Pablo Javkin celebra la victoria de Unidos en Rosario, destacando la renovación con nuevos concejales, mientras el gobernador Pullaro resalta el dominio territorial del oficialismo en Santa Fe. Ambas figuras muestran una estrategia complementaria para consolidar poder, a pesar del desafío de mantener la cohesión interna en un panorama político tenso.
Javkin celebra la diversidad de Unidos mientras Pullaro sella el mapa político santafesino
Con un mensaje cargado de autoconfianza y advertencias hacia la oposición, el intendente de Rosario, Pablo Javkin, reivindicó la victoria de su espacio dentro del frente Unidos tras conocerse los resultados de las elecciones a concejales. El funcionario enfatizó la renovación y pluralidad que le imprimen los nuevos cuatro concejales electos encabezados por Carolina Labayru, y trazó una línea clara entre la política del oficialismo local y lo que describió como recetas porteñas sin arraigo territorial. La puesta en escena en el búnker de Unidos fue leída como un reposicionamiento en una escena política marcada por tensiones internas, triunfos sorpresivos y una cargada expectativa por el rumbo de gestión en la segunda mitad del mandato.
A esa misma hora, a escasos kilómetros y con un tono más enfático aún, el gobernador Maximiliano Pullaro celebraba el desempeño territorial del Unidos en toda la provincia. “Pintamos de un solo color la bota santafesina”, lanzó entre aplausos en el Bioceres Arena, evidenciando la musculatura política que ha ido construyendo en 18 meses de gestión. Las cifras que manejaba eran elocuentes: 247 de las 304 localidades computadas quedaron bajo control del oficialismo, relegando a los otros frentes a un papel meramente testimonial. Ese despliegue no solo refuerza el control provincial sino que también configura un escenario de poder unificado que, según palabras del propio gobernador, nace del acuerdo programático entre sectores que hasta hace poco se encontraban enfrentados ideológicamente.
La estrategia de Unidos parece operar con dos velocidades complementarias: mientras Javkin construye desde Rosario un relato de resistencia y gestión con tono moderado, Pullaro ensancha su peso territorial desde la provincia, consolidando un esquema de poder que apuesta a perdurar. La pluralidad que Javkin señala no solo responde a una ampliación de representación institucional, sino también a un ejercicio narrativo frente a posibles disensos internos y tensiones con socios que no siempre comulgan con la hoja de ruta del frente. La gestión rosarina, aún golpeada por la inseguridad y la demanda social, busca en estas elecciones una validación no menor: una prueba de que el electorado está dispuesto a seguir apostando al trabajo de continuidad, pese a las crisis estructurales que la ciudad arrastra.
El mensaje de Javkin también esconde una lectura crítica del panorama nacional. “Aunque traigan todas las recetas que quieran de Buenos Aires, Rosario está por encima de todo”, espetó. Una frase que resuena como cruce directo tanto al gobierno nacional como a los sectores de la oposición que, según el intendente, no entienden la dinámica rosarina. Javkin se para como un actor con identidad propia dentro del oficialismo, con aspiraciones a seguir influyendo en la discusión provincial —y quizás nacional— con autonomía discursiva.
Pullaro, por su parte, no dejó pasar la oportunidad para enfatizar el momento de capital político que vive. Habló de “la tremenda remontada” lograda por Unidos y subrayó el impacto de una estrategia que combinó gestión provincial con sólida articulación electoral en todos los niveles. En su análisis, reconoció la baja participación pero la contextualizó dentro de una serie de elecciones predefinidas, minimizando el daño político. A pesar de ello, dejó abierta la puerta a la autocrítica, un movimiento calculado para contener desconformidades internas y anticiparse a posibles debates sobre legitimidad o desconexión social.
Lo que se está configurando en Santa Fe tras esta elección es un nuevo equilibrio de poder donde Unidos no solo retiene gobierno, sino que lo amplía en una territorialidad heterogénea. La construcción política iniciada hace año y medio entre actores dispersos parece haber tomado forma definitiva. El dato que Pullaro remarcó —17 de las 19 ciudades en disputa quedaron en manos del oficialismo— apunta a eso: una hegemonía inquietante para la oposición, que no encuentra aún una narrativa competitiva ni una estructura capaz de disputarle poder real al bloque gobernante.
Mientras tanto, los resultados muestran un electorado que, pese a la fatiga política y la abstención, optó por reforzar lo conocido en lugar de lanzarse al vacío. Unidos logra capitalizar ese voto racional con discursos que combinan gestión, emoción territorial y diferenciación con el resto del mapa político nacional. La pregunta de fondo sigue abierta: ¿cuánto durará ese delicado equilibrio? En un contexto nacional inquieto, con presencia creciente de fuerzas rupturistas, lo que hoy se presenta como una victoria homogénea podría convertirse en un campo minado si no se contienen los desacuerdos internos que inevitablemente emergerán.