La Feria del Libro 2025 en Buenos Aires se convierte en un escenario de disputa cultural y política. Con ingreso gratuito, el evento busca reposicionar al Estado como garante del acceso a la cultura, mientras ofrece una programación pensada para atraer diferentes segmentos, destacando la importancia de la literatura digital y pública.
Feria del Libro 2025: Cultura, política y territorio en disputa
La Ciudad de Buenos Aires capitaliza nuevamente la Feria Internacional del Libro como escenario de visibilidad cultural y estrategia política. El ingreso gratuito previsto para este sábado, de 20 a 00, forma parte del operativo simbólico que busca reposicionar el rol del Estado porteño como garante del acceso a la cultura en un contexto socioeconómico asfixiante. Se trata de una jugada certera, aprovechando La Noche de la Ciudad, en un evento que año tras año concentra a cientos de miles de personas de todos los distritos del país.
La propia elección del horario no es inocente. Desde el macrismo, primero, y ahora con un Ejecutivo local que mantiene eje en la “gestión”, se afianza una narrativa de apertura, sin resignar control del relato. El stand de la Ciudad, montado en el Pabellón Amarillo, es emblemático: editoriales porteñas seleccionadas, escritores afines y formatos de presentación que oscilan entre lo interactivo y lo efectista. La presencia de autores como Martín Kohan, Florencia Canale y Liliana Heker configura una agenda que busca ser masiva pero perspicaz, sin dejar de lado legitimidades acumuladas dentro del campo cultural.
La programación apunta a todas las franjas etarias. No sorprende: cada segmento representa un nicho electoral y una base simbólica. El sector juvenil, históricamente complejo para construir fidelidad política, concentra una inversión deliberada con talleres del Programa de Juegotecas Barriales, narradores en vivo y espacios lúdicos diseñados para estimular la participación temprana en el circuito literario. A su vez, el Laboratorio de Futuros ensaya un puente entre tecnología y formación: aulas interactivas ancladas en el modelo TUMO, referencia directa al esquema de capacitación tecnológica autónoma que ya se aplica en países europeos y que el Gobierno de la Ciudad adoptó como insignia del “futuro vinculado al empleo.”
La literatura digital y las bibliotecas públicas no quedan afuera de esta ofensiva cultural. El sello institucional de la Red de Bibliotecas apunta a reforzar la infraestructura estatal mientras ensaya una bajada de línea sutil sobre “derecho a la lectura”. En paralelo, la Biblioteca Digital Jorge Luis Borges empuja un modelo híbrido de consumo de contenidos, coherente con la tendencia que desborda al libro físico pero que encuentra en estos festivales su zona de reconciliación.
En términos estratégicos, la gratuidad del sábado no es novedad, pero sí ocasión. En pleno ajuste nacional, con políticas culturales desfinanciadas y sectores editoriales asfixiados por la recesión, la Ciudad refuerza su marca institucional mostrando capacidad de gestión y contención dentro del corset presupuestario. Las excepciones para jubilados, pensionados y estudiantes de lunes a viernes, salvo el 1° y 2 de mayo, aportan volumen simbólico pero también operatividad: garantizan afluencia sin saturar.
La Feria, entonces, no es solo vitrina cultural: es campo de disputa. El Gobierno porteño consolida alianzas con editoriales, gestores culturales e intelectuales que, sin adscribir a un mismo espacio político, operan como embajadores naturales del modelo. Y lo hace mientras la oposición, debilitada a nivel nacional por fragmentación interna, mira de lejos una vidriera que históricamente fue su aliada.
Lejos de tratarse de un evento meramente editorial, la Feria del Libro se reconfigura como plataforma de legitimación. En ese sentido, la noche del sábado será más que un paseo literario: será una postal de gestión, un acto público sin discursos ni escenario, pero con la potencia de lo visible. Esas horas –grises o iluminadas– marcarán aún más las fronteras entre políticas culturales de cercanía y el abandono metodológico del Estado Nacional en materia de promoción cultural.
Si algo enseña esta edición, es que la disputa simbólica no se da únicamente en las urnas ni en los estrados políticos. También se juega en pasillos repletos de lectores, en la programación pensada al detalle y en la eficacia de una narrativa que apuesta al acceso sin resignar control ni agenda. La gratuidad como gesto democrático convive, sin contradicción aparente, con una curaduría que revela estrategia. Y como toda buena jugada política, está dedicada a quienes saben leer entre líneas.