El Senado argentino avanza en la aprobación de Alejandro Oxenford y Wenceslao Bunge Saravia como embajadores en EE.UU. y España. Ambos, sin oposición significativa, promueven una política exterior pragmática. Oxenford resalta la oportunidad de fortalecer la relación con EE.UU., mientras Bunge Saravia busca reparar vínculos con España tras tensiones diplomáticas.
El Senado se prepara para aprobar los pliegos de los futuros embajadores en EE.UU. y España
Con la maquinaria legislativa en movimiento, el oficialismo avanzó a paso firme en el Senado argentino para allanar el camino de dos figuras clave en su estrategia exterior: Alejandro Oxenford y Wenceslao Bunge Saravia, quienes ocuparán las embajadas en Estados Unidos y España respectivamente. Ambos expusieron ante la Comisión de Acuerdos de la Cámara Alta sin objeciones relevantes y quedaron a un paso de ser designados formalmente como representantes diplomáticos. El oficialismo apuesta a concretar esa ratificación en una sesión especial la próxima semana.
La presentación se dio en un contexto de nula resistencia opositora. La bancada kirchnerista de Unión por la Patria decidió ausentarse, evitando cuestionamientos a dos empresarios devenidos en diplomáticos por designación directa del presidente Javier Milei. El único peronista que asistió fue Guillermo Andrada, enrolado en un espacio con diálogo fluido con el oficialismo. El vacío opositor se lee como un gesto tácito de aceptación a los perfiles propuestos o un cálculo para no confrontar donde no hay capital político que ganar.
Oxenford fue el primero en hablar. Fundador de empresas como OLX y LetGo, su discurso se centró en una visión optimista del vínculo con Washington. Resaltó una “oportunidad histórica” para redefinir la relación bilateral y convertir a la Argentina en un socio estratégico en medio de un reordenamiento global. Según dijo, mantuvo reuniones con más de un centenar de interlocutores del gobierno y el sector privado estadounidense, donde encontró un “consenso prácticamente unánime” para profundizar el diálogo con la gestión libertaria.
En materia comercial, aseguró que casi la mitad de los productos argentinos ya están exentos del 10% de arancel que impone EE.UU., minimizando el impacto del conflicto arancelario heredado desde la gestión Trump. Además, confirmó que están en marcha negociaciones bajo el Tratado Marco de Inversión y Comercio, mecanismo que —según él— podría facilitar acuerdos ágiles, aunque aclaró que el cierre de tales convenios no depende solo de su gestión, sino del trabajo entre las cancillerías.
El mensaje político fue claro: la Casa Rosada siente que hay una ventana de tiempo favorable para posicionar a la Argentina como proveedor confiable de minerales y agroproductos, en un tablero geopolítico cada vez más sensible a las cadenas de suministro. El acercamiento económico tiene también una clara lectura diplomática: la administración Milei busca que su estilo disruptivo no sea una barrera, sino una ventaja estratégica que despierte interés en actores relevantes del norte global.
Oxenford —un outsider del mundo diplomático— también juega su propia carta. Con 55 años, fama de coleccionista de arte y reconocimiento en el mundo tech, busca exhibirse como un negociador moderno, pragmático, despojado del protocolo tradicional de la política exterior argentina. Su designación, sin embargo, ha generado recelos entre diplomáticos de carrera que ven en su presencia una señal del desmantelamiento progresivo del Servicio Exterior Profesional.
Su contraparte europea, Bunge Saravia, jugó una carta más sobria. Ex CEO del banco Crédit Suisse, subrayó sus vínculos con el arco político y económico español construidos durante más de una década. Su perfil también está lejos de la diplomacia tradicional. No pasó inadvertido su apellido: es hijo del exvocero de Alfredo Yabrán, lo que suma una carga simbólica adicional a su desembarco en una de las embajadas más relevantes del continente.
Consultado sobre el cortocircuito que mantuvieron Milei y Pedro Sánchez en 2024, lo minimizó con diplomacia: “No creo que se hayan roto las relaciones”. Aseguró que hay más coincidencias que diferencias y se mostró confiado en recomponer el vínculo, resintiendo la controversia que llevó al congelamiento diplomático entre Buenos Aires y Madrid durante varios meses. Para cumplir con las exigencias de la ley argentina, prometió renunciar formalmente a su ciudadanía española antes de asumir.
El trasfondo de estas dos designaciones revela la estrategia de Milei en política exterior: perfiles elegidos por confianza presidencial directa y con fuerte anclaje empresarial, sin paso previo por la diplomacia de carrera. Esta inclinación confirma que la visión de la canciller Diana Mondino se impone en la estructura internacional del gobierno: menos formalidad y más afinidad ideológica, pragmatismo económico y vínculos bilaterales potentes con actores estratégicos. En esa lógica, Estados Unidos y España ocupan un lugar privilegiado.
La apuesta del Ejecutivo es clara: consolidar su modelo de representación con altos niveles de confianza interna, exposición internacional y capacidad negociadora fuera del libreto burocrático. Pero ese movimiento no está exento de riesgos. El sistema político observa con atención la eficacia de estos embajadores empresarios para gestionar intereses nacionales complejos en escenarios donde la diplomacia tradicional no solo se valora, sino que es muchas veces necesaria.
Lo que ocurra la próxima semana en el recinto será un termómetro no solo del apoyo senatorial a las designaciones, sino del margen real del oficialismo para consolidar su modelo de política exterior sin sobresaltos parlamentarios. En tiempos de alta tensión interna, Milei busca en el juego exterior una bocanada de oxígeno político y un terreno donde poder marcar una diferencia concreta con sus antecesores.