La ola polar sorprendió a Buenos Aires con nieve y un clima caótico. Las autoridades enfrentan críticas por la falta de preparación y respuesta a una situación climática previsible. Mientras se distribuyen ayudas, la gestión política muestra improvisación y revela la vulnerabilidad de sectores frente al cambio climático.
La ola polar sacude Buenos Aires: nieve inesperada, caos climático y respuesta desigual
El ingreso intempestivo de una masa de aire polar sumió al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) en un escenario climático inhabitual y caótico. Mientras el termómetro marca cifras congelantes, copos de aguanieve sorprendieron a los vecinos en varios distritos bonaerenses, desatando una catarata de reacciones sociales, decisiones políticas apuradas y una cobertura meteorológica que deja espacio para dudas y especulaciones. En este contexto, las autoridades tantean a ciegas cómo responder ante una situación que, aunque prevista en los modelos climáticos, encontró a más de uno sin el abrigo adecuado ni un plan de contingencia concreto. La ciudad está paralizada por una mezcla de asombro y desinformación.
El sábado, el Servicio Meteorológico Nacional anticipó un brusco descenso térmico, pero la magnitud del fenómeno superó las proyecciones optimistas. Ya el domingo por la noche, localidades como Pilar, Sierra de la Ventana, Puán e incluso parte del conurbano norte reportaban caída de nieve. La ciudad de Buenos Aires no pudo celebrar la postal blanca, aunque persistieron lluvias heladas y una sensación térmica por debajo de cero. Con temperaturas que no superaron los 8°C y mínimas que rozaron los -2°C en zonas rurales, la ola polar reinstaló un tema que parece siempre quedar en segundo plano: la preparación frente al cambio climático.
La contracara de la postal invernal fue el colapso de algunas infraestructuras locales. En Tornquist, al sur de la provincia, nevadas intensas obligaron a suspender actividades, evocando un episodio trágico previo en Bahía Blanca. Allí, una combinación de tormenta y negligencia estatal dejó marcas profundas meses atrás. La memoria de aquella catástrofe amplificó la percepción de urgencia actual, dejando al descubierto un patrón constante: la gestión climática sigue improvisando.
Desde los sectores técnicos del Gobierno se desliza que “la isla de calor” —ese fenómeno urbano donde el cemento impide la acumulación de nieve— evitó una nevada en la Capital Federal. Pero ese argumento técnico no logró frenar la ola de comentarios irónicos en redes sociales. Usuarios viralizaron memes aludiendo a El Eternauta y a bebidas calientes como únicas defensas frente al frío extremo, reflejando que las narrativas simbólicas compiten con los reportes oficiales. En paralelo, la tigresa de la gobernabilidad, la ministra de Desarrollo Social, activó un operativo reforzado de asistencia social, sobre todo en la calle, aunque las demoras y carencias estructurales volvieron a asomar.
Con bases satelitales y sensores de viento, el SMN advirtió sobre una segunda ola polar “más intensa que la actual”, con origen en la Patagonia. El pronóstico no es alentador: temperaturas bajo cero durante al menos cinco días consecutivos y heladas generalizadas en Cuyo, el litoral y parte del norte argentino. Mendoza ya reportó cierres de pasos fronterizos por acumulación de nieve. Rosario, por su parte, experimentó una jornada de cielo despejado pero con temperaturas mínimas de apenas 2°C. En ninguna capital provincial se registró emergencia climática oficial, lo que confirma una distancia siempre cruda entre el parte técnico y la reacción política.
El foco se concentra cada vez más en el AMBA, donde crece el temor por las condiciones de vida de sectores vulnerables. La distribución de frazadas, alimentos no perecederos y garrafas se está ejecutando con celeridad, pero sin criterios claros. Referentes territoriales denuncian que aún no se activa el protocolo para refugios nocturnos en CABA, y que en el conurbano hay zonas completamente desprovistas de asistencias. En uno de los municipios más afectados, un funcionario deslizó con resignación que “no se esperaba nieve en esta latitud, no tenemos planificación para eso”.
Mientras tanto, los especialistas en salud recuerdan que el frío también enferma. Insisten en la necesidad de vestirse “en capas” para conservar el calor corporal. Pero el discurso oficial parece quedarse en recomendaciones básicas, sin un abordaje más amplio sobre cómo prevenir enfermedades respiratorias en un contexto de saturación hospitalaria post-pandemia. En paralelo, vuelve a emerger el debate sobre política habitacional, marginado durante años, pero que con cada ola de frío retoma protagonismo. ¿Hasta cuándo resistirá el país sin políticas de fondo para enfrentar estos ciclos cada vez más extremos?
El fenómeno tiene una dimensión estructural y otra política. Desde el gobierno nacional no se emitió aún un comunicado oficial, más allá de los partes diarios del SMN. La meteoróloga del organismo más consultado hizo un comentario que caló hondo: “¿Puede caer un copito? Sí. ¿Van a esquiar en la 9 de Julio? No”. Con tono irónico pero realista, dejó entrever el improbable pero no imposible escenario de una nevada oficial en Buenos Aires. Sin embargo, su frase reveló más que una predicción: expuso una falta de estrategia comunicacional seria en torno al clima.
En definitiva, la fría postal que dejó esta entrada polar no es solo meteorológica. Es también un retrato de improvisación estructural frente a fenómenos cada vez más frecuentes e intensos. El clima, como la política, avanza sin pedir permiso ni tregua. Habrá que ver quién está listo para soportarlo.