias mayores. Y ese escenario, esta vez, no podrá sorprender a nadie.