Axel Kicillof cerró un acuerdo paritario del 10% con la mayoría de los gremios docentes, pero la Federación de Educadores Bonaerenses rechazó la oferta y convocó a un paro. La conciliación obligatoria del Gobierno provincial desactivó la huelga, evidenciando tensiones internas dentro del sindicalismo docente.
Kicillof cierra paritaria con mayoría docente y ordena conciliación para desactivar paro opositor
Axel Kicillof acordó con la mayoría de los gremios docentes bonaerenses un aumento salarial del 10% en dos tramos, superando lo que autoriza la Casa Rosada, pero el conflicto no se apagó: la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB) rechazó la suba, convocó a un cese de actividades para este martes y quedó descolocada tras el dictado de la conciliación obligatoria por parte del Gobierno provincial.
Con esta maniobra, el gobernador se aseguró una victoria táctica en el frente interno, cerrando filas con gremios como Suteba, Udocba, AMET y Sadop, al tiempo que dejó expuesta la soledad de un gremio que supo ser decisivo en otros tiempos y que ahora aparece marginalizado. La conciliación obligatoria frenó en seco lo que habría sido la primera huelga docente en su contra desde 2019, marcando una demostración de fuerza institucional frente a una oposición sindical que, aunque fragmentada, muestra signos de incomodidad por la política salarial de la provincia.
Kicillof justificó el acuerdo salarial en contexto de restricciones severas: “Frente a la recesión, el ajuste y la quita de fondos del Gobierno nacional, mantenemos firme nuestro compromiso de proteger a quienes hacen un gran esfuerzo en nuestra provincia”. La referencia al “ajuste” de Milei no fue casual: en plena puja por recursos entre gobernadores e Nación, ofrecer una recomposición por encima de la media nacional se transforma en un gesto político de autonomía presupuestaria —y también de resistencia ideológica.
La suba pactada impactará sobre los haberes de marzo e incluye un incremento del 6% en mayo y otro 4% en julio, con la cláusula de reapertura en agosto. La cifra total, acumulada hasta ese mes, se estima en un 15,5%, superando holgadamente los aumentos formalizados en negociaciones salariales federales. La respuesta del Gobierno nacional por ahora es el silencio, pero la jugada no pasará desapercibida en Casa Rosada ni entre sus figuras del área económica.
La FEB, encabezada por Liliana Olivera, encontró en esta pulseada un espacio para marcar diferencias, pero enfrenta una coyuntura adversa. Si bien fue el segundo gremio docente en magnitud dentro del sistema provincial, hoy no cuenta con respaldo suficiente para imponer condiciones. La convocatoria al paro fue además desactivada rápidamente por el Ministerio de Trabajo provincial que, en voz de su titular Walter Correa, fue tajante: “Vamos a actuar dentro de la ley. Quien no trabaje, no cobrará el día”.
Las declaraciones del ministro Carlos Bianco amplificaron la línea argumental oficial: minimizar a la FEB, relativizar su representatividad y poner el foco en el acompañamiento mayoritario. “Hay solamente un gremio docente que no es representativo ni mucho menos del conjunto, que amenaza con una medida de fuerza. Lo importante es lo del conjunto, no una pequeña parte”, disparó en una conferencia de prensa desde La Plata.
Detrás del incidente subyace una disputa mayor. En el universo gremial bonaerense, Suteba —conducción de Roberto Baradel— funciona como eje de la estructura oficialista. Un conflicto interno con la FEB tiene implicancias políticas dentro del armado peronista y sindical, porque significa que Kicillof comienza a enfrentar tensiones incluso dentro de su propio dispositivo. La fractura entre federaciones representa más que un desacuerdo salarial: es parte de la redefinición de poder en el escenario sindical post ajuste libertario.
Kicillof sabe que el buen vínculo con los docentes es clave para sostener la gobernabilidad en un contexto nacional de retracción de fondos. Y, en paralelo, busca diferenciarse de Javier Milei, que por estos días lo volvió a apuntar abiertamente, anunciando que irá por él en el terreno electoral. La paritaria es entonces tanto una noticia salarial como una jugada política: exhibe a un gobernador dispuesto a plantarse, pero también revela las grietas que podrían ensancharse si las restricciones fiscales se agravan.
En el tablero de la política educativa bonaerense, el gobernador ganó esta mano. Pero no logra todavía desactivar el ruido. La amenaza de nuevos paros, aunque contenidos por la conciliación, continúa latente. Y la relación con la FEB, al borde del colapso institucional, podría erosionar la robustez de su frente sindical. La pregunta que queda flotando es si Kicillof usará esta victoria para realinear fuerzas o si optará por capear la tormenta con una estrategia de mínimos que no garantice estabilidad duradera.