La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires celebra 50 años en un contexto de tensiones políticas y culturales, con una impresionante participación saudí y debates sobre la figura de Milei. Este evento refleja la interacción entre la literatura, la política y la influencia internacional en el panorama actual argentino.
Del oro saudí a la sombra de Milei: la Feria del Libro en clave política y cultural
Con un despliegue ambicioso que va desde cafés dorados y performance árabes hasta debates sobre inteligencia artificial y nuevas derechas, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires celebra sus 50 años en un clima de expectativa, reacomodamiento y tensiones implícitas. La edición actual, que reúne 465 expositores y se extiende hasta el 12 de mayo en La Rural, pone en escena no solo las novedades editoriales del año, sino también los intereses estratégicos de gobiernos, editoriales, escritores e industrias con aspiraciones geopolíticas.
La figura de Riad como ciudad invitada irrumpe con 500 metros cuadrados de stand laberíntico y opulento, donde se combinan elementos tradicionales árabes con tecnología audiovisual y gastronomía instagrameable. Pero más allá del exotismo, Arabia Saudita desembarca con una comitiva de más de doscientas personas, incluidos escritores, científicos, músicos y performers, en una clara jugada de soft power cultural. El dato no es menor: mientras la diplomacia local se reconfigura bajo una administración libertaria, el Reino saudí busca espacios de visibilidad en los escenarios internacionales más simbólicos, como esta feria.
En paralelo, el escenario político argentino sigue marcando el pulso de la programación editorial. Desde Siglo XXI hasta Planeta, pasando por editoriales más pequeñas, florecen títulos que abordan el fenómeno Milei desde distintos ángulos ideológicos. La novedad de Juan Luis González (“Las Fuerzas del Cielo”), el ensayo de Anne Applebaum sobre la autocracia, o el trabajo de Steven Forti sobre la extrema derecha europea configuran el paisaje de una oferta marcada por la necesidad de entender el presente político. Incluso editoriales como Hojas del Sur, que apuestan por autores vinculados al oficialismo, colocan sus fichas en este tablero.
La Fundación El Libro, organizadora del evento, también se mete en el terreno simbólico al publicar un libro conmemorativo de gran volumen: incluye la historia completa de la Feria, fotografías históricas, la conversación entre Borges y Susan Sontag de 1985 y los discursos inaugurales de los últimos veinte años. Una forma de marcar legado en un contexto donde la memoria cultural puede resultar una trinchera frente a la volatilidad política.
Pero mientras algunos celebran el medio siglo con discursos medidos y gestos diplomáticos, el ámbito editorial independiente resopla frente a la realidad económica. Los primeros días de jornadas profesionales dejaron en claro una tendencia: menor asistencia de libreros extranjeros, catálogos caros para el bolsillo argentino medio, y ventas poco dinámicas entre las editoriales chicas. En contraste, los grandes grupos como Riverside, Prometeo y Siglo XXI reportan un escenario moderado pero estable, empujados por figuras consolidadas como Beatriz Sarlo o Philippe Sands.
El factor Milei, presente en varios stands, se cuela también en la grilla de actividades. En ese sentido, la presencia del economista español Jesús Huerta de Soto —referente del austroliberalismo y figura admirada por el presidente argentino— aparece como una clara señal de alineamiento doctrinario. La conferencia de presentación a cargo de Marcelo Duclos, coautor de la biografía de Milei “El loco”, permitirá al público medir las tensiones intelectuales del nuevo consenso libertario.
Las calles internas de La Rural muestran ese contraste con precisión quirúrgica: del lado saudí, túnicas, yeso, datileras y promesas de compra de derechos de traducción; del otro, editores argentinos sosteniendo estructuras con recursos escasos y entusiasmo incansable. El stand uruguayo, con un mural que replica el mapa literario de Santa María de Onetti, aparece como la contracara austera pero potente del despliegue saudita. También suma su gesto político al homenajear los 75 años de “La vida breve”.
El escenario no es ajeno a los choques de sensibilidad política. Algunas editoriales notan con incomodidad la irrupción de títulos vinculados a las nuevas derechas, otros celebran la diversidad como síntoma de vitalidad intelectual. El clima no es exactamente de confrontación, pero sí de observación tensa y, en muchos casos, de pragmatismo comercial. Cada autor, cada editorial, cada stand parece proponer una hipótesis sobre la Argentina de hoy.
Afuera de los pabellones, incluso la ausencia de la Secretaría de Cultura de la Nación con stand propio adquiere relevancia. El móvil del área sostiene una presencia formal, testimonial, casi escueta. Sin anuncios, sin programaciones destacadas, sin intervención clara. Para muchos, la señal es doble: austeridad forzada y repliegue simbólico. Para otros, apenas una pausa en medio del caos generalizado del ajuste.
En este contexto, también sobrevuela la inteligencia artificial como tendencia transversal de la programación. Desde mesas de debate hasta portadas generadas por algoritmos, la IA se mete como herramienta y desafío. Es otro tipo de fantasmalidad: no se ve, pero está en cada conversación, desde los contratos hasta las presentaciones comerciales. Incluso escritores ya advierten sobre la necesidad de cláusulas contractuales para limitar su uso, anticipando una nueva etapa de litigio cultural.
Con todo, la Feria vuelve a demostrar que su verdadero corazón no está en los discursos, sino en el pulso colectivo que late entre pasillos, charlas y stands. Es ahí donde se negocia el futuro del libro, se reescriben las tensiones de la cultura y se mide, cada año, el estado de ánimo del país lector. En 2025, más que nunca, esa lectura también es política.