El primer día sin cepo cambiario mostró una rápida adaptación bancaria, con el dólar oficial fluctuando entre $1.250 y $1.210. La eliminación de restricciones busca fomentar confianza en el programa económico del Gobierno y atraer inversiones. Sin embargo, persisten riesgos de volatilidad e inflación en el nuevo entorno cambiario.
Primer día sin cepo cambiario: volatilidad, euforia bancaria y desafíos operativos en tiempo real
Los bancos comenzaron la semana con una realidad completamente distinta: sin restricciones para ofrecer divisas al público minorista y bajo un sistema de tipo de cambio administrado por bandas. El tipo de cambio oficial en el Banco Nación trepó hasta $1.250 por dólar en las primeras horas del lunes y luego descendió a $1.210, mientras que el mercado mayorista marcó un precio de $1.180 por unidad. La desregulación del acceso al dólar para personas humanas funciona como el inicio de una nueva etapa del programa económico del Gobierno, que además debutó con una caída del dólar “blue” (mercado informal) y un fuerte derrumbe de las paridades bursátiles.
La eliminación del cepo sorprendió por la velocidad con la que los bancos se adaptaron. En apenas un fin de semana, las entidades actualizaron sus sistemas para permitir operaciones ilimitadas desde las plataformas digitales. Banco Nación, Galicia, Macro e ICBC comunicaron por separado que ya estaban operativos, en una señal de respaldo institucional clave para contener un posible pico de demanda. Se trató de una pulseada silenciosa entre las autoridades económicas y un sistema financiero que, esta vez, respondió con agilidad técnica a pesar de las exigencias del nuevo marco normativo.
Detrás de esta medida aparece una lectura política clara: el Gobierno apuesta a que la apertura del mercado cambiario sirva como catalizador de confianza en su hoja de ruta pactada con el Fondo Monetario Internacional. La “Fase 3” del programa incluye entre sus objetivos recomponer las reservas netas del Banco Central, alentar el flujo de divisas del sector exportador e iniciar un ciclo de estabilización de expectativas, con un tipo de cambio más transparente que funcione de ancla contra la inflación.
La reacción inmediata en los precios acompañó parcialmente ese objetivo. Mientras el tipo de cambio oficial experimentó un salto del 10% en las primeras horas y luego recortó, las cotizaciones paralelas en la bolsa —MEP y contado con liquidación— se hundían más del 8%, señal de que parte del mercado adelantó operaciones esperando menor presión regulatoria. El dólar “blue” también acompañó con una baja del 6,5%, lo que dejó la brecha cambiaria apenas por debajo del 10%, una cifra impensada hace 48 horas.
La clave del nuevo régimen cambiario es la implementación de una flotación administrada dentro de una banda de entre $1.000 y $1.400, con intervención del Banco Central sólo en los extremos. Con operaciones pactadas en $1.170 y $1.180 a mitad del día, el mercado mayorista avanzó en la misma sintonía que el minorista, reflejando un ordenamiento progresivo hacia el precio “limpio” del dólar en Argentina. Sin embargo, la realidad del cálculo político es aún incierta: una apreciación del peso en este contexto, como sugirieron fuentes del Ministerio de Economía, podría generar inconsistencias si la inversión externa no responde rápido.
Desde Wall Street, los principales bancos de inversión leyeron la movida con entusiasmo. JP Morgan, BNP Paribas y Morgan Stanley coincidieron en que la salida del cepo contribuirá a atraer capitales, mejorar la competitividad comercial y consolidar el programa con el FMI. Aunque dejaron advertencias sobre una posible volatilidad inflacionaria en el corto plazo, valoraron el clima de estabilidad política necesario para sostener una apertura financiera sin sobresaltos.
En paralelo, las autoridades fiscales comenzaron a realizar ajustes técnicos para acompañar la nueva lógica del mercado. La agencia de recaudación modificó las percepciones de Ganancias y Bienes Personales aplicadas sobre operaciones en moneda extranjera, en especial en lo relacionado a consumos turísticos y pagos en el exterior. Estas correcciones, si bien menores en apariencia, buscan evitar arbitrajes y mantener la progresividad fiscal frente a una nueva etapa de liberalización monetaria.
La apuesta del Gobierno involucra riesgos directos: una mayor demanda de dólares sin un contrapunto exportador podría presionar la paridad oficial y alimentar expectativas devaluatorias. Pero la señal política es inequívoca. Con la eliminación del cepo, la estrategia apunta a demostrar que los argentinos pueden operar con divisas de forma libre en un marco institucional sólido, confiando en la capacidad del Estado de administrar shocks sin controles rígidos de capitales.
A contramano de ciclos anteriores, esta liberalización no vino acompañada de festejos oficiales ni declaraciones grandilocuentes. El mensaje fue pragmático: que los bancos funcione, que el dólar tenga precio y que los técnicos puedan controlar el pulso sin intervención política excesiva. Quedará por verse si esta arquitectura sobrevive a las primeras semanas de volatilidad. Pero el tablero se ha reconfigurado. Y las piezas ya están en movimiento.