El Gobierno plantea las elecciones de octubre como un plebiscito sobre Javier Milei, resaltando la necesidad de unidad ante las críticas de Mauricio Macri. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, anticipa reformas y destaca la importancia de disciplinar al oficialismo y partidos aliados para consolidar su posición ante una oposición fragmentada.
El Gobierno desafía a Macri y reformula la elección de octubre como un plebiscito sobre Milei
Mientras arrecian las diferencias dentro del ecosistema libertario y del PRO, el oficialismo redobló la apuesta: cualquier diferencia interna, advierten, se disipará en octubre, cuando, según ellos, el electorado defina entre respaldo o rechazo a Javier Milei. El encargado de marcar la cancha fue el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien no escatimó en palabras para responder a las críticas que lanzó Mauricio Macri respecto a la falta de avances del Gobierno en transparencia y lucha contra la corrupción.
En un contexto de creciente tensión entre el expresidente y el actual gobierno libertario, Francos respondió con una frase calculadamente incendiaria: “El que no lo vea desde este sector que pone la libertad como bandera es miope, tiene la vista corta”. Con esa sentencia busca encarrilar las miradas hacia lo que el oficialismo pretende instalar como eje de la elección legislativa nacional: un plebiscito entre seguir profundizando el proyecto libertario o detenerlo con el voto.
Macri había lanzado un dardo envenenado acusando al gobierno de Milei de no haber avanzado “ni un lugar” en el ranking de transparencia global. Lo que sobre la superficie parece una crítica aislada, en las profundidades revela una disputa más estratégica: quién liderará la narrativa de la derecha en la Argentina. Por un lado, Milei capitaliza el discurso anti-casta con un fuerte respaldo de su base electoral; por otro, Macri sigue buscando un lugar en la conversación desde una retaguardia cada vez más fragmentada.
Francos, al tomar la voz del Ejecutivo, no solo respondió el comentario sino que trazó la línea de cara al octubre electoral. Subrayó que el oficialismo está “muy seguro” de que ganará y que ya están proyectando una serie de reformas que comenzarían a discutir con fuerza en el Congreso si alcanzan la primera minoría. En la lista figuran la reforma de la ley de contrato de trabajo y una revisión integral del sistema fiscal.
Entrelíneas, el mensaje tiene varias capas. Primero, una proclama de victoria anticipada; segundo, la intención de consolidar al oficialismo como principal fuerza, incluso cuando hoy no cuenta con mayoría propia en el Congreso; y tercero —quizás el elemento más crítico para sus aliados o adversarios potenciales como el PRO—, el llamado a disciplinar las filas con riesgo de exclusión para quien critique.
“Con la cantidad de bancas que vamos a ingresar no sé si vamos a alcanzar el quórum propio, pero vamos a estar cerca de ser la primera minoría”, dijo Francos. Es una apuesta que busca impactar tanto sobre los votantes como entre los legisladores que hoy oscilan entre el apoyo y la crítica sutil. La narrativa gubernamental se orienta a presentarse como inevitable y funcional, en contraste con una oposición dispersa y marcada por internas visibles.
El actual enfrentamiento con Macri también tiene una lectura interna: busca desactivar cualquier intento del PRO de diferenciarse estratégicamente, especialmente en distritos donde podrían competir. Este gesto se alinea con el esquema de coaliciones que el oficialismo intentará construir pos octubre, maximizando su poder de negociación desde una posición de fuerza renovada. Francos ya habla de “reglas de juego nuevas” y de una capacidad ampliada para impulsar proyectos, incluso sin una mayoría absoluta, recurriendo a pactos con sectores pragmáticos de la oposición.
El Ejecutivo, mientras tanto, empuja una narrativa de cambio estructural. Según Francos, ya se dio un primer paso con la ley bases y ahora se avanza hacia una transformación más profunda. Llama la atención que se mencionara explícitamente el cambio en la ley de contrato laboral, un proyecto históricamente sensible y que en la práctica implica un giro de corte liberal clásico: flexibilización de las condiciones de empleo y reducción del costo laboral estructural.
En definitiva, el Gobierno juega fuerte y marca una línea divisoria clara: quienes acompañen deberán disciplinarse bajo la consigna “Milei sí o Milei no”. Macri, con su intento de autonomía discursiva, pone en riesgo la cohesión de su espacio político. El oficialismo, por su parte, no solo se aferra al control narrativo del presente, sino que proyecta un escenario electoral donde los exsocios o adversarios internos deberán elegir entre alinearse o quedar fuera del juego. El tiempo dirá si esa presión logra unificar o terminar de fragmentar a la oposición.