Argentina y ENI han firmado un principio de acuerdo para exportar gas natural licuado durante 20 años, con una inversión de US$100.000 millones. Este proyecto busca posicionar al país como un actor global en el GNL, diversificando el suministro energético para Europa y revalorizando Vaca Muerta en la economía argentina.
Argentina y ENI sellan un principio de acuerdo energético a 20 años: la apuesta de Milei por el gas como puerta de entrada a Europa
En una jugada geopolítica y energética de alto calibre, Argentina e Italia avanzaron en la concreción de un principio de acuerdo para la exportación conjunta de gas natural licuado (GNL) durante dos décadas, con una inversión estimada en US$100.000 millones. La firma del preacuerdo, celebrada en Roma, reunió al presidente argentino Javier Milei y a la primera ministra italiana Giorgia Meloni como respaldo político explícito. El proyecto, denominado “Argentina LNG”, apunta a posicionar al país como un jugador global en el negocio del GNL, aprovechando el músculo de Vaca Muerta y el empuje de empresas como YPF y la italiana ENI, centrales en esta articulación estratégica.
La iniciativa contempla la instalación de dos unidades flotantes de licuefacción sobre la costa atlántica de Río Negro, cada una con capacidad para procesar seis millones de toneladas anuales. El transporte del gas comenzará desde Neuquén, corazón de Vaca Muerta, y será licuado directamente en estas plantas offshore para facilitar su exportación. Según fuentes oficiales, la Decisión Final de Inversión se proyecta para el cierre del año, mientras que la primera unidad podría estar operativa en 2029.
Más allá del impacto económico directo en términos de exportaciones —se estima un flujo constante de US$15.000 millones anuales desde 2031 sólo en gas— el trasfondo de esta operación revela una recomposición estratégica del mapa energético global, donde Argentina busca consolidarse como alternativa frente a la crisis generada por la guerra en Ucrania. Europa, urgida por diversificar su matriz energética y disminuir su dependencia del gas ruso, ve en proyectos como Argentina LNG una válvula de oxígeno a mediano plazo.
El acuerdo no incluye únicamente a YPF y ENI. Fuentes cercanas al proyecto confirmaron que otras multinacionales ya han mostrado interés en sumarse, entre ellas Shell, Pan American Energy (PAE) y Pampa Energía. Este entramado de actores refleja que la apuesta no es improvisada: hay un calendario ya en marcha, conversaciones con empresas que operan en la región y un ecosistema financiero atento al potencial retorno de la inversión.
La participación de Milei y Meloni, oficializando un entendimiento de carácter técnico, responde también a necesidades políticas a ambos lados del océano. En el caso argentino, el acuerdo refuerza la narrativa del gobierno libertario de atraer inversiones para dinamizar las exportaciones, generar dólares genuinos y reducir la dependencia del financiamiento externo. Para Milei, este principio de acuerdo se convierte en un estandarte que puede mostrar ante el electorado local y los mercados internacionales: la Argentina productiva, confiable y alineada con Occidente.
Meloni, por su parte, ve en esta foto una oportunidad de fortalecer la posición internacional de Italia en el GNL y responder a las necesidades energéticas que la Unión Europea viene empujando con urgencia. No se trata solo de convenios empresariales; forma parte de una arquitectura político-económica que busca diversificar alianzas y asegurar el abastecimiento energético europeo en un contexto geopolítico cada vez más complejo.
Argentina LNG no es solo infraestructura ni exportación de gas. También representa el retorno estratégico de Vaca Muerta al centro del tablero económico nacional. Tras años de inversiones intermitentes, cambios regulatorios y debates sobre su sustentabilidad ambiental, el megayacimiento vuelve a ser protagonista con un proyecto que, si madura, podría alterar profundamente los equilibrios de la balanza energética argentina.
La operación pone nuevamente a las estatales como eje del desarrollo: YPF, tras sufrir vaivenes financieros y una gestión caprichosa en gobiernos anteriores, ocupa ahora una posición técnica y política privilegiada. Alianzas como la que se configura con ENI y las otras firmas internacionales podrían darle músculo operativo real en la carrera global del GNL, una competencia donde los plazos, la logística y el respaldo político son tan importantes como los recursos naturales.
Una vez activado el primer buque de licuefacción, Argentina no solo logrará un ingreso sostenido de divisas en un contexto crónicamente desafiante para la macroeconomía, sino que pasaría a ubicarse entre los cinco principales exportadores de GNL del mundo. Parecería una utopía hace una década, pero las señales políticas y empresariales alrededor del preacuerdo no dejan margen de duda respecto a la seriedad del camino trazado.
En el ajedrez de la energía global, Argentina toma posición. Y lo hace con timing político, respaldo técnico y, sobre todo, ambición de convertirse en un jugador relevante allí donde antes apenas era un satélite periférico. La firma con ENI quizás aún sea preliminar. Pero deja entrever que, esta vez, la jugada argentina no es sólo discursiva ni reactiva. Es una estrategia de largo aliento, con nombre propio —Argentina LNG— y un peso que promete marcar una era.