El peronismo busca reorganizarse ante el ascenso de Milei, cerrando un pacto entre Kicillof, Massa y Kirchner. La estrategia es evitar fricciones y concentrarse en la defensa territorial. Con listas que surgen por urgencia, el desafío radica en reconectar con un electorado desconectado y enfrentar el avance libertario.
En tiempo de descuento, el peronismo acomoda las piezas para resistir a Milei
Contra el reloj electoral y con el fantasma Milei acechando, la dirigencia del peronismo cerró un acuerdo que no entusiasma, pero evita el abismo. El armado para presentar candidaturas el próximo 19 de julio nació de una necesidad más que de una convicción. Es un pacto sostenido por desconfianzas, con la lapicera cuidadosamente compartida entre Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner. No hay una unidad deseada; hay la única posible.
Las listas comienzan a delinearse este lunes, en reuniones cruzadas marcadas más por la urgencia que por la planificación. Desde La Plata insisten en que lo central no son los porcentajes de representación, sino los acuerdos puntuales y la capacidad de cerrar filas mientras el modelo libertario se radicaliza. A eso se reduce ahora gran parte del cálculo estratégico: resistir, reagruparse, evitar otro retroceso. En ese contexto, Fuerza Patria emerge como la nueva marca electoral. La habilitó Cristina Fernández de Kirchner desde su virtual búnker en San José 1111, donde —aunque con visitas restringidas— mantiene la conducción a distancia.
Axel Kicillof buscará capitalizar su peso en la provincia con más votos del país, mientras que Máximo Kirchner toma las riendas en las listas nacionales. Sergio Massa, por su parte, se mueve con la mirada ya en 2027. Cree que la experiencia brasileña de Lula da Silva, con un frente amplio antimileísta, puede ser replicada si hay diseño político y orden. En su entorno se respira una estrategia de postergación, de segmentar el ciclo electoral para llegar competitivos al próximo turno real de disputa.
Los tres sectores clave —PJ bonaerense, Movimiento Derecho al Futuro y Frente Renovador— pactaron un esquema de “firmas cruzadas”, cada lista deberá ser aprobada por los tres espacios. Este mecanismo busca forzar consenso donde la interna promete fricción. La mesa encargada del diseño quedó dividida en seis voces con poder de tinta: Facundo Tignanelli y Emanuel González Santalla por el PJ; Carlos Bianco y Gabriel Katopodis por el MDF; Rubén “Turco” Eslaiman y Sebastián Galmarini por el Frente Renovador. Todos comenzarán a trabajar activamente este lunes.
En el Frente Renovador tienen claro que el encarcelamiento de CFK podría tener un efecto movilizador en el electorado kirchnerista duro. En Corrientes, por ejemplo, el cierre mostró sintonía: el massista César Lezcano será el candidato a vicegobernador de Tincho Ascúa, hombre bendecido por Cristina. En esa provincia, donde la derecha llega fragmentada y sin Milei jugando en tándem con Valdés, el peronismo olfatea oportunidad.
El diseño de las listas provinciales avanza con más pragmatismo que épica. Kicillof pisa fuerte al argumentar que representa el 60 % del voto duro, contra un 35 % del kirchnerismo y solo 5 % del massismo. Aunque los números suenan concretos, en la práctica la mesa analiza variables más volátiles: género, territorialidad, capacidad de arrastre. Morón se presenta como una muestra de lo difícil que será armonizar intereses: Lucas Ghi y Martín Sabbatella no se hablan, pero deben converger. Uno busca administrar; el otro, resistir sin ceder poder local. Avellaneda, Quilmes y La Matanza también asoman como escenarios de alta tensión. En Avellaneda ya se confirmó que Jorge Ferraresi encabezará la lista de concejales, en clave testimonial, demostrando que cada territorio negocia su oxígeno con independencia vigilada.
La falta de una figura ordenadora nacional como lo fue Juan Carlos “Chueco” Mazzón se siente. “El cierre fue horrible, pero se llegó a un acuerdo”, admite sin rodeos un jefe comunal. Ese tono agridulce atraviesa todo el operativo electoral del peronismo bonaerense: se acuerda porque no hay alternativa. Optimistas por defecto, algunos insisten en que Milei está sentando las bases para su propio fracaso y que el caos poslibertario podría allanar el regreso, no por mérito propio sino por desgaste ajeno.
Eso también es parte del diagnóstico. Los niveles de participación electoral vienen en caída libre desde hace décadas. Según el Centro de Investigación para la Calidad Democrática, se pierden en promedio cinco puntos por década desde 1983. El desafío no es solo ordenar las listas, sino reconectarse con una ciudadanía cada vez más desconectada del sistema de representación. Sin una narrativa creíble, ni siquiera el “efecto Cristina presa” puede garantizar un giro en el humor social.
El movimiento es casi exclusivamente defensivo. El oficialismo provincial trata de blindar lo que tiene sin prometer más. Apunta a conservar territorios clave, contener fugas, seducir a los desencantados y evitar el abstencionismo. El objetivo tácito es llegar a las urnas sin nuevas sangrías y con una boleta lo suficientemente competitiva como para frenar el avance de un modelo anarcoliberal que, creen, todavía no muestra sus peores consecuencias.
La política peronista, más por convicción histórica que por presente brillante, aún espera su oportunidad. La apuesta es simple: resistir hoy, reagruparse mañana y, quizás, reconstruir una mayoría el día después del naufragio libertario. Si hay método, si hay estructura, si hay paciencia, aún no todo está perdido.