Cada año, las llamas devoran la Patagonia. Cada año, el humo oscurece los cielos de la Comarca Andina. Cada año, familias enteras lo pierden todo, y cada año, nuestra sociedad vuelve a olvidar hasta que el próximo incendio vuelve a arder.
No es solo la naturaleza la que se consume; es también nuestra capacidad de reaccionar, nuestra memoria, nuestra voluntad de evitar que esta tragedia se repita. La Patagonia no se quema sola. La destruyen la negligencia, la codicia, la impunidad y, sobre todo, la indiferencia. La nuestra.
Una historia que se repite
En marzo de 2021, los incendios forestales arrasaron más de 13.000 hectáreas en la Comarca Andina, dejando muerte, desolación y cientos de personas sin hogar. Se habló de intencionalidad, de falta de prevención, de un Estado que llega tarde. Hoy, en enero de 2025, la historia se repite.
Más de 10.000 hectáreas han sido consumidas en El Bolsón, Lago Puelo, Epuyén y Puerto Madryn. Decenas de familias han perdido sus casas, animales autóctonos han muerto en su hábitat, y bosques milenarios se han reducido a cenizas. Y sin embargo, el ciclo de la desidia sigue girando.
¿Quién enciende las llamas?
Los incendios no son solo resultado del clima extremo o la sequía. Hay manos humanas detrás de estas catástrofes. ¿Por qué se siguen iniciando incendios en zonas de expansión inmobiliaria? ¿Por qué no hay responsables identificados ni condenados? La Patagonia arde por intereses económicos, por especulación de tierras, por la falta de políticas ambientales serias. Y, lo peor de todo, por nuestra complicidad silenciosa.
Nos hemos acostumbrado a mirar para otro lado. A indignarnos unos días y luego seguir con nuestras vidas. A creer que estos incendios son inevitables, parte de un destino trágico del que no podemos escapar. Pero eso es mentira. La falta de prevención, de controles, de sanciones, y de una verdadera conciencia ambiental es lo que permite que el fuego vuelva cada año.
El precio del silencio
Cada incendio forestal es un recordatorio brutal de cómo vivimos como sociedad. No hay políticas sostenibles sin una ciudadanía que las exija. No hay justicia sin presión social. No hay protección del medioambiente si seguimos priorizando el negocio sobre la vida. La Patagonia no se está quemando: la estamos dejando quemar.
El fuego avanza porque lo permitimos. ¿Hasta cuándo? ¿Cuántos bosques más tienen que desaparecer? ¿Cuántos animales más deben morir? ¿Cuántas familias más tienen que perderlo todo para que reaccionemos?
Si seguimos callando, seremos tan responsables como aquellos que prenden la chispa. Porque el mayor combustible del fuego no es la sequía ni el viento: es la indiferencia.