Luiz Inácio Lula da Silva reveló una emotiva conversación con Cristina Fernández de Kirchner, reavivando tensiones entre Argentina y Brasil. Su llamada, antes de la cumbre del Mercosur, refleja una maniobra política que coloca a Javier Milei en un dilema diplomático, mientras Lula busca consolidar su influencia en la región.
La llamada que incomoda al poder: Lula, Cristina y una señal política que trasciende fronteras
Luiz Inácio Lula da Silva reveló una conversación personal con Cristina Fernández de Kirchner que reaviva las tensiones políticas entre Argentina y Brasil, justo en la antesala de la cumbre del Mercosur. Una llamada cargada de simbolismo se convirtió en una jugada geopolítica inoportuna para el gobierno de Javier Milei. El presidente brasileño confesó que mantuvo una charla telefónica con la exmandataria argentina tras la confirmación de su detención domiciliaria en la causa Vialidad, y relató que la encontró “emocionada, llorando”. La cita no fue improvisada: se produjo el 21 de junio, menos de dos semanas antes de que Lula pise suelo argentino.
“Le dije: Cristina, te llamo porque mi amistad contigo va más allá de que fuéramos presidentes. Mi amistad contigo se debe a que yo soy una persona y vos sos una persona”. Esa frase, pronunciada por Lula durante su participación en el podcast brasileño Mano a Mano, condensa más que una empatía entre dos exjefes de Estado: es una declaración de afinidades políticas, de alianzas ideológicas y también de cuentas pendientes respecto al lawfare en la región.
Mientras en la Casa Rosada hacen malabares para evitar que la gestión Milei aparezca directamente enfrentada con Brasil, la prensa y la dirigencia política ya especulan sobre un encuentro cara a cara entre Lula y CFK en la previa de la cumbre regional del 3 de julio. Según el diputado Paulo Pimenta, un hombre clave del Partido de los Trabajadores, el presidente brasileño planea visitarla en su domicilio en Constitución, donde cumple arresto domiciliario. La imagen de ambos juntos, a días de un foro regional y en plena redefinición del eje diplomático sudamericano, sería un gesto de alto voltaje simbólico que enciende las alarmas en Balcarce 50.
La reacción interna frente a este posible encuentro oscila entre la cautela institucional y la incomodidad palaciega. Un funcionario argentino con despacho en Casa Rosada admitió que “no está confirmado si la Justicia permitirá el ingreso de Lula a la vivienda”, aunque en el Ejecutivo intentan relativizar el impacto: recuerdan que Milei también visitó a Jair Bolsonaro en Brasil siendo ambos líderes políticamente alineados. Pero el paralelismo no es del todo apropiado, y lo saben: Lula es presidente en funciones; Cristina, condenada e inhabilitada.
La situación coloca a Milei frente a un dilema diplomático inesperado. Por un lado, debe ejercer la presidencia pro témpore del Mercosur con un mínimo de gobernabilidad regional. Por el otro, no puede tolerar una foto de Lula abrazando a la principal referente del espacio político que él busca erradicar del tablero argentino. En ese escenario, lo que parece un gesto personal de solidaridad es, en realidad, una maniobra política quirúrgica que Lula ejecuta apoyado en su experiencia.
El antecedente es directo: en 2019, en plena campaña presidencial, Alberto Fernández viajó a Curitiba para visitar a Lula en prisión. La escena marcó el realineamiento del Frente de Todos con la izquierda regional. Ahora, con los roles invertidos, es Lula quien busca marcar territorio, dejando al gobierno argentino en posición de aceptar o resistir la visita de un jefe de Estado extranjero a una detenida doméstica con aún fuerte peso simbólico.
Pero nada de esto es gratuito. La ofensiva de Lula forma parte de un esquema más amplio de reposicionamiento regional, en el que el presidente brasileño busca volver a liderar el bloque desde una lógica más orgánica y menos liberal. La interna argentina le sirve de espejo: Cristina es hoy emblema del relato sobre persecuciones judiciales que también lo tuvo como protagonista. Con esta movida, Lula no solo ofrece su respaldo a una vieja aliada; también refuerza un patrón narrativo que puede ser funcional a otros liderazgos en dificultad.
El contexto es aún más delicado: la cumbre del Mercosur de este año definirá no solo la nueva presidencia del bloque, sino también las condiciones de cara a las negociaciones con la Unión Europea. En ese marco, el alineamiento ideológico entre los Estados miembros adquiere protagonismo. Mientras Paraguay y Uruguay juegan a la equidistancia, Lula busca marcar territorio político. Y si logra, además, encender un gesto de unidad con Cristina Kirchner, el mensaje va más allá de la geografía regional: habla directamente a los sectores progresistas del continente.
Javier Milei, en cambio, aparece en el centro de un juego que no controla del todo. Su intención de sumar aliados en foros multilaterales puede verse empañada por una disputa doméstica que vuelve a colocar a CFK en el centro de la escena. Y Lula, experto en relanzamientos, entendió antes que nadie que en política todo gesto, incluso una llamada telefónica, puede transformarse en una jugada maestra.
Lo que pareció un acto de camaradería se convierte, ante las cámaras y la geopolítica, en una estrategia de reposicionamiento inteligente. Lula vuelve a jugar con el mapa latinoamericano, y Cristina, condenada pero no silenciada, se transforma de nuevo en un símbolo útil. Nadie sabe aún si la Justicia dirá “sí” o “no” a la visita. Pero los efectos políticos ya están en marcha y difícilmente se puedan revertir.