Argentina está abriendo su mercado a pesar de la creciente guerra comercial global y el inminente riesgo económico. Mientras otros países protegen sus industrias, el Gobierno elimina medidas antidumping y mantiene un tipo de cambio artificial. Esto profundiza la vulnerabilidad económica en un contexto de reservas en caída y creciente desconfianza.
Lunes negro y Argentina a contramano del mundo
Mientras las principales economías globales activan mecanismos de defensa frente a una guerra comercial que recrudece, la Argentina decide abrir aún más su mercado, debilitar su moneda a fuerza de reservas y desmontar escudos proteccionistas clave. La reacción del Gobierno no solo va a contramano del escenario internacional, sino que refuerza una lógica que ya mostró sus límites: liberalismo en estado puro y sin red, con un peso sobrevaluado artificialmente y un equipo económico que parece celebrar su estrategia en medio de la tormenta.
Desde la semana pasada, los mercados vienen sacudidos por la ofensiva arancelaria de Donald Trump. El reciente “lunes negro” agravó la situación bursátil global, empujando a casi todas las naciones a endurecer sus posturas comerciales. China respondió devaluando el Yuan y subiendo aranceles, Europa se reunió en bloque para coordinar planes de protección a su producción. En Argentina, Federico Sturzenegger —ministro de Desregulación— eligió otro carril: anunciar con entusiasmo la eliminación de mecanismos antidumping para productos textiles y químicos.
Las resoluciones 397/25 y 351/25, firmadas también por Luis Caputo, levantan aranceles y medidas defensivas que buscaban preservar sectores clave de la industria nacional. La medida no fue acompañada de estrategias de transición ni salvaguardas internas. Más preocupante aún, llega en un momento delicado: la sangría de reservas del Banco Central supera los 300 millones de dólares diarios y el tipo de cambio paralelo se dispara, con el dólar blue trepando a $1.345.
Lejos de proponer una estrategia anticíclica, el equipo económico se enorgullece de relajar barreras comerciales mientras dilapida divisas para sostener un valor ficticio del peso. Esa brecha entre el dólar oficial y los financieros sigue ensanchándose, al tiempo que el riesgo país se ubica en torno a 960 puntos. La combinación resulta letal: menor competitividad externa, mayor déficit comercial y creciente desconfianza del mercado. Lo que para otros gobiernos significaría una señal de alarma, para el oficialismo libertario es motivo de festejo en redes sociales.
Ni siquiera los nombres del círculo más cercano al presidente Javier Milei parecen convencidos de esa hoja de ruta. Lady Market, influyente analista financiera y referencia en el universo liberal, advirtió este fin de semana sobre el posible final del “crawling peg” —la estrategia de devaluación gradual— y anticipó una devaluación inminente. Sus palabras no pasaron inadvertidas: fue leída como una advertencia interna sobre lo insostenible del actual esquema cambiario.
El pacto con el Fondo Monetario Internacional sigue sin concretarse y, de cerrarse, luce insuficiente. Desde la consultora Vectorial advierten que el hipotético préstamo no alcanzaría para cubrir la Base Monetaria Ampliada, dejando a la economía más expuesta que antes. En paralelo, se intensifica el desarme de activos en pesos y la huida hacia monedas fuertes: un fenómeno típico en escenarios de incertidumbre total, pero que en el caso argentino viene siendo retroalimentado desde el propio Gobierno.
La retórica antisistema de los funcionarios choca con decisiones que reproducen un modelo de concentración y desindustrialización ya conocido. El desmonte de políticas antidumping impacta en sectores que generan empleo intensivo, como el textil y el químico. Lejos de diversificar la matriz productiva, profundizan la dependencia externa. El espejismo de la “libertad comercial” solo profundiza la vulnerabilidad estructural de una economía que ya muestra signos graves de agotamiento.
En los pasillos del poder económico, sin embargo, la apuesta libertaria sigue intacta: seguir abriendo la economía sin importar el contexto internacional, priorizar la lógica del mercado aún frente a crisis sistémicas, y sostener artificialmente el tipo de cambio oficial con reservas en baja. Todo esto mientras los socios estratégicos del planeta cierran filas y practican un nuevo proteccionismo de supervivencia.
Con el frente externo adverso, sin señales de desaceleración inflacionaria y con un tipo de cambio tensionado por las propias decisiones oficiales, la economía argentina se encuentra en una encrucijada. El único camino disponible parece ser el ajuste por shock o una devaluación abrupta. Cualquiera de los dos escenarios promete turbulencias. Y el tiempo para corregir el rumbo se va acortando.