Mauricio Macri busca negociar con La Libertad Avanza en Buenos Aires, imponiendo condiciones duras. Exige moderar la campaña, definir quién arma las listas y reunirse personalmente con Javier Milei. A medida que el calendario electoral se aproxima, la tensión entre PRO y libertarios crece, evidenciando desconfianzas y luchas por el poder.
Macri fija condiciones mientras busca sellar un acuerdo con los libertarios en Buenos Aires
En el PRO ya no hay margen para las fotos sin contexto. Mauricio Macri dio un golpe interno con una imagen cuidadosamente calculada: una reunión en el búnker de San Telmo con Cristian Ritondo, Jorge Macri y Pablo Petrecca, mientras los aliados de Karina Milei difundían retratos de sus propios encuentros con dirigentes amarillos. El mensaje fue directo: el expresidente quiere controlar la negociación electoral en la provincia de Buenos Aires, pero solo bajo sus reglas.
La Casa Rosada viene activando su nueva táctica: avanzar en acuerdos políticos con figuras del PRO, esquivando al propio Macri. Esa estrategia ya se tradujo en varios encuentros entre funcionarios libertarios como Karina Milei, Eduardo “Lule” Menem y Sebastián Pareja con legisladores como Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro. Pero la jugada del expresidente llega como respuesta a esa maniobra: sentar a su alrededor a quienes aún obedecen al mando original para reforzar que, si se trata del PRO, la interlocución sigue siendo él.
Detrás del gesto público hay una decisión operativa. Macri exige tres condiciones duras para avanzar en un entendimiento electoral con La Libertad Avanza. La primera: reducir sustancialmente el tono agresivo de la campaña libertaria contra el gobierno de Jorge Macri en la Ciudad. En las charlas con los libertarios, ya circulan sospechas de que se avecina una campaña sucia, algo que desde Balcarce atribuyen al “estilo” de los libertarios. Las señales las dio Manuel Adorni, portavoz presidencial y hombre de confianza de Karina Milei, al sostener públicamente que “el PRO se está disolviendo”. Fue más allá: sentenció que ni Patricia Bullrich ni Larreta representan ya al partido y que el fundador –Macri– no juega en la elección. El fuego no es cruzado, es directo.
La segunda exigencia apunta a un clásico de toda negociación electoral: quién arma las listas. Macri está convencido de que Karina Milei saboteó los intentos de conformar alianzas con el PRO en otras provincias, cerrando listas donde los amarillos quedaban totalmente desplazados. El recuerdo de lo que ocurrió en Chaco, Jujuy, Santa Fe o incluso en la Ciudad aún le arde a varios dirigentes con aspiraciones. Los números mandan en el debate: ¿quién pone los candidatos a legisladores provinciales y municipales? ¿Qué peso tendrá cada socio en los distritos con poder real?
Pero el elemento más complejo es el personal. Macri dejó trascender que una posible alianza entre PRO y LLA en Buenos Aires no puede definirse entre emisarios. Ni Ritondo ni Pareja, ni siquiera Karina Milei, están habilitados para cerrar un acuerdo de esa magnitud. El único camino, desliza, es una reunión cara a cara entre Mauricio y Javier Milei. El problema es que esa charla nunca ocurrió. Desde agosto del año pasado, cuando todavía había tensión por definiciones parlamentarias y cuestiones como la licitación de la Hidrovía, nunca más se vieron. Se enviaron chats, quizás algún mensaje de voz o breve llamada, pero el vínculo se enfrío sensiblemente. En paralelo, la Casa Rosada tejió y desarmó apoyos con nombres estratégicos del macrismo sin pasar por Balcarce 412.
La interna encuentra un campo de batalla en el calendario. El cronograma electoral en provincia de Buenos Aires establece fechas inminentes: el 14 de mayo vence el plazo para la inscripción de alianzas, apenas cuatro días antes de la elección interna porteña que confrontará paquetes de candidatos definidos por Milei y Macri. La urgencia de cerrar acuerdos en Buenos Aires se superpone con una demostración de fuerza más simbólica en la Ciudad, donde la presidenta general –Karina Milei– busca romper el poder histórico del PRO.
La tensión se palpa también en los discursos. Jorge Macri expresó en público su escepticismo ante un pacto electoral con LLA que se limite a la provincia. Para él, los acuerdos deben reflejar coherencia política: “¿Cómo es que no quieren acordar en la Ciudad, donde gestionamos y dicen que lo hacemos mal, pero sí en Buenos Aires? Todo es medio raro”, lanzó el jefe de Gobierno. Su frase revela el recelo persistente entre dos fuerzas que hoy parecen complementarias en el discurso, pero competitivas en el terreno. La alianza, si es que ocurre, nace desde la desconfianza.
La pregunta que se impone es si Macri quiere realmente cerrar un acuerdo o si su verdadera intención es preservar el control del PRO hasta que las fichas se acomoden por sí solas. No es menor el dato de que buena parte de los dirigentes, incluso varios que aún se alinean con él, tienen incentivos individuales para avanzar en acuerdos con los libertarios, en especial en provincia. Allí se concentra la batalla más trascendente del año y nadie quiere quedar fuera del reparto. El capital simbólico de Macri todavía ordena, pero no garantiza adhesiones ciegas.
Mientras tanto, en la Casa Rosada toman nota. Karina Milei y sus operadores entienden el juego de Macri y responden con pragmatismo. Difunden imágenes, procuran gestos y evitan confrontaciones directas. Pero juegan a dividir. En ese terreno movedizo, lo que parecía una eventual alianza se transforma en una pulseada de fondo por la hegemonía del armado opositor. Macri no quiere un acuerdo cualquiera. Quiere su acuerdo, con sus condiciones, y sentarlo a Javier frente a frente. Y por ahora ese café sigue sin fecha.