La Unión Industrial Argentina (UIA), liderada por Martín Rappallini, inicia reuniones con gobernadores para abordar la carga impositiva que afecta la competitividad del sector. Con preocupaciones sobre la reforma tributaria, la UIA busca alivios fiscales y defiende la necesidad de un entorno estructural sólido para la industria.
La UIA inicia ronda política con gobernadores mientras observa con recelo la reforma tributaria nacional
La nueva conducción de la Unión Industrial Argentina (UIA), encabezada por Martín Rappallini, comienza su gestión con una agenda política ambiciosa: reuniones con gobernadores para empujar una estrategia común que ataque las trabas a la competitividad que asfixian al sector. El foco está puesto en la maraña impositiva que, en algunos casos, como Ingresos Brutos, carga con una presión de hasta el 20%. La movida anticipa resistencias a parte del rumbo fiscal del Gobierno nacional y deja entrever una advertencia: sin señales de alivio, no habrá margen para una apertura comercial sin generar estragos productivos.
La crisis fabril que arrastra desde antes de la salida del cepo, lejos de revertirse, mantiene al sector en una meseta prolongada. Según datos de la propia UIA, los niveles de actividad no evidenciaron cambios sustanciales pese al fin del cepo, lo cual refuerza la visión de que la recuperación del entramado industrial necesita algo más que estabilidad cambiaria. “No se ha visto un cambio rotundo”, resumieron desde el equipo económico de la UIA.
Rappallini no esperó a que se dissipen las dudas sobre el futuro del paquete fiscal. Salió a marcar la cancha y, con tono conciliador pero firme, adelantó gestiones con las provincias para discutir mecanismos de alivio en tributos locales. Si el oficialismo pretende que la competencia se de en el terreno de la reducción tributaria para atraer inversiones, el empresariado exige precisiones. “La industria no tiene rueditas”, dijo el dirigente industrial en un tiro por elevación a quienes promueven una apertura sin blindaje interno. La frase, que ya empieza a circular como sello de su lugar al frente de la UIA, refleja la preocupación por un desarme de protecciones sin respaldo estructural.
La estrategia apunta a cooperar con los gobernadores, que podrían convertirse en aliados circunstanciales frente a una AFIP que tira la soga desde el plano tributario. El encadenamiento de tasas, impuestos y regímenes que gravan cada fase de producción convirtió a muchas cadenas de valor en estructuras inviables. En algunas, el costo fiscal integrado supera el 50%, según datos internos de las cámaras.
Consciente del impacto político de ese número, la conducción industrial comenzó a promover un recorte de retenciones sobre unas mil posiciones arancelarias, muchas de ellas vinculadas a pymes. El guiño se negocia directamente con el Ministerio de Economía y con un sector del oficialismo que necesita mostrar señales de dinamismo sin que avance una devaluación abrupta. “Queremos trabajar en la competitividad interna. Las devaluaciones no solucionan nada, se trasladan a precios, cae la actividad y sube la pobreza”, sentenció Rappallini.
En paralelo, la UIA activó un frente de resistencia a la idea de reimpulsar la importación de maquinaria usada, impulsada por capitales norteamericanos amparados en la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina. La entidad alertó que esa vía representa una amenaza directa a las pocas cadenas locales que aún sobreviven al shock de costos. Una jugada coordinada en ese sentido podría complicar aún más al Gobierno, que ya enfrenta cuestionamientos de aliados del interior por el sesgo concentrado de la reapertura comercial.
También la ley Pyme ingresó como prioridad en la agenda industrial. La UIA considera que su modificación —junto con una adecuación laboral que baje la litigiosidad y reactive contrataciones— forma parte del paquete indispensable para reactivar la inversión sin depender exclusivamente del capital financiero. Sin marco para las pymes, sostienen, no hay chances de que el derrame prometido tras el ajuste macro llegue al mundo real.
Sin nombrarlo, Rappallini dejó en claro que cualquier intento de apertura comercial estilo años noventa encontrará resistencia si no se mejora logística, infraestructura, financiamiento e impuestos. “Cada eslabón de la cadena de valor tiene todas las distorsiones adentro. La suma de ineficiencias conforma el costo argentino”, insistió, en un alegato que empalma con empresarios cordobeses y bonaerenses que vienen alertando sobre la pérdida de competitividad en cada feria internacional.
Mientras el dólar sigue contenido por la banda cambiaria y los discursos del Palacio de Hacienda eluden el “costado real” de la economía, la UIA avisa que la estabilidad por sí sola no alcanza. “Si el tipo de cambio no tiene oscilaciones, mejor, pero lo que se necesita es estabilidad macro real, no de pantalla”, repiten desde el nuevo equipo económico de la entidad.
Es evidente que el nuevo presidente de la UIA no llega a sentarse con una agenda meramente técnica. Rappallini está jugando desde el día uno en el mismo tablero que el Ministerio de Economía y parte del Gabinete. Las próximas semanas, con la seguidilla de cumbres con gobernadores, funcionarán como ensayo de una nueva coalición productivista: la que podría terminar convirtiéndose, desde Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, en la contracara interna de la coalición fiscal ultraliberal que promueve el Ejecutivo nacional.