Axel Kicillof criticó el proyecto de “Ficha Limpia”, acusando al oficialismo de proscribir a Cristina Kirchner. Calificó la iniciativa como una herramienta de exclusión política y evidencia de una asociación judicial-empresarial contra el kirchnerismo. Su defensa de CFK posiciona al gobernador como un líder clave en la batalla política actual.
Kicillof lanza una ofensiva contra la “Ficha Limpia” y refuerza su alineamiento con Cristina Kirchner
Axel Kicillof acusó al oficialismo nacional de impulsar un proyecto que, bajo la fachada de integridad institucional, busca en realidad proscribir políticamente a Cristina Kirchner. En declaraciones con fuerte carga política, el gobernador de la provincia de Buenos Aires calificó la iniciativa de “Ficha Limpia” como “una vergüenza” y “una herramienta de proscripción”, señalando que su verdadero objetivo es impedir que la exmandataria se postule nuevamente a cargos electivos. “Da asco”, lanzó sin eufemismos, evidenciando el tono que domina esta nueva disputa entre peronismo y oposición a pocas semanas de un nuevo ciclo electoral.
La iniciativa legislativa, actualmente en tratamiento en el Senado, propone impedir que personas con condena judicial no firme puedan competir en elecciones. Aunque sus impulsores dicen que la ley apunta a elevar los estándares éticos de la política, el kirchnerismo la percibe como un movimiento quirúrgicamente dirigido contra su figura más influyente, aún con poder territorial y alto nivel de centralidad política. Esa sospecha no es gratuita: el proyecto, impulsado por el PRO y con el apoyo de La Libertad Avanza, permaneció durante años congelado en el Congreso y es revivido ahora en un escenario favorable a una estrategia de cerco judicial contra el dispositivo kirchnerista.
Kicillof, cercano a Cristina y uno de sus últimos cuadros con peso institucional real, denunció que la maniobra cuenta con un andamiaje judicial montado desde hace más de una década. Recordó la secuencia de causas en contra de la expresidenta que terminaron, según sus palabras, “en fallos absolutamente infundados que caían siempre en el escritorio de Claudio Bonadío”. El exjuez federal fallecido fue una de las figuras del llamado lawfare, cuyas sentencias hoy la propia Corte Suprema nacional revisa con incomodidad política.
En ese contexto, el gobernador sostiene que el proyecto de “Ficha Limpia” es una pieza más del engranaje que articula la avanzada judicial-empresarial-mediática contra el kirchnerismo. Resignifica este tipo de iniciativas legales como formas modernas de proscripción: no se necesita ya intervenir militarmente ni perseguir físicamente a los líderes populares; basta con bloquear su acceso a las urnas desde los tribunales. No es casual que esta narrativa encuentre eco precisamente mientras la figura de CFK experimenta un proceso de revalorización simbólica ante el deterioro del actual gobierno nacional.
Kicillof también dejó entrever que esta ofensiva política y judicial cuenta con cobertura mediática y, sobre todo, con una justificación discursiva construida en torno a la lucha contra la corrupción. “Ese discurso les sirve para tapar lo que verdaderamente quieren hacer: sacar del juego a Cristina y evitar que el peronismo vuelva a tener un liderazgo competitivo”, advirtió.
Más allá de su retórica explícita de indignación, la intervención del mandatario bonaerense sugiere que el Frente de Todos —o la fuerza política que termine sucediéndolo— comienza a delinear su estrategia electoral priorizando la defensa de la figura de CFK. Quien hegemoniza el discurso en su defensa, al mismo tiempo se posiciona para liderar o condicionar las reglas de su sucesión. En ese plano, Kicillof no hace solo una denuncia: marca territorio, se anota como garante de la continuidad del proyecto kirchnerista y asume frente al tablero electoral el rol del guardián del legado cristinista.
En paralelo, los sectores que empujan la aprobación de la “Ficha Limpia” argumentan que estas normas existen en otras democracias y que apuntan a depurar las listas de candidatos procesados o condenados por delitos de corrupción o violencia. Sin embargo, su insistencia en reflotar esta norma justo cuando la expresidenta insinúa posibles movimientos de regreso al centro de la escena política, ha encendido las alarmas en el peronismo duro y en algunos sectores de la Justicia que aún conservan sensibilidad institucional.
La escena, por tanto, no se reduce a un debate normativo. Es una contienda política que reabre la discusión sobre quiénes deben y pueden ser legitimados socialmente para acceder al poder. En esa batalla de símbolos y reglas, Kicillof no solo defiende a CFK: se convierte en uno de los voceros más ruidosos de la hipótesis de que sin ella, el peronismo corre el riesgo de diluirse en un ecosistema político que busca disciplinarlo desde los tribunales.