La alianza entre el PRO y La Libertad Avanza busca enfrentar al kirchnerismo en Buenos Aires, estableciendo listas comunes para legislativas. Cristian Ritondo enfatiza la necesidad de unidad contra el populismo. La convergencia refuerza una estrategia pragmática que puede cambiar el equilibrio político en la provincia para las elecciones de 2027.
La alianza entre el PRO y La Libertad Avanza marca una jugada clave en la disputa por la provincia de Buenos Aires
La fotografía de Cristian Ritondo y Diego Santilli en Casa Rosada confirma lo que se venía gestando puertas adentro del nuevo oficialismo: el PRO pactó con La Libertad Avanza para enfrentar al kirchnerismo en la estratégica provincia de Buenos Aires. Detrás del acuerdo no hay solamente una alianza electoral sino una definición ideológica y estratégica de cara a las legislativas locales y, más aún, con la mira puesta en 2027. El mensaje es claro: construir una alternativa de poder que desplace definitivamente al peronismo de su último bastión fuerte.
Ritondo no tuvo reparos en explicitar el objetivo final: “La gente nos quiere ver unidos ganándole al populismo; no podemos permitir que vuelvan a ganar por errores o desacuerdos”. La escena, avalada por la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, denota un respaldo explícito de la Casa Rosada, interesada en consolidar una arquitectura opositora afín en la principal provincia del país, donde la madre de todas las batallas sigue siendo la Legislatura.
Aunque la ingeniería final de la alianza aún está en desarrollo, el principio de acuerdo establece listas en común tanto para la Legislatura provincial como para el Congreso, con el PRO aportando su maquinaria territorial y fiscalizadora, y La Libertad Avanza capitalizando su marca electoral. Esa lógica táctica parece haber calado hondo también en José Luis Espert, quien no tardó en definir al espacio resultado como un “frente anti miseria, anti kirchnerista”, proponiendo sumar incluso a sectores del radicalismo desencantados con su fragmentación interna.
La convergencia no es casual ni oportunista. Con la figura de Mauricio Macri en un plano marginal pero presente, LLA apuesta a seducir a distintos actores del PRO que todavía conservan poder real en sus distritos, mientras que, desde el PRO, se admite que sin una asociación con el oficialismo libertario el camino electoral se vuelve cuesta arriba. Se trata de una simbiosis entre aparato político e identidad ideológica: el pragmatismo como motor de unidad.
Desde el norte del conurbano, el intendente Ramón Lanús fue tajante: “Para ganarle al kirchnerismo todos los que pensamos igual tenemos que ir a elecciones con una boleta unificada”. Su énfasis no está en las siglas ni en los colores partidarios, sino en lo que él considera una urgencia común: la crisis de representación ante un electorado que ya no confía en las recetas tradicionales.
Mientras tanto, La Libertad Avanza ya organiza lo que será su demostración de fuerza en la capital bonaerense. En La Plata, en el salón Vonharv de Gonnet, se llevará adelante el “congreso libertario”, un evento que reunirá a ministros, intendentes, legisladores y dirigentes de todo el territorio bonaerense. Será el relanzamiento simbólico del ala territorial del partido, que había postergado esta cumbre tras el fallecimiento del papa Francisco y que ahora retoma el calendario político con fuerza renovada.
Entre los nombres que dirán presente se encuentran figuras cercanas al poder: Guillermo Francos, jefe de Gabinete; Martín Menem, titular de la Cámara de Diputados; y varios intendentes como Diego Valenzuela (Tres de Febrero) y Fernanda Astorino (Capitán Sarmiento). La presencia del senador Carlos Curestis y del diputado Alejandro Carrancio confirma que no se trata solo de una convocatoria protocolar, sino de un intento por delinear una mesa de conducción con influencia real en los armados seccionales.
Los coordinadores de cada sección electoral comenzarán a jugar un rol más activo. En los pasillos libertarios resuena una idea insistente: “los que no se alineen quedarán afuera del armado 2025-2027”. En otras palabras, la etapa de seducción dio paso a la de ordenamiento interno. LLA sabe que gana tiempo pero pierde libertad, por lo tanto, busca capitalizar su popularidad sin hipotecar del todo su identidad disruptiva.
En paralelo, algunos sectores tradicionales observan con recelo esta convergencia. La declaración de Espert a favor de un discurso de ley y orden extremo, incluyendo afirmaciones polémicas como “¿estamos de acuerdo en que para el delincuente es cárcel o bala?”, marcan un tono que puede comunicar fuerte al electorado de derecha, pero que también implica riesgos de desborde ideológico en un electorado más moderado.
Esta nueva arquitectura política tensiona especialmente al peronismo bonaerense. Con Axel Kicillof y sus aliados replegados en una defensa más provincializada, la irrupción del tándem PRO-LLA amenaza con romper el equilibrio de fuerzas en un territorio que, electoralmente, resultó fundamental para sobrevivir en los últimos años. Con la oposición cada vez más articulada, el riesgo de fractura entre los distintos sectores del peronismo es cada vez más palpable.
El calendario aprieta: el 9 de julio vence el plazo para inscribir alianzas. La cuenta regresiva ya empezó y el tablero comienza a definirse. Ya no se trata solamente de disputar candidaturas, sino de conformar bloques de poder capaces de proyectarse más allá del 2025. En esa clave, la naciente coalición entre el PRO y La Libertad Avanza bien podría ser el experimento que, si funciona, se consolide como contendiente central en la disputa por el Palacio Duhau de cara a la batalla de 2027.